Prólogo

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El edificio en llamas fue el inicio de todo. Un grupo de hombres vistiendo chalecos tácticos y unas elaboradas máscaras antigás sobre sus rostros ingresaron de manera hábil en el destrozado vestíbulo. Una vez en el interior, observaron a las personas corriendo despavoridas buscando refugio, ya sea detrás de los escritorios de la recepción, o huyendo a donde el miedo los llevara.

Los hombres uniformados, sin ningún tipo de pudor, ejecutaron fuego a discreción: disparando a quienes se encontraran en el camino, no importaron los gritos desgarradores, ni las súplicas de ayuda. Después, cuando la violencia causo silencio y no hubo más respuestas, los hombres bajaron las armas para adentrarse en los pasillos. En sus cabezas, las cenizas caían del cielo como una lluvia pecaminosa, y pese a que el terreno era peligroso, ellos continuaron avanzando en medio del humo negro y el salpicado de la sangre bajo los pies.

El grupo se mantuvo arduamente unido, sin romper la formación, hasta que de pronto: unos pedazos de escombros cayeron del techo, aplastando a los miembros del equipo que en esos momentos pasaban por esa zona. Solo un individuo del equipo había logrado esquivar el derrumbe, escapando con rapidez y agilidad a una esquina cercana.

Sin embargo, esta acción produjo que la hoja de papel que el sujeto recelosamente guardaba dentro del bolsillo: se deslizara por la chaqueta militar y fuera arrastrada por el viento, y él, por más qué alzó la mano, no pudo atajarla. El hombre sin tiempo para devolverse, siguió corriendo hasta alcanzar al grupo que lo esperaba, viendo de reojo como aquel objeto preciado desaparecía en algún punto del corredor.

Mientras tanto, en el suelo y cubierto de escombros, yacía el pedazo de hoja de papel sucio y estropeado, pero antes de ser consumido por el fuego, se alcanzó a leer un escrito detallado en su superficie; era un mensaje.

Y puede ser, que si aquella carta incompleta hubiera sido enviada, o alguna vez leída, el dolor en el corazón de su dueño, tal vez sería menos.


A mi querido único amor,

Desde que llegue a este lugar no he dejado de pensar en ti, y no te miento al decir que el dolor en mis manos, es mínimo comparado a lo mucho que te extraño,

Si tal vez la vida fuese menos difícil, o yo un poco más valiente, aún estaríamos juntos bebiendo chocolate caliente en tu alcoba, con el único sonido del viento por la ventana acompañando nuestro panorama,

Pero me encuentro aquí, muy lejos de ti, viviendo con el alma destrozada, caminando hacia un final decepcionante, y sujetando un arma que no sé en qué momento llego a mis manos,

Pero sobre todo, extrañándote como un loco...



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Missing my loverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora