Deseo y perdición

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DESEO Y PERDICIÓN
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No apto para todo público, si sabes los temas que abarca el +21 y no te gustan, no leas este capituñ, bella

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No apto para todo público, si sabes los temas que abarca el +21 y no te gustan, no leas este capituñ, bella.

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Nastya.

Avanzó como toda una bestia en dirección a la cama, con la mandíbula desencajada y la mirada diabólica entornada en una furia potente y en un oscuro deseo. Y el shock me dejó ahí, escuchando los latidos azotándome el pecho, excitada, recorriéndolo entero.

Estaba aún más mojado que antes, los mechones se le pegaban a su frente, escurriendo las gotas de agua que, recorriendo la estructura rígida y severa de su rostro, hasta deslizarse sobre su desencajada quijada y dejarse caer a lo largo de su ancho cuello y sobre esa manzana de adán tan marcada.

Me perdí inesperadamente en la manera en que sus pectorales se remarcaban bajo su camiseta y se agrandaban inquietantemente con sus fuertes reparaciones, y los pantalones se le pegaban a sus gruesas pantorrillas y sus tonificados muslos con cada uno de sus amenazantes pasos, remarcando también ese bulto agrandado y engrosado que estiraba la pretina de un modo tan perturbador, como si estuviera a punto de romperla.

Santas erecciones, esta erecto.

Y me mojé más solo saberlo, sintiendo el estremecimiento aflojarme las piernas y mi sexo embarrarse contra el colchón, palpitando ante el deseo que me hormigueó abrumadoramente con lanzarme fuera de la cama y contra sus brazos. Tuve que obligarme a dejar de construir esa largura dura y potente para no tener que imaginarlo y torturarme con las ganas de descubrir su tamaño y textura, encajando la mirada únicamente en esos orbes emitiendo peligro y esa carnosa boca apretada, extendiéndose apenas un centímetro en una curva irritada.

—¿Qué estás haciendo aquí? — exclamé saliendo del transé, y en un intento desesperado guardé bajo la almohada su camiseta antes de cubrirme la entrepierna, bajar de la cama y apretar mis manos al pecho deteniendo la toalla—. ¿Cómo fue que entraste?

Aventó la tarjeta blanca a la cómoda como prueba descarada. Lo sabía, sabía que tenía otra tarjeta.

—¿Creíste que después de lo que hiciste no vendría por ti? —contraje la pelvis ante las ondas roncas y graves, observándolo detenerse al pie de la cama y frente al corto caminado hacia mí. No tengo como escapar—. No puedes provocarme así y pensar que saldrás ilesa.

El corazón se me desbordó con el crepitar de su voz acompañado de una de sus venosas manos apretando la correa para arrancársela de un tirón. El sonido y su brusquedad provocó que las vellosidades se me erizaron, y los nervios me invadieron sintiendo sus intenciones cuando la apretó con rotunda fuerza en su puño.

— ¿Y me darás unas nalgadas? — solté, mirando de nuevo la gruesa correa y el modo en que sus nudillos se bloqueaban con la fuerza, provocando que las venas se le saltaran a lo largo de sus manos y sobre su antebrazo —, ¿no crees que ya estoy muy grandecita para cinturones?

Experimento Corazón negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora