Capítulo 5: Destino a favor.

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Dulce se detuvo un momento para darle un sorbo a su café, luego continuó tecleando en la computadora de forma eufórica. Solo el trabajo la había reconfortado ese lunes, luego del fin de semana surreal que recién había pasado. Decidió no ir a su oficina, pues se sentía demasiado abatida como para arreglarse y salir a sonreirle a las personas que trabajan con ella.

Hace un año y medio que trabajaba como abogada ambientalista en una prestigiosa firma, un trabajo que le había costado sangre, sudor y lágrimas conseguir y que le daba, día a día, una gran satisfacción. <<Solo tú puedes sacar lo mejor de una profesión tan oscura como el derecho>> le había dicho Christopher, cuando le contó su decisión de continuar por esa rama.

Se reclinó hacia atrás en su cómoda silla de cuero, al pensar por un instante en Christopher, perdiendo toda la concentración que se había esforzado por mantener gran parte del día. No había sabido nada de él desde que su ex-mejor amigo la dejó desnuda en su cama el sábado por la noche, solo con la añoranza de lo que habían compartido y la certeza de que todo había sido un error.

Bufó por lo bajo al recordar sus palabras <<si tu me lo hubieras dicho... yo habría...>> ¿qué habría hecho él?, ¡nada!, se dijo a sí misma, a lo sumo le habría golpeado el hombro, con una mezcla de afecto y lástima, para luego decirle que él no la veía de la misma forma; que ella había confundido sus señales, pues él la quería solo como a una hermana pequeña. Luego todo habría sido tan incómodo que habrían dejado de verse y, de paso, habría perdido la amistad que tenía con Anahí.

Pensar en la rubia la mortificó aún más, pues junto con la pena desgarradora que había sentido cuando Christopher se fue, también la había asaltado la culpa por haber traicionado a su mejor amiga. Porque si había alguien inocente en esta historia, esa era ella.

Se encogió de hombros, en esa conversación que estaba teniendo consigo misma. Corazón que no ve, corazón que no siente, se dijo, Annie nunca se enteraría de lo que pasó. Ella no se lo contaría y sabía que Christopher tampoco lo haría. Probablemente él necesitara un tiempo para reflexionar sobre todo, solo para concluir que lo del sábado no había significado nada y que se habían dejado llevar por el deseo. Después, él se daría cuenta de que la mujer de su vida era y siempre sería Anahí, la llamaría por telefono, o si tenía el suficiente coraje, tomaría un avión e iría a París para disculparse por su actuar, la besaría, la llevaría a la cama y le haría el amor, los dos se reconciliarían y ella se quedaría fuera del marco, donde siempre debió haber estado.

El timbre la sacó de sus pensamientos, se levantó del escritorio y arrastrando los pies salió de su estudio en camino a la puerta, pero antes de llegar a ella se detuvo, recelosa, ¿sería Christopher nuevamente?, se preguntó.

—¡Dulce! —gritó Christian del otro lado, al tiempo que daba dos golpes a la puerta—. ¡Abre, sé que estás ahí!

La pelirroja suspiró decepcionada, luego se dio un golpe en la frente. A ver si con eso podía alejar los pensamientos, sentimientos e ilusiones que giraban en torno a Christopher, él no la llamaría, ni menos volvería a ir a su casa. No la quería, al menos no como a ella le gustaría, y era algo que tenía que empezar a asumir.

Se acercó aletargada a la puerta y la abrió, encontrándose con su mejor amigo, quien traía tres vasos de café y una bolsa de papel entre las manos. A su lado estaba Maite, quien era prima de Christian y, además, trabajaba como su secretaria en la firma.

—Espero que ahí traigas brownies —dijo a modo de saludo, arrebatándole la bolsa al chico y sintiéndose medianamente feliz al darse cuenta que tenía razón. Entró al departamento dejando la puerta abierta para que sus visitantes entrarán.

Ella o yoWhere stories live. Discover now