💫Capítulo 4💫

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Haciendo todo lo posible por ocultar su enfado, Wen Ning se sentó con cuidado en el borde de la cama de Wei Ying y lo cogió de la mano. El recelo que se reflejaba en sus grandes ojos grises le encogía el corazón. Aquella era al menos la vigésima vez, desde que Lan Wangji lo fue a buscar al pueblo, y que había tenido que tragarse la ira que sentía contra sus padres. No podía entender cómo dos personas tan buenas y caritativas como Changze y Cangse podían darle un trato tan insensible a su hijo menor. Si era verdad que el joven estaba embarazado, su estado no cambiaría de un día para otro. Pero habían insistido en la necesidad de confirmar sus sospechas aquella misma noche.

El Wen no era partidario de asustar a sus pacientes, y no había la menor duda de que Wei Ying Le tenía miedo. No era de extrañar. No lo había atendido más de una docena de veces en toda su vida; sólo en una ocasión desde aquella fiebre que le afectó a su salud mental, y él era prácticamente un desconocido. Ahora se encontraba en su habitación, sacándolo de un sueño profundo para examinarle. Cangse montaba guardia detrás de él, retorciéndose las manos, gimiendo y llorando. Esto bastaba para aterrorizar al joven. Para colmo de males, Changze estaba al otro lado de la habitación, marcando un sendero con sus pisadas en el reluciente suelo de parqué. A pesar de ser dos personas tan inteligentes, no parecían tener ningún sentido común.

—¿Y bien? —Preguntó Changze con impaciencia—. ¿Está en cinta si  o no?

Ya era suficiente. Wen se levantó de la cama y se irguió cuan alto era, lo que era bastante. Lanzándole una mirada hostil a la consternada pareja, espetó:

—¡Salid de la habitación! Aún no lo he examinado y no pienso hacerlo en estas condiciones.

Cangse se sobresaltó. Changze se detuvo tras girar sobre sus talones y clavó en él una mirada de asombro.

—Estáis alterando al chico —dijo con más delicadeza—. Os ruego que esperéis en el pasillo. Cuando tenga un diagnóstico, os llamaré.

—¡Pues, vaya! —exclamó Cangse indignada.

En aquel momento, a Ning no le importó haber ofendido a Cangse Wei . La mujer estaba agotando su paciencia, y esto era lo único que podía hacer para no verse obligado a atarla con una cuerda. Retrasado o no, Wei Ying tenía sentimientos, y su madre, más que nadie, debería saberlo. Había sido violado, nada menos, ¿y nadie lo había llamado para que fuera a examinarlo? Cangse debió haber sabido en aquel entonces que era posible que él joven presentara una hemorragia interna o, por ejemplo, que hubiera contraído una infección. No obstante, en aquella oportunidad no lo llevaron a la casa. Era casi como si Cangse tuviera miedo de que él examinará a Wei Ying , como si temiera su diagnóstico. ¿Por qué? Ésta era precisamente la pregunta que se hacía.

Después de acompañarlos hasta la puerta, el médico suspiró y se volvió hacia Wei Ying . El muchacho lo estaba mirando nervioso, con los ojos como platos. Haciendo todo lo posible por parecer inofensivo, se dirigió lentamente a la cama. Volvió a sentarse en el borde del colchón, le cogió de la mano de nuevo y le dio una palmadita afectuosa.

—¿Te acuerdas de mí, Wei Ying ? —le preguntó en voz baja.

Sin dejar de mirar fijamente su boca, el metió la barbilla y se frotó la cara contra el hombro de su camisón. Wen Ning contempló sus rasgos finamente cincelados, pensando que era una pena que una fiebre lo hubiese dejado incapacitado.

Si bien los demás los hermanos de Wei ying  estaban casados y, debido a las largas distancias que tenían que recorrer, rara vez iban a casa de sus padres,  recordaba con toda claridad sus rostros. Sin lugar a dudas, Wei Ying era el más bonito de los cuatro hermanos. Pero, desde luego, era preciso mirarle detenidamente para darse cuenta de ello. Tenía una largo cabello color negro, extraordinariamente brilloso, cuyas sedosas ondulaciones caían en desorden alrededor de la cara, prácticamente ocultando un rostro que era casi tan perfecto como un camafeo. Su madre no invertía mucho dinero en ropa para el joven, posiblemente porque estropeaba todas sus prendas corriendo por el bosque. Como consecuencia de esto, Wei Ying andaba por ahí con vestidos y trajes humildes y poco favorecedores, hechos con telas de mala calidad. Para colmo, nadie se había tomado la molestia de enseñarle cómo alternar en sociedad. Para ser justos con los Wei , era muy posible que el fuese incapaz de aprender; pero, aun así, Wen Ning  pensaba que era una pena que no hubieran intentado al menos pulir un poco. En aquellas condiciones, sus modales y su comportamiento eran los de un niño de seis años.

Lo que dice tú corazónWhere stories live. Discover now