Dmitry

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DMITRY
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(Hola bellezas, disfruten el pequeño drama)

Nastya.

La sorpresa me golpeó clavándome la mirada en el bebé entre mis brazos. La baba resbalaba de sus labios que seguían en movimiento conforme se chupaba su pulgar y se miraba los botones que adornaban su mameluco.

¿Este pequeño era el bebé que había estado buscando estos días?, ¿era 32 Rojo? El bebé que estuvo sobreviviendo con nosotras, el mismo del que habló Jennifer.

El pecho se me estremeció no pudiendo suprimir la sonrisa extendiéndose en mis labios, ahora entendía el por qué la sensación de que antes lo había tenido entre mis brazos y de que antes había visto esos orbes carmín que, pese a ser inquietantes al tenerlos tan cerca, estaban llenos de inocencia. Eran intrigantes y hermosos.

-Así que tú eres 32 Rojo del que tanto me habló Jenny- solté por lo bajo y con dulzura-. Tenía muchas ganas de conocerte.

Rodeé su cuerpo con un solo brazo en tanto le bajaba el gorro para acariciar su rizada y suave cabellera. Jugueteé con sus rizos percibiendo un poco la humedad, así como el aroma frutal que me indicó que no hacía mucho que acababa de salir de un baño.

La sonrisa titubeó en mis labios solo saber que una alguien tan inocente como Tayler había estado en el laboratorio durante el desastre, dos meses fue el tiempo que aconteció el horror que terminó con la vida de muchos experimentos y trabajadores, y si no fuera porque Seis y ese tal Richard -al que aun desconozco-, la niña y el bebé no hubieran sobrevivido.

Debió haber muchos bebés como él y niños como Jenny antes de que todo ocurriera, muchos murieron sin ser capaz de protegerse, sin siquiera ser conscientes del peligro por el que pasaron. El terror y horro que vivieron los niños que sobrevivieron ahí abajo nadie podría arrebatárselos, crecerían con ello y tendrían pesadillas. Sarah mencionó en el jardín que había experimentos que no salían cuando la noche caía, les daba miedo la oscuridad, porque oscuridad hubo de sobra en el subterráneo donde los monstruos asechaban a sus presas.

Entendía el odio de los experimentos, fueron humanos los que provocaron aquel desastre, y esperaba que los que encabezaron tal acto abominable, pagaran. Tenían a Anna y a Esteban, los culpables que planearon todo pronto serían juzgados, eso escuché de Sarah, solo bastaba reunir evidencia suficiente y testigos para hallarlos culpables. Testigos como el hombre que tenían y yo, pero yo no les estaba siendo de mucha ayuda. En realidad, solo terminaba siendo de algún modo una carga después de lo de la torre.

Por lo menos tenían un testigo que sí les ayudará a que lo que ocurrió en el subterráneo no vuelva a repetirse en otra parte. Y aun mejor, que no puedan hacerle nada a los experimentos.

Un tirón en mi cabello me sacó de mis pensamientos, mis oídos se hundieron en la risilla del bebé cuya mano pequeña apretaba aún más el mechón de mi cabello para volver a tirar de él.

Extendí los labios soltando también una risilla corta, más que dolor, ver esa sonrisa tan adorable me estremeció.

-Eres un travieso -toqué su pequeña nariz -..., y uno muy tierno.

Como si supiera de halagos siguió balbuceando y volví a acariciar sus rizos. Al fin lo tenía frente a mí, y si parte de mi lo recordaba, quería decir que al tener a Siete de frente también lo recordaría. Pero él estaba tan lejos y no había fecha para que volviera a la base. Además, después del recuerdo que tuve y el cómo me sentí, quizás, de entre los dos, era la única aquí con el deseo de reencontrarme.

Experimento Corazón negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora