Capítulo 23: Hogar

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—¡Por ningún motivo! —declaró firme, mientras veía al hombre frente a ella.

—¡Dul, por favor! —suplicó— Solo serán un par de semanas. Mientras busco a alguien que lo quiera.

La pelirroja se cruzó de brazos y suspiró, al tiempo que veía al tierno y peludo cachorrito que su mejor amigo sostenía entre los brazos. Era un precioso boyero de berna, el cual no debía tener más de tres meses.

Vicente, compañero de trabajo de Christian en la cafetería, con el que llevaba flirteando varios meses, tenía una perrita que había dado a luz a 6 cachorros y en un afán por ayudarlo, y que el chico quedara aún más prendado de él, Christian se había ofrecido a cuidar de uno. Lamentablemente no contaba con las políticas restrictivas de su edificio, por lo que había tenido que recurrir a su mejor amiga para la tarea, al menos mientras le buscaba un hogar permanente.

Debido a ello, se había plantado a las 5 de la tarde en la oficina de la pelirroja, ya que era su usual hora de salida, pero al ver que tenía que trabajar hasta más tarde, esperó pacientemente las dos horas siguientes, en la recepción con Maite, hasta que Dulce terminara de trabajar, para pedirle el enorme favor.

Christian alzó al cachorro hasta ponerlo al nivel de su rostro, como escondiéndose detrás de él.

—Por favor tía Dul, cuidame unos días. Prometo ser bueno —dijo el barista con voz de bebé, como si fuera el perro quien hablaba. La pelirroja no pudo evitar sonreír.

—Christian, a penas doy abasto con mi trabajo. Sabes que desde que volví estoy tratando de ponerme al día. No sé si tenga tiempo de cuidar un perro.

Hace cuatro semanas que había regresado de su luna de miel y, desde aquel momento, había tenido que ponerse al corriente de todo lo que había dejado a medio funcionar cuando huyó a la casa de sus padres. Además, gestionar el término del contrato con el casero que le alquilaba su departamento, la búsqueda de uno nuevo y la mudanza a este.

Afortunadamente, no les costó demasiado encontrar un nuevo lugar donde vivir. Christopher le enseñó un hermoso departamento de tres habitaciones, dos baños y amplia terraza, ubicado en una linda zona de la ciudad, del cual quedó perdidamente enamorada. Y aunque al principio le pareció demasiado para lo inestable de su relación y lo temporal de su matrimonio, no pudo rechazar la oferta de alquilarlo.

Les había tomado dos semanas completas mudarse y eso le había costado muchas horas de trabajo, por lo que requirió de toda su organización poner en orden todos sus quehaceres. Pese a eso, aún tenía incendios que apagar, aunque cada día eran menos.

Se consolaba pensando en que cuando llegara a casa, y dado la hora, Christopher ya estaría ahí, esperándola con la cena lista y una amena conversación. Desde que habían acordado la paz, durante su escueta luna de miel, las cosas entre los dos había mejorado bastante. No podía decir que estaba completamente feliz con todo, pues la certeza del amor que Christopher no le profesaba era un dolor crónico, pero definitivamente era algo soportable.

—Además —continuó la pelirroja—, ¿Qué le voy a decir a Christopher?

—Christopher te da en el gusto en todo, Dul.

—¿En qué mundo vives? Eso no es cierto.

—No, en qué mundo vives tú —rebatió—. ¿Es que acaso no te has dado cuenta?

—¿De qué?

Christian abrió la boca, dispuesto a responder. Pero finalmente decidió callar. Si su mejor amiga aún no era capaz de darse cuenta del amor que su marido le tenía, no era él el indicado para revelarlo. Los había visto juntos un par de veces desde que volvieron de Cancún y si el sentimiento entre ellos era perceptible el día de su boda, ahora era algo más que evidente, pero al parecer lo era para todo el mundo, excepto para ellos.

Ella o yoWhere stories live. Discover now