9. Disco rayado

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«Dicen que se supone el tiempo todo lo sana, pero yo no he sanado del todo»


Un anuncio de advertencia, así se había oído el rugido de las sirenas de los coches patrulla en el exterior. Muy pronto, se aproximó una ola de hombres y mujeres que huían despavoridos por las puertas y ventanas de la guarida Kamo, como conejos en medio de una cacería. Los agentes de policía no tardaron descender de los coches: alzando las pistolas e impidiendo el escape de los pandilleros; mientras que algunos debieron ser sometidos con fuerza bruta, gran parte de los miembros restantes prefirieron observar sin prestar resistencia.

— ¡Ya les dije que no hay nadie aquí! —espetó Yuta, enfurecido.

Yuta había regresado a la casa de Geto una vez que había escuchado el escándalo que se había formado con la llegada de la policía: ante la sorpresa, había tenido que inventar una rápida mentira para excusarse con Maki y Megumi, para después, salir corriendo en dirección de las luces de los coches patrulla.

En esos momentos, Yuta se encargaba de encarar a los uniformados alegando que aquella emboscada no era necesaria; sin embargo, lo que no se había esperado, era la aparición de cierto individuo en la escena: de la enorme camioneta negra de cuatro puertas, descendió un hombre alto y de llamativa cabellera blanca. A pasos lentos y seguros, el sujeto fue avanzando con su uniforme que resplandecía de elegancia y, tras ajustarse las gafas oscuras, se posicionó a unos cuantos pies frente a la casa, mirando a Yuta con una expresión divertida.

—Recibimos una alerta de que una linda chica estaba secuestrada aquí —explico el jefe de investigación, Satoru Gojo—. Debido al delicado asunto de los asesinatos, no podemos dejar pasar este tipo de llamadas.

—El jefe Yuta ya les dijo que no hay nada aquí —dijo uno de los hombres de Yuta, quien estaba siendo retenido junto a otro grupo en las espaldas del mencionado.

—Si no hay nada de lo que preocuparse, nos dejaran entrar sin problemas —exclamó Gojo—, ¿cierto, jefe Yuta?

Sin muchas opciones, Yuta maldijo por lo bajo, de entre todos los agentes de la policía que pudieron venir a la casa, debió ser el maldito Satoru Gojo. Derrotado, Yuta se hizo a un lado bajo la atenta mirada de todos, dejando ingresar por la entrada a varios policías armados.

—No encontrarán nada — aseguró el hombre de marcadas ojeras.

—Entonces no estés tan asustado —contestó Gojo—, solo quiero echar un vistazo.

Dentro de la guarida Kamo, los oficiales apuntaron con su linterna en todas direcciones. El vestíbulo estaba oscuro y no se lograba ver con claridad, además de que el desorden provocado por la reciente fiesta les impedía concentrarse, avanzaron por el pasillo esquivando las botellas rotas de vidrio bajo los pies y el olor a cigarro en las paredes. Puerta por puerta fueron buscando a la supuesta chica secuestrada, hasta subir a la segunda planta: precisamente en la habitación al final del pasillo, donde de pronto, el sonido en un armario llamo su atención.

Uno de los oficiales acerco la mano con lentitud a la manija de la puerta del armario, y en un rápido movimiento la abrió por completo: dentro, se toparon con la imagen de una jovencita de cabellos castaños amarrada de pies y manos, con una mordaza en la boca y lloriqueando.

— La encontramos, señor. —le comunicó uno de los policías a Gojo desde el radiotransmisor: sorprendiendo a Yuta, quien quedo impactado cuando el oficial llego con la chica.

—Joder... —musitó Yuta al ver a la desconocida chica siendo consolada por la policía. Yuta apretó los dientes para después dirigirse con un grito a su gente:— ¿Quién de todos ustedes fue? ¡Malditos degenerados!

Missing my loverWhere stories live. Discover now