Capítulo 17: Te vas a casar conmigo

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Dulce le mantuvo la mirada, impávida, tratando de darle un significado lógico a lo que él acababa de decir. Era evidente que le estaba tomando el pelo, pero el tiempo pasaba y él no decía nada para delatar su jugarreta. Por el contrario, se había quedado frente a ella, esperando tranquilamente por una respuesta, al igual que si le hubiese dicho algo tan sencillo como querer un helado.

Finalmente una risa nerviosa se escapó de los labios de la pelirroja, los cuales se apresuró a cubrir con la mano, pero eso no logró que dejara de reír. No sabía de dónde venía aquello, pues el humor estaba muy lejos de ser algo que sintiera en ese momento.

Christopher, por su parte, al verla se contagió con sus suaves carcajadas, tan jovial como siempre y Dulce sintió como el corazón le daba un vuelco, pues habían pocas cosas en la vida que le dieran más satisfacción que ver a ese hombre sonreír.

—Espero que sea una broma —dijo Dulce finalmente, aún con humor en la voz.

—Para nada —respondió sonriente—. Estoy hablando muy en serio. Quiero que nos casemos.

Entonces la risa histérica desapareció, solo para dar paso a la estupefacción. No podía ser verdad, Christopher no podía querer eso, ¿por qué lo haría? si lo que había hecho era suficiente para que él no quisiera verla nunca más. No había explicación para que él quisiera unir su vida a ella después de lo que ocurrió.

—Me encantaría sacarte una foto en este momento, tu rostro es un verdadero poema —se burló Christopher.

—¿Qué es lo que pretendes? —preguntó Dulce con el ceño fruncido—. ¿Viniste hasta acá solo para burlarte de mi? ¿Es una especie de castigo por lo que te hice?

Christopher no respondió de inmediato, se quedó mirando aquellos ojos que siempre lo habían cautivado, pero que ahora no podía dejar de ver sin recordar todo lo que ella había sido capaz de hacer. Aún tomando eso en cuenta, su traicionero corazón hacía la vista gorda, pues desde que la vio sintió unas enormes ganas de estrecharla entre sus brazos, embriagarse su delicioso aroma y besarla en los labios, más ahora que la tenía tan cerca de él. Pero debía ser fuerte, se repetía una y otra vez, Dulce era como un espejismo, no era la tierna y amorosa mujer que había aparentado ser por tantos años, menos la novia perfecta con la que vivió por 4 meses. Dulce era una egoísta, que sin importar los sentimientos de los demás, hacía a su voluntad.

—¿Si así fuera, no crees que estoy en mi derecho? —respondió él finalmente, ya con menos humor que antes.

—Ahí está —dijo ella, como si hubiese descubierto algo que llevaba buscando por un buen rato—. ¿Por qué no te sacas toda la rabia que tienes ahí, me insultas un rato y te vas? Creo que va a ser lo mejor para los dos.

—Puede ser, pero me niego a hacer algo así. Primero, porque nunca te insultaria, aunque hayas hecho lo que hiciste. Segundo, porque me parece una vía un poco fácil y con falta de escarmiento. Y tercero, porque ya te dije a lo que había venido y no me voy a ir hasta que lo haya resuelto.

—Entonces, tienes un problema, porque no me voy a casar contigo.

—Te equivocas, preciosa. La que tiene un problema eres tú y te voy a explicar por qué —se giró sobre sus talones y se sentó nuevamente. Luego hizo un gesto con la mano para que ella lo hiciera también—. Por favor.

Dulce rodó los ojos con fastidio e impaciencia y luego hizo lo que él le pedía, solo con la esperanza de que cuanto antes terminara de hablar, más pronto se iría de su casa. Obviamente no importaban las razones que le diera, pensó, no iba a acceder al disparate que le había propuesto.

—No te imaginas lo confundido que quedé luego de tu confesión. En mi mente tú eras la única mujer que yo había amado en la vida y, como tal, me negaba a creer que hubieses sido capaz de hacer algo como lo que hiciste —bufó, irónico—. Lograste tan bien tu papel, que necesité recordarlo todo, tal y como era, para finalmente convencerme de que sí me habías engañado de esa forma tan vil. Y no solo a mi, sino que a Annie también.

Ella o yoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ