Monstruo

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MONSTRUO
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(Bienvenidos al circo de los payasos, donde todos quedaremos desesperados)

Siete.

El humano azotó contra el agua con la bala de mi arma atravesada en el cráneo.

Apreté el mango en mi puño, el estruendo del cañón con silenciador se amortiguó por el mismo, pero la ira en mí no disminuyó, la distracción en la que me dejé envolver con esta humana hasta el punto en que no sentí vibraciones ni sonidos del soldado asechándonos entre los escombros, me dejó tenso y desencajado. Y si no fuera por la velocidad en que desenfunde el arma y disparé, la segunda bala habría atravesado a Nastya.

Ella fue su objetivo. La tranquilidad en los soldados que arrestaron ahora la entendí, más de ellos se escondían, y si intentaron matarla aun en mi presencia, entonces, seguirían tratando.

La quijada se me pronunció y estudié la silueta de la hembra atravesando unos escombros. Temblorosa, con la mirada sobre el soldado y con el cañón de un arma todavía apuntando al cuerpo, se aproximó.

—Lo mataste, Siete— musitó, para ella esta era la primera vez que me miraba matar un humano y no sería la última.

Miró una vez más al soldado obedeciendo a mi antigua orden cuando bajó su arma. Se detuvo a pasos y se inclinó tomando la linterna que flotaba anclada anclaba al hombro del cadáver para alumbrarme el brazo cuya mano sostenía el arma bañada en mi sangre.

—¿Por qué te disparó? —la firmeza en su voz y en su mirada aseveró mi rostro.

Debí imaginar que unos minutos lejos de la armada bastarían para que otros más vinieran en nuestra búsqueda, lo que complicaría las cosas si nos encontraban detrás de los escombros.

Solo no podría con esto, existían más que la querían muerta e ir en contra de entregarla sabiendo que Ivanova reconocía a Nastya, complicaba todo. No era una idea conveniente ni astuta mencionarle a Seis por qué nos disparó, conociendo su odio y celo, y con el arma en sus manos también trataría de matarla.

No lo pensé lo suficiente.

— ¿Por qué están ustedes aquí y no con los demás? — Dio un paso al frente, pateando uno de los roedores—. ¿Por qué quiso matarte Siete?

Te equivocas. La bala no fue proyectada en mi dirección sino a la cabeza de Nastya.

—Te hirió —su voz, susurrante y temerosa me endureció, pero no más como sus tibios dedos que, manchados de sangre rojiza, se recostaron con temor sobre la muñeca, deslizándose hasta el antebrazo y cerca de la piel magullada, la sangre oscura salpicaba gran parte del brazo y se derramaba goteando el agua y mis muslos—. La bala te atravesó.

Miedo y dolor era lo que percibí detrás de su pecho, estaba preocupada por mí aun sabiendo que esto no era nada.

—Aun si recibiera la bala en el tórax seguiría de pie y firme, humana— escupió Seis—. No es débil como tú, así que no lo trates como si fuera uno de los tuyos.

Enderecé el rostro sobre el suyo encontrando esa exótica mirada perdida en mi herida, su cuerpo se estremeció al tomarla de su quijada y alzarla logrando que esos ojos de espesas pestañas se encontraran con los míos. Gotas de mi sangre se esparcían en su mejilla y sobre sus carnosos labios los cuales se mantenían entre abiertos dejando la punta de su lengua manchada con la misma, entró a su boca.

Con lo poco que probara de ella no haría daño, la sangre de los Negros soltaba toxinas cuando se consumía en grandes cantidades, pero siendo solo estas gotas no producirían nada en su cuerpo. Conocía bien mi sangre, experimentamos con roedores que se nos dieron como mascotas en la etapa adolescente, los vimos morir como sanar dependiendo de lo que bebieran de nuestra sangre, esto para conocer sobre nosotros, sobre lo que éramos capaces de hacer.

Experimento Corazón negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora