°Capítulo 5°

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La fecha de la boda se fijó para la semana siguiente, y Wangji  llegó al umbral de los Wei a las diez en punto de la mañana para convertir de Wei Ying  su legítima esposa.

El plan parecía bastante sencillo: un matrimonio rápido, pasaría unos cuantos meses cuidando de Wei ying , y luego devolvería al chico a casa de sus padres. ¿Qué podría salir mal? A Wangji  le parecía que la respuesta a esta pregunta era: todo. Desde el instante mismo en que entró en la casa, empezó a tener dudas, muchísimas dudas.

Como un niño curioso obligado a subir al piso de arriba mientras había invitados en casa,  Wei Ying se encontraba sentado en el rellano que daba al recibidor. Su pequeño rostro quedaba enmarcado por los balaustres de caoba y sus ojos estaban exageradamente abiertos por la perplejidad, mientras observaba todo lo que estaba pasando abajo. El reverendo Xiao Xicheng , el pastor que iba a oficiar la ceremonia, había llegado apenas unos segundos antes que Wangji  y un criado lo conducía al salón. Dos peones transportaban uno de los baúles de  Wei Ying a la planta baja. Las criadas corrían de aquí para allá. Cualquiera podría darse cuenta de que algo fuera de lo común estaba a punto de suceder allí.

Cuando Wangji  entró en el recibidor,  Wei Ying se quedó completamente paralizado y su rostro pareció perder hasta la última gota de sangre. No se necesitaba ser un genio para comprender que el chico creía que era Xichen. Dada su incapacidad intelectual, él no sabía cómo sacarlo de ese error. Temeroso de que el novio sufriera un ataque de pánico, Wangji  paró en seco. Aun a una distancia de siete metros, él podía sentir el miedo. Electrizante, flotaba en el aire que había entre ambos, poniéndole la carne de gallina.

Con su metro ochenta y ocho  de estatura, el joven criador de caballos era un poco más alto que los jóvenes de su edad. Por infinidad de razones, en distintas ocasiones deseó ser más bajo, pero nunca tanto como en aquel momento. Se había quitado el sombrero antes de entrar en la casa, de manera que en aquel instante no podía descubrirse de golpe para parecer más bajo. A juzgar por el terror que se reflejaba en los ojos de Wei Ying , encorvar los hombros tampoco le estaba ayudando mucho. Con un chico como él , que tenía todas las razones del mundo para estar asustado, éste era un incuestionable punto en contra.

Si Wei Ying fuese capaz de hablar, de entender, Wangji  habría podido tranquilizarle. Tal y como estaban las cosas, todo lo que podía hacer era quedarse allí e intentar expresar con su mirada lo que no podía decirle con palabras; concretamente, que él no era Xichen y que no había sido cortado con la misma tijera que su hermano. A él nunca se le ocurriría hacerle daño, ni tampoco permitiría que ninguna otra persona se lo hiciera.

—Buenos días...—dijo al fin en voz baja, mostrándole una tierna sonrisa que pudiera tranquilizarlo.

Cuando Wangji  habló, el ojigris pasó a fijar toda su atención en la boca de él, y una expresión de absoluto desconcierto cruzó por su rostro. A Wangji  se le cayó el alma a los pies, mientras su sonrisa de desvanecia con lentitud, pues había esperado que el pudiera entender al menos unas pocas palabras. Convencido de que no era así, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y cerró los puños.

La manera en que lo miraba hacía que se sintiera como un monstruo. Un horrible monstruo. Intentó nuevamente esbozar lo que esperaba que fuese una sonrisa de apariencia inofensiva, pero sentía su rostro tan rígido que temía que más bien pareciese una mueca. Por si el joven podría caer en la cuenta de que él no era Xichen si lograba verlo bien, se acercó un poco más.

Por alguna razón, él, que nunca la había tenido tan cerca, no lo había imaginado tan menudo. Tenía los hombros estrechos, los pies pequeños y los miembros frágiles. Dudaba de que pesara siquiera 45 kilos, con ropa y todo.

Lo que dice tú corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora