Bonus parte I

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Apoyó los codos en la mesa y luego su rostro sobre una de sus manos, mientras veía a Tomás hablarle animado sobre algo, ¿qué era ese algo? no lo sabía, pues hace rato se había desconcentrado con el rítmico movimiento que hacían sus labios al hablar, o lo brillantes que se veían sus dientes cuando sonreía furtivamente durante su relato. Solía preguntarse cómo hacía este niño para estar tan bueno y, mientras se hacía esa pregunta, lo recorría con la mirada. El rubio color de su pelo liso combinaba perfectamente con el azul de sus ojos, los cuales la venían cautivando de toda la vida, pues no había recuerdo en sus diecisiete años de vida donde Tomás Herrera no estuviera. Luego estaba su nariz recta y perfilada, sus sensuales labios, su fuerte mandíbula, el perfecto tono trigueño de su piel...

¡Luna, ya!, se dijo a sí misma, mientras pestañeaba con rapidez y se enderezaba en la silla, pues temió que Tomas pudiera percibir lo embobada que estaba viéndolo, lo cual sería por lo bajo vergonzoso.

—No me estás escuchando. Afirmó el chico con una encantadora sonrisa en los labios y Luna sintió como se le derretía el corazón por milésima vez desde que se sentaron en el café de la esquina del colegio, luego de que ella saliera de clases, una rutina de todos los viernes y que afortunadamente no había perdido, pese a que él ya estudiara en la universidad.

—Si te escuché —dijo tratando de sonar segura y Tomás se rió.

—¿ah, sí? ¿Y qué te dije? —preguntó cruzando los brazos sobre la mesa para inclinarse hacia adelante y mostrarle toda la atención a su mejor amiga, notando cómo ella se sonrojaba.

Luna entornó los ojos un segundo, tratando de buscar en su memoria alguna palabra clave que le diera una pista acerca de lo que Tomas le había estado contando, pero nada le venía la cabeza, menos si sentía la mirada de él sobre ella de forma tan intimidante.

—Ok, confieso. No te estaba escuchando. Lo siento —dijo avergonzada y a cada segundo más sonrojada.

Tomás soltó una carcajada y, enternecido como siempre por la pequeña Luna, alargó una de sus manos hasta alcanzar una de sus castañas ondas, hasta dejarla detrás de su oreja.

—Te estaba contando que Juliana me pidió que fuera su pareja en el baile de fin de curso

—¿¡Juliana!? ¿¡Mi mejor amiga Juliana!? —dijo escandalizada, con los ojos muy abiertos.

—Si, Juliana, tu mejor amiga —afirmó divertido—. ¿Qué tiene?

—Nada —se encogió de hombros—. Como que muy lanzada, ¿no?

—Qué anticuada, Luna, ¿en qué siglo vives?

—En el siglo que sea es de desesperadas invitar a un chico a tu prom —opinó con la barbilla en alto, lo cual provocó una nueva carcajada en su mejor amigo. Entonces lo miró con suspicacia—. ¿Y tú qué le dijiste?

—Que lo iba a pensar —respondió inclinándose en el respaldo de la silla—. Yo ya estoy en la universidad —fanfarroneo—, y paso un poco de fiestas de niños.

—Presumido —lo acusó, negando con la cabeza.

—Anticuada —replicó con una sonrisa burlona. Luego hubo un minuto en el que ninguno de los dos dijo nada, hasta que se atrevió a preguntar—. Además, quería saber qué pensabas tú.

Luna frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Si... Es decir, ¿te molestaría que fuera con ella?

—¿Molestarme a mí? —bufó divertida, esperando ocultar los celos que le daban siquiera pensar ver a Juliana y a Tomás en el baile, juntos—. No puede importarme menos.

Ella o yoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon