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Se dirige al aparcamiento. Ya comenzaba a caer la noche, y el cielo estaba más oscuro debido a las nubes de tormenta. Al menos pudo haberse tomado casi todo el día de descanso, pues aquella infiltración que la policía necesitaba era en el atardecer. A Horacio le extrañaba que hubiesen seguido la pista hasta el norte. No era su jurisdicción, y ya intuía cómo iban a reaccionar los sheriffs si veían a la LSPD rondando sin avisar.

Aquel día, Horacio simplemente llevaba una bandana negra que le dejaba descubierto de ojos hacia arriba, junto a una sudadera blanca ancha y unos pantalones oscuros rasgados. Había elegido un oufit que ya se había puesto otras veces, pero no tenía muchas ganas de ingeniar otro nuevo. Así que, preparándose para salir del coche, agarra un par de cargadores extras y los mete en la guantera. Debía ir a hablar con el organizador para asegurarse que estaba en la lista de los participantes. De nada le servía correr si luego no se llevaba ninguna recompensa. Antes de hacerlo, el sonido de su radio le hace detenerse.

—¿Ya está allí, H? —Los dos comisarios, un par de agentes más y él se habían movido a una emisora distinta a la oficial.

—Sí, voy a salir—informa, sin miedo a hablar alto pues había música y desde el interior del vehículo nadie le escucharía.

—Nosotros estamos rondando la zona, avísenos cuando vaya a empezar la carrera—en todo momento es Kovacs quien habla.

—10-4—contesta, dejando la radio en los asientos traseros y saliendo por fin del coche.

Con parsimonia y confianza, saluda a los conocidos por el camino, hasta que llega donde está un coche negro. Allí, el chico que organiza el evento está apoyado, fumando con otra gente.

—¿Cuándo empieza esto? —Ni siquiera saluda.

—Y tú eres...

Horacio sabía quién era, se dedicaba al robo de casas, sobretodo. Tenía un grupo que controlaba toda la zona norte y el negocio de las casas.

—Mago—contesta.

Este revisa en su móvil, hasta que da con dicho nombre en la lista. Lo guarda de vuelta y sonríe.

—En diez minutos—responde.

El federal asiente, y se gira para ir a hacer tiempo con la gente que conoce.

Por otro lado, Kovacs y Volkov estaban en un coche de secreta, apartados de la quedada. Aún así, podía escuchar el barullo. No tenían conversación ninguna. Su idea no era parar la carrera, solo estaban de refuerzos por si algo ocurría. Con aquel tipo de gente nunca se podía saber. Y aunque sabían que el agente del FBI era más que capaz por sí mismo, no podían arriesgarse.

Pronto los minutos pasan, y reciben el aviso del de cresta sobre que la carrera va a comenzar. Horacio se coloca en su coche, abrochándose el cinturón. Lo último que quería ahora era salir volando por el parabrisas cuando alguien chocaran contra él. Sube el volumen de la radio del vehículo, hundiéndose en la música que esta suelta. Espera la señal, y cuando está por fin es dada, pisa el acelerador a fondo. Puede que fuera una infiltración, pero se lo tomaba en serio y no quería perder.

Intenta esquivar y no perder velocidad, pero no tardan en comenzar a jugar sucio. Va de los primeros, y eso al resto no le gusta, y no tardan en empujar con sus vehículos. Se lo estaba pasando bien, hasta que escucha a lo lejos las sirenas de policía. Maldice entre dientes, debían haber avisado a la LSSD, estaba claro que esto iba a pasar. Apaga la música e intenta huir de allí, no le apetecía tener ahora que ser procesado. Entonces, escucha disparos y pronto su coche pierde el control. Habían pinchado sus ruedas.

—¡Sal! ¡Están pinchando! —Oye el grito de España, y luego le ve correr hacia el campo.

Se deshace del cinturón y sale de allí sin tomar nada. Por suerte, el mando a distancia hace que el coche se cierre automáticamente. Corre detrás del hombre, y a lo lejos divisan unos arbustos.

Galletas de amor. |AU Volkacio|Where stories live. Discover now