18. Discordia

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«¿Qué es exactamente la libertad?, el dolor que me provocaste, en soledad esperaba que fuera amor»



Tornillos sueltos en una fiesta elegante, sonrisas falsas rodeadas de glamur. Megumi nunca había sido de las personas que comenzaran una conversación con algún desconocido; era más de los que se quedaban en silencio observando como un espectador.

En una esquina del salón, Megumi intentaba pasar desapercibido entre la aparatosa multitud de bailarines y la decoración de su fiesta de cumpleaños: muchos habían asistido al evento y Megumi no conocía a la gran parte de esas personas, pero todos daban la apariencia de ser importantes.

Después de un rato, Megumi bebió de la champaña que ofrecía uno de los meseros, era suave y dulce, muy distinto al trago que había probado aquella vez en la casa del desconocido, cuando Sukuna había ido en su encuentro. Megumi pensaba que los tragos dulces eran más de su estilo, y por mera curiosidad, se preguntó cuáles serian los preferidos de Sukuna: ¿un amargo vino tinto o un salado tequila?

Los ojos de tonalidades esmeraldas de Megumi se movieron por el salón de baile buscándolo, pero solo se topó con los elegantes enmascarados en la pista. Se negó en varias ocasiones a las invitaciones a bailar, también rechazo brindis y una que otra señorita que le entregaba su número telefónico. Megumi no necesitaba de la presencia de nadie más en su cumpleaños, ni los saludos o las miradas. Esa noche, Megumi solo quería verlo a él.

Pero la pregunta en su cabeza continuaba repitiéndose sin parar, ¿Dónde estás?

Megumi busco por la cocina, las habitaciones, la entrada, incluso se dio el tiempo de dar vueltas en el jardín, pero no había rastro alguno de Sukuna. Su pulso ligeramente se tornó más rápido de lo habitual: estaba nervioso y asustado, algo estaba mal. Megumi se llevó una mano a la frente mientras apoyaba su cuerpo en el barandal de la escalera. Y es que... ¿Será que Sukuna había huido antes de su charla?, ¿nunca había sido su intención decirle la verdad?, ¿todo este tiempo había jugado con él?

El pecho de Megumi se sintió frío, tan frío como el lago en invierno. No quería pensar que la persona que amaba lo había engañado, mucho menos luego de haberle dado esperanzas. Sukuna sabía a la perfección de sus sentimientos, lo fácil que eran estos de romperlo... de hacerlo vulnerable.

La respiración de Megumi se tornó pesada, pero antes de que rompiera a llorar, escucho algo: muy lejos, muy despacio, era una melodía.

Provenía de los pisos de arriba, Megumi logró oírla a la perfección. Después subió un escalón de la escalera para prestar más atención, y reconoció el sonido de unas teclas muy claras y nostálgicas, se trataba del piano de su madre.

Megumi trago saliva con fuerza. Nadie en la familia Zen'in, ni siquiera el mismo Toji, se atrevía a entrar en la oficina de su madre. Entonces... ¿Quién podría ser? No encontraría la respuesta de pie sin hacer nada, así que armándose de valor y asegurándose de que nadie lo siguiera. Megumi fue subiendo el resto de los escalones que conducían al segundo piso, luego, dio la vuelta para continuar a las escaleras del tercer piso.

En el pasillo que guiaba a la oficina de su madre, uno tan solitario y aislado del resto de la casa, que casi parecía que el polvo era lo único que visitaba el lugar, Megumi se dio cuenta de que algo era distinto. Esta vez, algo o alguien habían interrumpido el eterno silencio y había dejado la puerta entreabierta.

Megumi poso la mano sobre la pared, y poco a poco fue avanzando por el pasillo, deslizándose por la superficie y dejándose llevar. La melodía continuó guiándolo hasta empujar la sólida puerta de madera. Lo primero que diviso fueron los enormes estantes con libros, Megumi había olvidado que la oficina de su madre también era una especie de biblioteca.

Missing my loverWhere stories live. Discover now