No produces nada en mí

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NO PRODUCES NADA EN MÍ
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Escena levemente con contenido adulto.

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Estaba odiando que en todas partes la electricidad fallara. La escasa iluminación dibujada sombras perturbadoras a lo largo de las paredes. Sombras que, en la lejanía, parecían cuerpos deformes.

Mordí mi labio antes de lanzar una mirada al experimento frente a mí. Ese hombre artificial creado a base de ADN de trabajadores y genética reptil, que echó a perder mi plan.

Solo podía verle el perfil por la manera en que movía su rostro con lentitud a los lados. También podía ver como sus enrojecidos parpados cerrados se mantenían en movimiento a cada lado al que volteaba a revisar.

Abrumaba la manera en que se dedicaba a mirar con detenimiento cada zona, que me pregunté hasta qué distancia podía alcanzar a ver una temperatura. Por la manera en que su rostro de facciones tan bien construidas se mantenía frívola, podía saber con tranquilidad que hasta entonces estábamos a salvo.

No hacía tan solo minutos desde que abandonamos a su grupo tomando el corredizo que le señalé a Siete, y él no parecía intranquilo en lo absoluto. Ni siquiera giró a ver a Blanco 09 cuyos orbes llenos de preocupación no dejaban de mirar en nuestra dirección mientras nos apartábamos. A distancia se le vieron las ganas de acompañarnos... o, mejor dicho, de estar con él.

Era como si a él no le importara abandonarlos, como si apartarse de un grupo bien protegido y el cual saldría mucho antes que nosotros, no le costara nada.

Si él supiera lo que le hice a su gente. Si supiera que estaba junto a la mujer que inició este infierno estaría jalando el gatillo en mi cabeza.

Atisbé el vaivén de su manzana de adán un movimiento lento y marcada en el que me envolví.

— ¿No te preocupa dejar a los otros?

Esperé su respuesta demasiado atenta a
su perfil, reparando en ese puente de su nariz bien recto, y en esa quijada perfectamente marcada en la que ni siquiera podía verle un solo centímetro de papada.

Una mueca se alargó en sus labios, torciendo ese rostro diabólico bajo la poca iluminación.

—En cuanto recojas lo tuyo volveremos con ellos— espetó claro y con tanta firmeza que me sentí abrumada.

Definitivamente yo no volveré. Ese pensamiento palpitaba mi lengua con mucha intención de aclarárselo. Solo pude apretar los mis puños reteniendo la impotencia. Me sentía abrumada de que mi plan terminara afectado a causa de él.

Sabía perfectamente que ir por mi cuenta podría ser arriesgado, sin armas ni linterna, fácilmente podría ser el aperitivo de alguna monstruosidad. Pero sabiendo que mi habitación no estaba tan apartada del camino por el que se dirigía el grupo para ir al comedor, y sabiendo que habían marcado el camino al exterior, tenía la oportunidad de salir ilesa de todos mis errores.

Parecía que cada vez que encontraba una salida, algo tenía que estropearlo todo, dar un giro inesperado y complicarlo.

¿Por qué dejar a su grupo solo por un sobreviviente que se había inventado una mentira dramática? No tenía sentido. Que decidiera venir conmigo para ponerse en riesgo, no tenía sentido. Nadie se arriesgaría a dejar un montón de militares armados, para seguirá a una mujer lunática y desesperada por conseguir lo único que le quedaba del hombre que disque la amó.

Estaba segura que con decir aquella mentira, aclarándoles que no me iría de laboratorio hasta tenerlo, me dejarían a mi suerte. Ah no, pero a este experimento se le iluminó la asombrosa idea de ordenarle al militar seguir con el resto solo para acompañarme.

Experimento Corazón negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora