Vibrante y crepitante

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VIBRANTE Y CREPITANTE
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No hacía falta abrir los ojos para darme cuenta de que me hallaba recostada en un largo sofá de textura rasposa, y por la manera en que la tela rozaba gran parte de mi cuerpo, podía saber que seguía en ropa interior

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No hacía falta abrir los ojos para darme cuenta de que me hallaba recostada en un largo sofá de textura rasposa, y por la manera en que la tela rozaba gran parte de mi cuerpo, podía saber que seguía en ropa interior.

Había vuelto a mis sentidos hace tan solo minutos atrás, pero escuchar esa irreconocible voz masculina levantándose peligrosamente detrás de mí, me hizo mantener los parpados cerrados todo este tiempo aparentando que seguía durmiendo. Me mantuve atenta y en alerta a los susurros inentendibles que se levantaban en la lejanía, al igual que el sonido del agua en movimiento. No estaba sola en donde fuera que me habían dejado, de eso me di cuenta, y no solo había una persona a mi alrededor, había más.

No dejaba de preguntarme quiénes eran ellos y por qué me salvaron. No podían ser del grupo de Jerry ni nadie que realmente me conociera, de ser así estaría muerta. De ninguna manera arriesgarían sus vidas y volverían por alguien que les arruinó, por lo tanto, estas personas debían ser sobrevivientes que no lograron salir al exterior todavía.

Sí, y esa sería una buena razón suficiente para abrirme los parpados y reparar en cada uno de ellos. Pero por alguna razón preferir seguir aparentando estar dormida.

Por otro lado, había una cosa que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza. Eran los tobillos, esos que inevitablemente volví a mover, y los moví con mucha duda y lentitud solo para darme cuenta de que, en efecto, el dolor no me pulsaba más. No había una sola pisca del ardor que recordaba haber sufrido en el sótano, ya no estaba esa sensación tan desgarradora presente.

Estaban curados, ¿cómo era posible?

La única manera de curar una herida tan grave era si, entre todas estas personas, se encontrará un experimento enfermero.

Apreté un poco los labios. No recordaba nada más que el momento en que vi, bajo la tenue iluminación del sótano, a esa bestia sin ojos buscándome. Después de ese momento en que decidí ahogarme, todo lo demás eran fragmentos de escenas oscuras y sin mucha claridad. Pedazos de recuerdos extraños y abrumadores que producían un desconcertante estremecimiento en mi piel.

Entre ellos estaba la sensación fantasmal de agua atascada en mi garganta, y un dolor insoportable oprimiéndome el cuerpo entero.

O también esa caliente mano tomándome de la espalda para sacarme del agua y aprisionarme contra un cuerpo varonil lleno del más perturbador calor nunca antes sentido. O esos largos dedos hundiéndose en mi cabello para sostenerme de la nuca. Y esa voz masculina ahogando su tono ronco y crepitante contra mi sien, rozando esos cálidos labios de textura suave contra mi piel.

Por último y lo que más me mantenía con los pensamientos perturbados, era el recuerdo de esos diabólicos y aterradores orbes a centímetros de mí, resplandeciendo entre la oscuridad y el parpadeo de la descompuesta iluminación de aquel sótano en el que había sido abandonada. Esa mirada grisácea tan petrificante y endemoniada, de escleróticas negras, no pertenecían a una persona normal, sino a un experimento termodinámico.

Experimento Corazón negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora