Uno, Dos, Tres

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UNO, DOS, TRES

(AAAH!! Pronto sabrán a qué se debe mi grito, los amo)

En alguna parte fuera de la base.

Nastya.

Se sentía como si hubiese caído desde un precipicio donde el impacto destrozó cada parte de mí, haciéndome pedazos.

Perdí mi honor, mi dignidad, mi identidad, la fidelidad a mí misma y a lo que desde pequeña se me enseñó a valorar, ya que nadie tenía derecho a arrebatarle la vida a otros y yo hice eso con cientos de personas inocentes, empezando por los mismos experimentos.

Lo que fui antes de ese mensaje en el hospital, y lo que creí ser en la base no se comparaba a lo que realmente me convertí cuando firmé ese trozo de papel y solté los gusanos en la matriz. Me volvió el monstruo de todos.

Fui tan descaradamente ingenua para caer en la trampa de Anna, Esteban y Robert, me apantallaron algo completamente distinto y al igual que el resto, me lo creí todo como una niña de 6 años.

Me dijeron que era una misión enfocada para matar a esas criaturas deformes y caníbales, y para atrapar a Chenovy y darle fin a sus actos abominables que quería poner en marcha en el exterior junto al estado ruso. Pero al final era una misión para matar a todos, y todos eran personas, y robarles muestras de sangre e información para que esos imbéciles hicieran su propio laboratorio creando lo mismo que él, pero con un objetivo más repugnante.

Me mintieron y yo les creí como una tonta, cuando desperté en la base volvieron a mentirme y seguí creyéndoles a todos. Más aun a él..., y lo irónico de todo esto era que fue Siete el que más me utilizó de todas las formas.

El hombre que me rescató del sótano, el que fue por mí a la zona verde y el que me mantuvo viva en el área negra solo para conseguir sus tierras y nombre humano, era el mismo monstruo del que me embaracé.

Apreté el mentón con el resentimiento que me abría el pecho y se encajaba como puñal, las lágrimas se derramaron pegándome más la tela de la venda que pusieron alrededor de los ojos. Esto era muy cruel, no había peor traición que la del hombre al que quise en lo poco y por el que sentí agradecimiento por todas esas veces en que me salvó, y las cuales no fueron más que actos frívolos donde solo fui para él un intercambio en beneficio de su gente y nada más que eso.

Me salvó y no porque le importara un poco mi vida sino porque tenía una recompensa.

El ardor en el vientre me apretó los labios. Removí las muñecas en las esposas raspándome la piel contra el metal cuando quise llevar las manos a esa zona. Traté de resistir, respirar hondo y no quedarme hasta que pasara, pero terminé inclinándome hacia adelante cuando el dolor no cesó.

—¿Te duele algo? — la voz de Gae se levantó junto a mí.

Y solo sentir su mano recargarse en mi hombro con preocupación, me sacudió ladeándome hacia el lado contrario con tal de apartar su tacto de mí.

—No me toques— espeté por lo bajo y con la voz temblorosa.

Pese a mi condición no escondería la rabia que les tenía, por muy amable que fuera él me mintió al igual que todos. Recargué parte de mi cuerpo en la puerta lidiando con el resto del dolor que fue disminuyendo, solté una entrecortada respiración, desinflando el pecho cuando los músculos internos se relajaron. Estos cólicos me aterraban, y no era lo único que me tenía asustada, sentía escalofríos recorriéndome los huesos, no podía controlar la pesadez en mi respiración ni el sudor pegándome la ropa a la piel, desde que me subieron a la camioneta y me vendaron los ojos estos síntomas habían empezado y no terminaban.

Experimento Corazón negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora