Capítulo 20: Cambio de actitud

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Ambos estaban con los ojos entrecerrados, con la mirada fija en los labios del otro. Y Christopher supo que aún estaba a tiempo de apartarse de ella, de evitar caer en su embrujo, pero sencillamente no quiso.

La pelirroja se había inclinado levemente hacia atrás, mientras él lo había hecho hacia adelante, logrando que, al igual que sus labios, la espalda de ella y el pecho de él apenas y se rozaran. Era como si ambos tuvieran miedo a tocarse completamente, pues de forma inconsciente sabían, que si lo hacían, terminarían por quemarse al calor de las llamas que se producirían al desatar la pasión por largo tiempo contenida. Pero a Christopher, nuevamente, no le importó. Cruzó sus brazos alrededor de la cintura de su esposa y la apretó contra su cuerpo, ya no dejando espacio alguno entre ellos y logrando que ella soltara un suspiro ahogado ante la sorpresa. Vio sus labios entreabiertos por última vez, como una confirmación a su deseo de que la besara y lo hizo, sin ningún reparo.

La besó apasionadamente, bebiendo del dulce sabor de sus labios, conjugando su lengua con la de ella y disfrutando de las sensaciones que lo embargaban, al tener un contacto tan íntimo otra vez y ya no porque alguien los estuviera viendo, sino porque lo habían sentido.

Sabía que esto era completamente opuesto a lo que había planeado hacer. Se había mentalizado en el largo viaje hasta el caribe y durante la noche anterior, de que la ignoraría, que sería frío y osco con ella. Y lo había intentado, Dios sabe que si, pero era débil ante sus encantos y más aún cuando descubrió que un imbécil había intentado acapararlos. Aunque quién podría culpar a ese pobre idiota, pensó, si su mujer era la criatura más hermosa, delicada y sexy que había en la tierra.

Tenía que apartarse de ella, levantarse y encerrarse en su habitación, tal como había hecho ayer. Era consciente de que debía hacerlo, pero su cuerpo se negaba a apartarse, como si ahora estuviera comandado por su traicionero y olvidadizo corazón, que una vez más, hacía la vista gorda ante lo que su otrora mejor amiga había hecho en el pasado.

—¿Por qué haces esto? —preguntó Dulce en un susurro, luego de que fuera ella quien rompiera el beso con delicadeza, pues el aire le había comenzado a faltar a los dos. Mas no se comparaba con la falta que Christopher sintió, al ya no sentir el contacto de sus labios.

—¿Qué cosa?

Ambos se mantuvieron en la misma posición. Dulce había apoyado su cabeza en el hombro de él mientras lo miraba a los ojos y, con sus manos, le acariciaba los brazos que con tanto ahínco la rodeaban.

—Esto... El beso... —dijo con torpeza. Después suspiró—. Tú me detestas.

—No te detesto —declaró sincero, sin dejar de verla a los ojos.

—Pero tampoco me amas.

Él no respondió y Dulce sintió como su alma se quebraba un poco más. Se sintió tonta por ello, pues era algo que ya sabía y que debería tener asumido.

Los brazos de Christopher dejaron de envolverla cuando se irguió para sentarse, poniendo ambos pies en la arena, a un lado de la reposera. Aún estaba algo aturdida por lo que había pasado, también nerviosa, ya que él no había despegado los ojos de los suyos desde que sus labios se había separado. En ellos ella podía descifrar la confusión y concluyó que lo mejor era poner un poco de distancia.

—Voy a nadar un rato —le avisó. Sin esperar que él respondiera.

Se levantó y desató el nudo que mantenía el pareo ajustado a su cadera, lo dejó en su bolso y se encaminó al mar. Las cálidas, pero a la vez refrescantes, aguas del mar caribe la relajaron en el preciso instante en el que se zambulló en ellas. Nadó mar adentro un rato, solo para liberar la energía contenida, luego de su encuentro con Christopher y cuando sintió que ya había recorrido una distancia considerable, solo se dejó flotar boca arriba, con los brazos extendidos, recibiendo el sol sobre su rostro y el frescor del agua en su espalda. Era una sensación absolutamente relajante, o lo sería si ella pudiera apartar de su cabeza los tortuosos pensamientos que la atormentaban acerca de la relación que mantenía con su esposo.

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora