23| "Te quiero"

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Días después...

Narra Owen

Llegó el día. Amelia regresará a su casa. Saldremos de este hotel seguro y secreto. Terminaremos la falsa luna de miel que llevamos viviendo desde hace noches.
Me generó tranquilidad saber que Amelia estaba segura entre cuatro paredes y que podía disfrutarla con libertad, pero así no son las cosas, Amelia necesita volver a su casa por mucho que su seguridad nos preocupe.
–Empacaré mis cosas en menos de diez minutos y podremos irnos –dice ella saliendo del baño, llevando bragas y un top deportivo color negro.
La observo sentado en la esquina de la cama que aún conserva sus sábanas removidas de la noche anterior y asiento poco convencido mientras sostengo mi celular entre mis manos. En otro momento me habría hipnotizado con su cuerpo paseándose semidesnudo frente a mí, pero ahora solo pienso en la realidad que nos espera.
–¿Ya has ordenado tus cosas? –pregunta ella con calma y ánimo, Amelia se siente contenta por volver a su casa.
Pero no respondo y mi mente divaga, por momentos el impulso de decirle que lo mejor es no regresar viene a mis labios y luego se detiene porque sé que ya no es lo correcto, la agencia de seguridad también lo sabe.
Amelia suspira ante mi silencio y eso me regresa a la realidad, levanto mi mirada, ella camina hacia mí con seriedad y se posa frente a mis ojos; la observo, aún sentado sobre la cama en donde hace horas volvimos a hacer el amor, y finjo una sonrisa animada:
–Sabes que ya no puedes fingir nada frente a mí ¿verdad? –pregunta con un tono serio.
–¿De qué hablas? –frunzo el ceño fingiendo confusión.
–Sabes de lo que hablo –insiste mordiendo su labio con pena y se sienta sobre mis piernas.
Mis manos rodean sus muslos desnudos para sostenerla y ella rodea mi cuello, nos miramos a los ojos y parecemos entendernos en el pequeño silencio que se  forma.
–No quieres que regrese a casa –comenta.
–Amelia yo sí quiero que... –intento decir.
–Te gustaría mantenerme aquí segura, aunque sabes que no es la mejor opción –me interrumpe.
Me quedo sin palabras y dejo que sus ojos me analicen, suspiro y asiento.
–No quisiera que volvieras a sufrir –confieso– pero sé que esta no es la solución, necesitas volver con tu familia y dejar de estar encerrada en este cuarto.
–Lo dices como si estar encerrada en un cuarto contigo fuera una tortura –sonríe con picardía y se acerca un poco a mis labios– fue lo mejor de todo este lío.
Sonrío con timidez al sentir la cercanía de sus labios que están por tocar los míos y asiento.
–Una parte de mí quisiera congelar el tiempo en este cuarto para poder tenerte las veinticuatro horas del día solo para mí –confiesa rozando nuestras narices– pero la otra sabe que extraño a mi familia, y me sentiré más tranquila si estoy junto a ellos para cuidarlos.
Asiento y ella finalmente besa mis labios con calma y sin prisa, por un momento sigo el ritmo y su juego pero luego me detengo y recobro la normalidad.
–Amelia... –susurro abriendo mis ojos.
Una de mis manos acomoda un mechón de su cabello detrás de su oído y sonrío apenado.
–Sabes que a partir de ahora todo será un poco más difícil, no sabemos con quién estamos luchando y mucho menos de lo que es capaz –le comento– ya no podremos...
–Podremos –dice ella con decisión.
–No –niego con mi cabeza– ya no podremos escaparnos a mi departamento y pasar la noche allí, tampoco pasar tiempo a solas en mi restaurante.
–Lo sé. Y estoy dispuesta a arriesgarme –dice sin rodeos.
–Creo que no me estás escuchando... –digo con mi voz frágil.
–Owen –Amelia lleva sus manos a mis labios y el roce de sus finos dedos me calla.
Me relajo ante ese gesto y la miro intrigado, ella sonríe y muerde su labio.
–Mi casa es grande. La mayoría del tiempo solo estamos mamá, Lucas y yo. Lucas es cómplice, y eso nos favorece –susurro– estoy dispuesta a encontrar el lugar indicado para poder estar a solas contigo en algún momento del día.
Abro aún más mis ojos, lleno de sorpresa y desacuerdo, pero Amelia solo ríe y asiente decidida.
–Sé que no podremos hacer todo lo que hicimos en estos días o en tu departamento –confiesa sin vergüenza– pero no voy a dejar que las ganas de besarte y sentirte cerca me vuelvan loca.
Sonrío al escucharla y me pierdo en su encanto, es mágica y jamás dejará de sorprenderme.
–¿Te convencí? –pregunta sonriendo con timidez.
Beso una de sus mejillas y luego su hombro medio desnudo, Amelia lanza una pequeña risa al sentirme y nos observamos. Realmente no quiero que este sueño acabe.
–Todo de ti siempre logra convencerme –suspiro resignado y mantengo mi sonrisa.
–Qué bueno –vuelve a reír mientras rodea mi cuello y sus dedos acarician la parte trasera de mi cabeza, removiendo mis cabellos un poco alocados allí– es un placer convencerte –confiesa con dulzura y roza su nariz con la mía nuevamente.
Me hipnotiza su cercanía, su aliento a menta porque acaba de cepillar sus dientes, su aroma a shampoo y la suavidad de su piel que solo usa ropa interior bajo mis manos.
–Empaca tus cosas y nos iremos –sugiero en un susurro, un poco más tranquilo y menos alerta.
–Dame un par de minutos –confiesa ella mirándome a los ojos– ahora no quiero moverme de aquí –dice refiriéndose al hecho de que está sentada sobre mi regazo y entre mis brazos, a punto de tocar mis labios con los suyos.
Sonrío y asiento, respeto su sugerencia porque tampoco quiero que termine esta cercanía.
–Voy a echarte de menos, voy a extrañar dormir contigo –suspira.
–Voy a echar de menos tomar duchas contigo –confieso y la hago reír.
–Definitivamente esa será la parte que más extrañaré también, principalmente porque lo que menos hicimos fue tomar duchas –susurra.
Río y asiento mientras ambos decidimos romper el espacio entre nuestras bocas y nos besamos otra vez, lo hacemos con complicidad y sin prisa, lo último que queremos es que el tiempo se acabe.
Pero rompo un poco el espacio y la observo, la miro a los ojos y mi estómago se encoge de nervios y enamoramiento.
–Voy a extrañarte, otra vez –confieso sonriendo apenado.
Amelia muerde su labio y suspira, mira mi boca y sus ojos se pierden allí, pero antes de besarme prefiere abrazarme. Apoya su mentón en mi hombro, sus manos rodean mi cuello con más determinación y sus manos me acarician en el abrazo más dulce y sincero que podría recibir.
Sus gestos congelan mi cuerpo, jamás he sentido tanto amor por alguien, jamás he vivido algo así. Y entonces por un momento decido sentirlo, aceptar el hecho de que ya no puedo fingir que nada me sucede con Amelia Shepherd; la abrazo, rodeo su cuerpo con fuerzas y la aferro más contra mí, escondo mi rostro en su cabello y cierro mis ojos, dejándome llevar, porque es lo que mejor hago cuando estoy con ella.

Her safety ✦| OmeliaWhere stories live. Discover now