Enigmático

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ENIGMÁTICO

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(Disfruten el drama, bellezas, y levanten sus bates, porque se viene...)

Nastya.

No dejé de morderme el interior de la mejilla repasando la textura de dos amplias puertas en las que nos detuvimos, eran enormes como la inquietud y rigidez que poseía hasta el último de mis músculos.

La mujer de anchas caderas tomó la perilla dorada de una de ellas y sin abrirla, lanzó una mirada sobre su hombro en dirección a la enfermera.

—Sarah, entre en la siguiente puerta—señaló al umbral a su izquierda.

—Pero tengo que recoger algo a la habitación del Señorito...

Supe que hablaba de la ropa interior y la Coronel negó.

—Lo hará después, la necesito presente en el interrogatorio—pidió y traté de no ponerme inquieta. Lo más probable era que el tal Alekseev no iría a la habitación todavía, estaría presente en el interrogatorio. Por eso estaban aquí—. Entre al cuarto, Sarah.

Obedeció tras asentir, palmeando mi hombro con una sonrisa que apenas me brindó tranquilidad. Se apartó y abrió la puerta que mostraba un cuarto casi por completo a oscuras. La mirada se me fue, queriendo reparar en su interior, ese mismo del que poco pude ver, como ese ventanal amplio que mostraba el interior de otra habitación al otro lado, y esa ancha y sombría figura varonil detenida junto al marco... «Mierda» El corazón se me volcó, bombeando frenéticamente sangre caliente por todo mi cuerpo, extendí los parpados prestando por ese mismo instante más atención. Estaba de espaldas, con brazos cruzados y quise construir esa cabellera negra, pero la señora Sarah adentrándose y tirando de la puerta para cerrarla de golpe, cubrió todo del misterioso hombre.

Lo que no entendí fue la reacción detrás de mi pecho.

—Adelante, Señorita Nastya.

Su voz me torció el rostro encontrando la segunda puerta abierta que dejaba con claridad el amplio cuarto donde me esperaba una mesa cuadrangular con una amplia maquina plana sobre la misma de la que colgaban cables, y un hombre ancho uniforme oscuro sentado frente a la misma.

Él no era el único ocupando el lugar, había un hombre más vistiendo parecido acomodado junto a una puerta de madera blanca que supe y llevaba a la habitación en la que entró la señora Sarah.

La silla giró, produciendo un chirrido que me erizó la piel, y ese rostro varonil y con la barba apenas visible se entornó en mi dirección. Su cabello oscuro llevaba algunas canas y sus orbes eran del mismo color que los de la mujer a mi lado.

¿Él es el tal Alekseev? Se puso de pie, estirando sus labios delgados que dibujo un par de arrugas en su rostro.

No, definitivamente no lo es, la playera que llevo puesta no podría caber en su cuerpo, sus brazos son muy anchos y para ser llamado como un Señorito, es demasiado mayor.

—Señorita Romanova, entre por favor que no mordemos— su voz llena de amabilidad, pero también de gravedad me movió, adentrándome con firmeza y sin miedo en su dirección.

Volví la mirada al soldado de alta estatura. Moreno, de cabellera castaña y orbes de un verde olivo, y me concentré en el hombre a su lado, ese que parecía tener la misma edad del que estaba frente a la mesa. Su cabello castaño y canoso, y de mirada de un azul más claro destellaba una seriedad contra mí que me intimidada.

Él tampoco puede ser. Pero el soldado, ¿sí? Es más joven y la playera que tengo puesta sí que podría quedarle a la perfección... ¿Por qué demonios estoy buscándolo al dueño de lo que visto?

Experimento Corazón negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora