+18

1.8K 217 35
                                    

Horacio se da la vuelta, en camino a la cocina. Ni siquiera se cuenta qué hace Volkov allí tan temprano. El ruso, por otro lado, aún recordaba con detalle la noche anterior, no hace tantas horas. Cierra la puerta y le sigue. Le ve tomando un vaso de agua, con la cabeza echada hacia atrás. Traía puesto un pijama a cuadros en la parte inferior, y una camiseta básica de mangas largas blanca arriba, medio holgada. Viktor deja la bolsa sobre la mesa.

—¿Qué es eso? —Cuestiona el federal.

—Medicamento para el moretón de tu abdomen.

—Oh—se toca la zona, que al parecer no había notado hasta entonces, y cierra los ojos al sentir el dolor—. Gracias.

La toma, abriéndola y mirando el pequeño frasco.

—¿Acabas de entrar de servicio? —Le mira durante un segundo, inspeccionando su cuerpo aún con el uniforme policial, pero uno diferente al que llevaba ayer.

—No, sigo desde anoche—suspira.

Horacio frunce el ceño.

—¿Y qué haces que aún no te has ido a dormir?

Se encoge de hombros.

—No es que esté muy cansado igualmente—se cruza de brazos.

—No deberías trabajar tanto aún así.

El comisario tambalea sus pies hasta que camina con lentitud rodeando la mesa y quedando a su lado, apoyado en la encimera.

—¿Vamos a hablar de lo de anoche? —Estaba cansado de andarse con rodeos.

Y el de cresta no se lo esperaba, pues alza la cejas sorprendido y balbucea antes de decir algo entendible.

—¿De qué quieres hablar, exactamente? —Toma asiento en una de las sillas, mirándole ahora desde abajo, guardando las distancias.

—Creo que fui muy claro. Pero no sé nada con respecto a ti, porque unas veces estás molesto y otras no—suspira.

Horacio bufa

—¿Cómo no iba a estarlo? No me gustas desde hace solo un mes—le evita la mirada, frunciendo el ceño y no queriendo hablar de eso.

—Tú a mí tampoco—habla sin titubear.

—Bueno, sí de una competición se tratase, estaría más que claro quién ganaría—carcajea, echándole un rápido vistazo.

—Técnicamente no te rechacé en ningún momento, ¿así que por qué das todo por sentado?

Ahora el federal sí vuelve a mirarle directamente.

—¿No? ¿Entonces toda esa charla en el despacho qué fue? ¿Una película? —Se burla.

El comisario, ahora, dejando su posición, coloca una de sus manos en el respaldo de su silla, y otra en la mesa a su derecha, dejándole así arrinconado. Se inclina hacia delante, quedando a escasa distancia de su rostro.

—Que yo recuerde, solo te dije que no estaba preparado para una relación.

—Y no recuerdo habértelo pedido en ningún momento, así que estabas tú más ansioso que yo—enarca una ceja, recorriendo todas sus facciones con sus ojos.

—No te lo voy a negar—mira sus labios.

Antes de besarle por primera vez, estar a esa distancia nunca había supuesto un problema para él. Pero desde que lo hizo en el ascensor, siempre se quedaba con las dudas y ganas de más. Era un entretenimiento que no le molestaría practicar a cada minuto. Nunca pensaría que aquel chico se convertiría en «eso» para él, y aún más sabiendo cómo era él mismo con los sentimientos. Pero ya no quería desperdiciar más vida en reprimirse. Había pasado mucho tiempo, ahora ya no estaba ni bajo las órdenes del ejército ni bajo las del superintendente. ¿A qué tenía tanto miedo?

Galletas de amor. |AU Volkacio|Where stories live. Discover now