Karma

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KARMA

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Siete.

Di una calada al puro y recargué la espalda en la pared de la torre antes de soltar el humo creando una cortina que se dispersó con la brisa.

El móvil vibró nuevamente en mi mano con el mensaje de Ivanova exigiendo respuestas. Su insistencia no tenía límites y no estaba de humor para reclamos esta mañana después de que el ministro se atrasara con informarme sobre los progenitores de Nastya y la supuesta hermana muerta.

No era parte del trabajo investigar acerca de su familia, por ende, que apareciera viva no resultó ser el principal interés cuando lo que importaba era abstenerlos de saber lo que ocurría en el campamento militar y evitar que difundieran información al respecto. Eso era lo que el ministro estaría haciendo después de cerciorarse de que se trataba de su familia, pero este informe estaba tardando más de lo que se planeó.

No diré que no me irritaba desconocer lo que ocurría, si terminaban siendo sus padres no se quedarían con los brazos cruzados. Van a querer verla y cuando lo hagan, intentaran llevársela. Este hecho me traería problemas y en el campo de guerra tenía suficiente enemigo como para tener a sus padres de sobra.

Encendí la pantalla y accedí a la misma aplicación agrandando la imagen de la cámara que me mostró mi habitación y a la humana que dormía desnuda debajo de las sabanas de seda. Incliné la cabeza hacia atrás y exhalé el humo entre dientes antes de ensanchar una curva ladina a la vez que me saboreaba los labios con el recuerdo de la textura suave de su piel, el sabor de su carnosa boca y su pequeño y adictivo coño.

Aun tomándola en la bañera no me fue suficiente. Me atraía de forma sobrenatural, era un manjar en todos los aspectos, un deleite para mi paladar del que no me cansaría comer ni mimar. Provocaba las perversidades más placenteras que deseaba acometer con ella y tenerla curiosa por mí, acrecentó un interés que antes no creí llegar a tener.

Salí de la cámara y entré al archivo que Ivanova envió anoche. Reproduje por tercera vez el video descargado y la torcedura de mis labios se remarcó con la imagen del salón en la zona D, y los cuatro hombres retenidos en sus respectivas sillas. Agrandé el escenario observando sus comportamientos. Uno de ellos permanecía encorvado y quejoso, cargaba con heridas en su rostro y el brazo vendado colgando del cuello.

Recordar lo que le hice me remarcó la comisura en una mueca irritada. Este humano y Frédéric no tuvieron nada de suerte. En tanto los otros dos huían al presenciarme dentro del área, éste se encontraba dentro del camión dando la espalda al cortinero y alumbrando las acciones del humano que se creyó que podía herir a mi mujer.

Fue presa fácil cuando lo tomé del tobillo, tirando de él hasta sacarlo del camión estallándolo al mismo tiempo contra el cofre del tanque militar. El crujir de sus huesos y su chillido de dolor no fue suficiente satisfacción para mí, y apenas me sació el llanto y miedo de Frédéric con cada dedo que arrancaba de su mano.

Terminar con su vida fue placentero, pero no hubo suficiente tortura.

Fácilmente podría arrancarles las extremidades y atravesar sus cráneos con una bala, tal como hice con los hombres del subterráneo. Pero si los mataba a todos podría correr el riego de ser descubiertas mis intereses con la humana teniendo a Ivanova y a su padre haciendo preguntas con cada una de mis acciones y decisiones.

Aunque vivos eran en parte un beneficio. Cuando se les preguntó por el paradero de la testigo de la que tanto se habló entre los sobrevivientes, los hombres afirmaron con seguridad que esa era su ubicación, que la ataron a un drenaje dentro del sótano y la abandonaron como castigo.

Experimento Corazón negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora