🌆 [Capítulo 19]🌆

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A lo largo de las semanas siguientes, la palabra cortejo adquirió un nuevo significado para Wangji . En lugar de conquistar a Wei Ying  con palabras de amor dichas en susurros, hacía música, por llamarlo de alguna manera. En vez de escribirle poemas románticos, le dibujaba letras y hacía un gran esfuerzo para intentar enseñarle el alfabeto de signos. En lugar de entretener con conversaciones brillantes, le metía una trompetilla en el oído y gritaba; o clavaba los ojos en un libro y, mientras leía, intentaba torpemente hacer señas según las instrucciones.

Al principio, Wei Ying  fue un alumno poco receptivo. A él mayor le devoraba la ansiedad tratando de hacer las señas perfectamente, pero al alzar la vista descubría que el ojigris había desviado su atención hacia la ventana que se encontraba detrás de él o que estaba mirando uno de sus «aparatos de ruido» con gran anhelo. De vez en cuando, lo sorprendía incluso mirándolo con aquel vivo deseo que le alteraba los nervios. Desde el día aquel en la habitación de los niños, Wangji no había vuelto a tratar de abrazarlo, no porque no quisiese estrecharlo entre sus brazos, sino porque temía perder el control si se excitaba demasiado.

Por lo visto, Wei Ying  no tenía una preocupación semejante. Para el, los juegos preliminares habían sido una experiencia sumamente placentera, y era evidente que no establecía relación alguna entre dichos juegos y el hecho de que Wangji  quisiera hacer más. Lamentablemente, sí había una relación, y bastante fuerte. No obstante, Wangji  estaba decidido a no tomar parte en actividades que pudiesen salirse de control, hasta que estuviera seguro de que Wei Ying  estaba listo para consumar el matrimonio.

Una mañana, mientras le daba una clase sobre la lengua de signos, Wangji  alzó la vista de la guía de enseñanza y vio a Wei Ying  apoyado sobre su escritorio. Su peso descansaba por partes iguales en los codos y en el hinchado vientre. La sonrisa picara y la mirada seductora hicieron que su corazón empezara a latir con fuerza.

—Wei Ying , se supone que deberíamos estar trabajando —dijo él con voz severa.

Los hoyuelos de sus mejillas se hicieron más profundos y, mientras el otro hombre miraba fijamente su boca, a él le dio la impresión de que estaba pensando en cosas que no tenían nada que ver con la lectura de los labios. Llevándose una mano al canesú de su vestido, empezó a juguetear con sus botones. Luego, alzó la mirada hacia la de su marido. Su sonrisa le formulaba una inconfundible invitación. Wangji  apartó la mirada enseguida y empezó a hojear desesperadamente las páginas del libro. El pequeño seductor se inclinó aún más hacia él.

—Wei Ying  —dijo, alzando la vista— Baja, por favor, del escritorio. Vas a desparramar los papeles por...

Su mirada cayó como una roca para posarse en los delgados dedos del joven, que habían pasado de los pequeños botones de su canesú a la cima de uno de un pecho. Wei Ying se estaba acariciando suavemente a través de las capas de ropa. Wangji  podía ver su pezón palpitando con fuerza contra la tela, y era una tentación que lo atraía de manera irresistible.

—Wei Ying , no hagas eso. No es...

El aludido sonrió y se mordió el labio inferior.

Wangji  se levantó de la silla y se dirigió hacia la ventana.

—No debes...

No pudo evitar sonrojarse, no podía apartar la mirada de su mano y de lo que estaba haciendo. Se le hizo un doloroso nudo en el estómago... y más abajo. Quiso decirle que aquel
comportamiento era impropio y desvergonzado, pero tenía que reconocer que, mientras su a-Ying hiciera aquellas cosas cuando estaban a solas, a él no le parecía nada malo. Todo lo contrario.

—Nunca hagas esto frente a otras personas —le dijo con voz ronca— Ni en presencia de Huang  ni de nadie más. ¿Entiendes?

Este asintió con la cabeza. Wangji  tomó aire, tembloroso.

Lo que dice tú corazónWhere stories live. Discover now