22| "Lo incorrecto es lo acertado"

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Narra Amelia

Abro mis ojos al sentir calidez a mi lado y lo veo. Estoy aferrada a su pecho como si no hubiese un mañana y él está profundamente dormido mientras rodea mi cintura y se encarga de aferrarme a su lado.
Por un segundo recuerdo que hace horas él admitió que éramos un error, y todavía me siento un poco decepcionada ante su reacción. Aunque saber que después de todo él decidió dejar la moral de lado solo para venir a dormir conmigo me tranquiliza, me da esperanza.
Lo contemplo completamente dormido, admiro cada facción de su rostro; su ceño un poco fruncido, sus parpados relajados, sus pestañas pelirrojas cayendo con suavidad, su nariz, sus labios finos y rosados rodeados por la poca barba que invade la mitad inferior de su rostro, también pelirroja y un poco amarillenta. Suspiro y muerdo mi labio mientras me alejo un poco de su lado y mis ojos se hipnotizan ante la imagen llena de calma del hombre del que estoy completamente enamorada.
Tal vez por eso hace horas sus palabras me tomaron por sorpresa, simplemente llegué a un punto en el que no puedo imaginarme besando a alguien más, solo lo deseo a él. Pero sé que por momentos Owen es un sueño imposible, una ilusión que parece casi óptica.
El pelirrojo se remueve un poco al notar que dejé de aferrarme a su pecho y mueve su mano sobre mi cintura con suavidad para comprobar que sigo allí; su mano vuelve a relajarse al notarme y su pulgar me da una leve caricia.
Abre sus ojos con esfuerzo y finalmente me nota observándolo.
Mi corazón da un salto al ver el azul de sus ojos, siento cómo las palpitaciones me toman por sorpresa por algunos milisegundos, me quedo casi sin aliento.
–Hey –sonríe y muerde su labio mientras me observa aún en un estado somnoliento– ¿hace mucho has despertado?
–Hace un par de minutos, no demasiados –respondo perdida en su rostro recién despierto, más perfecto y dulce que nunca.
–¿Dormiste bien? –pregunta mientras su pulgar continúa acariciándome por encima de todas las mantas.
–Al parecer sí –sonrío con timidez, refiriéndome al simple hecho de haber despertado entre sus brazos.
Nos observamos en silencio y siento la intimidad del momento, pero sin embargo sé que no puedo perder mi orgullo como si nada; rompo el intercambio de miradas y le doy la espalda para alejarme de él.
Me aferro a la almohada y cierro mis ojos, no sé qué es lo que intento hacer, pero sé que cada segundo que continúo mirándolo todo se vuelve más intenso.
–Te debo una disculpa –dice él rompiendo el silencio, notando lo que sucede al instante.
–Descuida –digo fingiendo desinterés.
–Sé que mis palabras fueron crueles, y no las merecías. Estás viviendo un momento confuso y difícil, y mi actitud fue estúpida –añade– perdón, lo siento.
–Este no es un momento confuso para mí, Owen. Yo no estoy confundida, yo sé exactamente qué quiero y cómo quiero vivir mi vida –respondo aún sin enfrentarlo– tengo los pies sobre la tierra.
–Tal vez decir que lo nuestro es un error fue demasiado... –intenta decir él suspirando.
–¿Lo es? –pregunto sin rodeos y lo interrumpo.
Dejo de darle la espalda pero aún no lo veo, en su lugar observo el techo y poso mis manos sobre mis costillas, ansiosa y nerviosa ante mi pregunta y esperando su respuesta.
Owen se toma un par de segundos para pensar, sonrío apenada y humillada ante su silencio y niego levemente con mi cabeza.
Me siento en la cama y vacilo mis próximos movimientos, quiero salir de allí e irme lejos, pero no puedo, mi único y más lejano escape es el baño.
Realmente parece que estoy secuestrada por mi guardaespaldas y su agencia.
–Debí imaginar que no responderías –añado e intento salir de allí.
–Eres un error –dice Owen al instante y su voz me detiene.
Me quedo inmóvil ante sus palabras y no quiero voltear a verlo porque mi corazón parece querer partirse en dos.
–Un error bonito, un error que no debería volver a cometer pero no hacerlo me vuelve miserable, un error que me hace bien. Un error tan mágico que deja de ser un error y se convierte en un regalo –añade.
Mi piel se eriza al escucharlo y mi boca se entreabre, debería tomar mi laptop y tipear todo lo que estoy viviendo, pero en su lugar solo volteo a verlo con timidez mientras estoy sentada de una manera inmóvil en el borde de la cama.
Owen también está sentado y me percato de que ha pasado toda la noche vistiendo su pantalón elegante y camisa de guardaespaldas, su cabello está un poco despeinado y sus ojos aún siguen achinados.
–Amelia, sé perfectamente que ser tu guardaespaldas con beneficios no es mi verdadero trabajo, sé que puedo meterme en problemas por eso y tú también. Pero ayer intenté poner una barrera, intenté alejarnos, y no pude –confiesa con su mirada sincera– me acerqué a ti para arroparte porque estabas tiritando de frío y...
Hace una pausa, baja su mirada y muerde su labio. Me deja expectante.
–Y te vi tan hermosa y tan perfecta que volviste a robarme con tu encanto, no pude evitarlo, y aquí estoy, acabo de pasar la noche contigo, abrazándote para evitar que vuelvas a sentir frío e intentando enmendar el enojo con el que te quedaste dormida –dice y sonríe apenado, vuelve a observarme y suspira– perdón, otra vez, quiero que estés bien, mereces estar bien.
Me acerco un poco a él y me siento a su lado, pero no nos tocamos, solo nuestros hombros se rozan.
–¿No consideraste el hecho de que yo estoy bien en donde quiero estar? estoy bien cuando estoy contigo a solas, a escondidas, en secreto. Estoy mejor que nunca cada vez que intento vivir el error que tal vez estamos cometiendo, porque siempre fui el tipo de mujer que cometió errores para la prensa, pero nunca para sí misma –respondí.
Observo por el rabillo de mi ojo y noto que Owen me analiza con su mirada, mi piel se eriza ante esa señal pero aún no puedo observarlo.
–Me has hecho sentir cosas que me gustan vivir, me haces disfrutar los momentos de otra manera, lo hiciste desde el primer momento pero ahora todo es distinto, es más intenso, y cada vez se parece menos a un error, luce como una elección –añado y mi voz se quiebra por los nervios– por eso necesito que seas claro, que me digas la verdad, no voy a despedirte por admitir que no quieres seguir con nuestro... secreto.
Aprieto mis puños nerviosa y lanzo un suspiro disimulado para poder largar el nerviosismo que siento, pero su silencio hace que mi corazón esté a punto de quebrarse otra vez.
Cierro mis ojos y mis dientes se aprietan entre sí y hacen fricción, estoy nerviosa, ansiosa, temerosa y enamorada.
Pero la respuesta llega justo cuando pensé que todo iba a terminarse allí mismo: Owen se remueve a mi lado y su cuerpo choca contra el mío, sus brazos envuelven mi cintura y noto cómo sus labios se posan cerca mis oídos, provocando que su nariz revuelva mi cabello.
Un cosquilleo invade mi estómago y siento que voy a caer desmayada allí mismo mientras su colonia me invade y su calor me abraza.
–Quiero seguir, quiero seguir durmiendo contigo por las noches y conociéndote aún más. Por supuesto que quiero seguir, me gusta estar contigo y no sé adonde irá esto, pero quiero saberlo –susurra y el calor de sus labios golpea mi oreja.
Volteo y lo observo, nuestros rostros quedan completamente cerca, a tan solo centímetros. Owen sonríe con timidez mientras sus manos continúan rodeándome.
–Perdón, otra vez –susurra con pena– lo que hice anoche estuvo mal, tú estabas preocupada por tu mamá y Lucas, y yo... parece que entré en pánico –confiesa.
Sus palabras me hacen sonreír y ya no dudo en mostrarle mi sonrisa, observo cada parte de su rostro y me acerco un poco a él.
Sé que sus palabras fueron sinceras, sé lo mucho que le cuesta confesar lo que sucede y sin embargo acaba de hacerlo. Llevo una de mis manos a una de sus mejillas y las yemas de mis dedos acarician su barba, me tomo unos segundos para apreciar la cercanía y mi nariz choca con la suya. Ambos sonreímos ante esas pequeñas caricias, la tranquilidad y el encanto de tenerlo cerca vuelven a invadirme y siento que ya estoy a salvo nuevamente. Observo sus labios casi hipnotizada, y al cabo de un par de segundos sé que es el lugar perfecto en el que quiero estar, así que sin dudar más lo beso con timidez y lentitud.
Ambos revivimos ante esa cercanía y nos percatamos de lo mucho que nos necesitábamos, ya no se trata de encuentros casuales, se trata de momentos que nos hacen sentir vivos y nos alegran el corazón.
Owen responde mis besos con intensidad y ninguno de los dos planea detenerse, la batalla de besos no cesa y nuestras respiraciones se vuelven un poco agitadas; sus manos manejan mi cuerpo y me recuestan sobre la cama, el pelirrojo se posiciona sobre mí con cuidado y deja de besarme para observarme.
Sonreímos con timidez y rozamos nuestras narices, hay tanta complicidad en ese gesto que siento que jamás he experimentado esto antes.
–Te extrañaba –confieso completamente debilitada por su presencia.
Owen me escucha, besa mi frente y cierro mis ojos; vuelve a observarme y sus manos acarician mis mejillas, abro mis ojos y siento el recorrido de sus dedos por mi rostro.
–Yo también te extrañaba –responde sonriendo con encanto.
Observa mis labios y vuelve a acercarse a ellos para volver a besarme.
Pero pronto su celular suena y nos separamos al instante, él suspira en forma de protesta y se remueve de encima de mi cuerpo.
–Lo lamento –dice tomando el aparato entre sus manos– pero podría ser importante.
–Sí, lo sé –muerdo mi labio frustrada.
–Podemos ir al hospital sobre el mediodía –me comenta él con un tono casual mientras lee la pantalla– a esa hora los demás guardaespaldas nos escoltaran hacia allí y podrás ver a Lucas.
–Suena bien –sonrío apoyándome sobre mis codos e intentando incorporarme– gracias, por la oportunidad.
El pelirrojo me observa y sonríe, deja el celular sobre la mesa de noche e intenta volver hacia mí.
Se recuesta a mi lado y me observa con picardía, lo observo y río mientras vuelvo a apoyar mi cabeza en la almohada y lo enfrento:
–Pensé que ibas a seguir con lo que empezaste –confieso frustrada.
–¿Qué es lo que empecé? –dice riendo y mordiendo su labio mientras roza su nariz con la mía otra vez.
Revoleo mis ojos y conozco su juego lleno de picardía.
–Sé que estás fingiendo que no entiendes de lo que hablo –digo frunciendo el ceño.
Owen ríe y me rodea con sus brazos en un abrazo, me aferra a su cuerpo y besa mi frente con dulzura.
–¿Quieres que te siga besando? –pregunta en un susurro.
Lo observo con seriedad e intento leer sus ojos, el pelirrojo me observa con encanto y seriedad, hay algo entre nosotros que es demasiado intenso y fuerte, ya no se asemeja a ser solo amantes en secreto.
–Quiero seguir a tu lado y seguir alejando la realidad por un rato –confieso.
Owen sonríe y asiente, besa la punta de mi nariz y se aleja de mí para ponerse de pie junto a la cama, lo observo confundida y frunzo un poco el ceño.
–Sígueme –dice él extendiéndome su mano.
–¿Adónde? –digo confundida, no podemos salir de este cuarto porque estoy en peligro, no tiene sentido.
El pelirrojo insiste y sigue extendiéndome su mano, sonríe al ver mi desconcierto y sé que no tengo más remedio que levantarme de la cama y aceptar su pedido; tomo su mano y con cuidado me levanto de la cama, mi cuerpo choca contra el de él y las diferencias de altura se hacen notables.
–Tengo que tomar una ducha y no quiero hacerlo solo –susurra mientras una de sus manos acaricia mi espalda.
–Yo ya tomé una ducha hace horas –digo sonriendo con maldad.
–¿Estás segura de que no necesitas otra? –pregunta susurrando y acercándose a mis labios.
Muerdo mi labio y siento cómo mi cuerpo se debilita ante su propuesta, el pelirrojo me roba un pequeño beso y sabe que no puedo rechazar su invitación, sabe que ninguno de los dos podría resistirse a algo así.

Her safety ✦| OmeliaWhere stories live. Discover now