Capítulo 18: Empieza el resto de nuestra vida

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Dulce tomó una de las copas con champaña que descansaban en la mesita de centro de la sala. Esperando que el alcohol contenido en el burbujeante brebaje le ayudará a soportar la velada. Le dio un sorbo y segundos más tarde sintió el brazo de Christopher rodeándole la espalda baja, para depositar su mano en la cadera. Era un gesto relajado y posesivo, del que ella disfrutaba hace no más de dos semanas, pero que ahora resultaba terriblemente amenazante, precisamente por su naturalidad.

Miró al hombre a su lado, vestido de pantalón negro y polo blanco, cubierto por una chaqueta de lino color hueso, se mostraba sexy e informal. Conversaba animadamente con su hermano y Sofía, mientras Dulce se preguntaba en qué momento Christopher había pasado de ser el príncipe de sus sueños al psicópata de sus pesadillas. La respuesta era obvia, se dijo a sí misma, ella había provocado ese cambio gracias al teatro que había armado y eso, en los dos días que habían pasado desde que él había aparecido en la puerta de la casa de sus padres, la había hecho concluir que, en parte, se merecía este castigo que él se había empecinado en propinarle. Aunque luego de un rato, descubría que no estaba del todo de acuerdo con ello, pues las razones que ella había tenido para hacer lo que hizo, distaban completamente de las que tenía Christopher. Ella lo había hecho por amor, él lo hacía por absoluto despecho y eso le dolía en el alma. Le dolía ver las consecuencias de sus actos, pero más le dolía saber que había perdido todo el cariño que él sentía por ella, incluso el fraternal. Siempre fue consciente de que así sería, más nunca imaginó lo insoportable que se sentiría.

Echó un vistazo rápido por el salón de la casa de sus padres, el cual estaba finamente decorado con manteles y luces, la mejor platería y cristalería había sido expuesta, mientras que un pequeño banquete y licor caro reposaba sobre la mesa. Todo había corrido por cuenta de Blanca y Fernando Espinoza, quienes emocionados hasta las lágrimas porque su única hija contraería matrimonio con su mejor amigo de toda la vida, no habían escatimado en gastos en aquella fiesta de compromiso.

Suspiró, sintiendo una punzada de culpa en el pecho al ver a sus padres animados conversando con los de Christopher. Probablemente estarían hablando sobre los preparativos de la inesperdada y próxima boda que se llevaría a cabo en 3 días más, o tal vez quejándose de sus hijos por la misma razón, pero innegable era su felicidad. Pobre de ellos si superan las razones detrás de la unión, pensó Dulce con amargura.

—Bien calladito que te lo tenías, hermano —escuchó Dulce decir a Andrés, mientras le palmeaba la espalda a Christopher con aprobación.

—Llega un momento en el que ya no puedes esperar más para estar con la mujer de tu vida —respondió, mirando a su prometida a los ojos.

—¡Al parecer, literalmente, no puedes esperar! —rió Sofía. Luego miró a Dulce con suspicacia—. ¿Cómo le haces para mantenerlo así de enamorado?

Dulce bajó la mirada por un instante para que nadie pudiera ver la pena que atravesó sus ojos ante esa pregunta. Cuando sintió que estaba controlada, sonrió.

—He sido su mejor amiga durante casi diez años y lo he amado profundamente cada día.

—No seas modesta, mi amor —intervino Christopher, pasándole un dedo por el contorno de la mandíbula para que alzara el rostro y lo viera a los ojos—. Los dos sabemos que has hecho mucho más que eso. Sobretodo este último tiempo —acortó la distancia entre ellos y la besó suavemente en los labios.

Sofía abrazó a Andrés, embelesada con la pareja que tenía enfrente.

—¡Son tan románticos! ¡Serán un matrimonio precioso!

Dulce apartó la vista de los ojos de su prometido para mirar a Sofía, le sonrió con toda la sinceridad que le fue posible, pero sabiendo que solo estaba mostrando una mueca acartonada que esperaba que fuera suficiente. No podía sentirse feliz sabiendo que aquellas palabras, que para la mujer frente a ella habían parecido una declaración de amor, no habían sido más que un latigazo lleno de rencor por sus antiguos actos. Era algo a lo que, al parecer, iba a tener que acostumbrarse, pues Christopher se había comprometido a pasar el resto de su vida con ella solo para asegurarse de que no los olvidara nunca.

Ella o yoWhere stories live. Discover now