Final: Ella o yo (parte I)

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Dulce se desconcertó cuando abrió la puerta de su departamento y se encontró con un hombre que no conocía, luego ese desconcierto dio paso a la duda por la identidad de aquel hombre y cuando él le explicó que era el chofer que la llevaría hasta la hacienda Uckermann para la boda de Andrés y Sofía, apareció la decepción, pues esperaba encontrar a Christopher al otro lado de la puerta para aquella tarea.

Alejando sus pensamientos y emociones, le pidió al chofer que esperara por ella mientras terminaba de arreglarse. Él respondió que la esperaría en el auto, el cual estaba estacionado a la entrada del edificio, Dulce asintió y se dirigió a la habitación.

Se miró al espejo por última vez, ajustando el vestido que había elegido para la ocasión; sin tirantes y de color aguamarina, la prenda se justaba a sus pechos hasta las costillas, lugar donde el vestido formaba un cinturón de tela del mismo color, para luego caer suelto y tupido hasta la punta de sus pies. Fue a su armario para escoger unos zapatos que combinaran, teniendo muy en cuenta que fueran de plataforma, pues tanto la ceremonia como la recepción serían al aire libre, y se decidió por unas elegantes sandalias de gamuza color beige. Por último, se puso unos aretes de argolla de oro blanco y un fino punto de luz a juego, el cual daba relucientes destellos.

Vio el resultado final frente a ella, pasó los dedos por las ondas desenfadadas de su cabello rojo y se permitió una pequeña sonrisa. Luego, una mueca se formó en su rostro, suavemente maquillado, ante el nudo en el estómago que había venido sintiendo desde que empezó aquel día, pero que ahora se intensificó ante la idea de ver a Christopher de nuevo.

Al salir, no estuvo segura de que el lujoso Lexus negro que estaba estacionado en la entrada era el auto que la llevaría a su destino, hasta que el chofer que antes había tocado a su puerta salió del vehículo para, amablemente, abrirle la puerta. Cuando entró, solo pudo pensar en las molestias que se había tomado Christopher para llevarla hasta allá. Se sintió agradecida por el tiempo extra, pero también se preguntó por qué no había ido él mismo a cumplir con lo que habían acordado.

Durante la hora y media de camino, Dulce sentía que con cada kilómetro que avanzaban se le aceleraba un poco más el corazón, ya al borde de temer por su salud cardiaca. Lo cierto es que, si bien esas dos semanas le habían dado una perspectiva más clara de lo que había sido su relación con Christopher, aún no sabía qué haría o qué diría cuando lo viera de nuevo.

Una parte de ella solo quería lanzarse a sus brazos y pedirle que reiniciaran el juego, que si realmente la amaba como ella a él, olvidaran este oscuro periodo de sus vidas y continuaran como si nada. Otra parte, igual de fuerte, tenía temor de que este tiempo haya hecho que Christopher recapacitara sobre ese sentimiento que decía tener, concluyendo finalmente que lo que sentía por ella no era más que una simple amistad tergiversada. Una tercera, la última y más racional a su entender, le pedía que mantuviera su mente abierta, que escuchara lo que él tenía para decir, pero no con su cabeza atormentada con recuerdos e inseguridades, sino con su corazón, pues este último, si lo escuchaba con real atención, sería incapaz de engañarla y hacerle tomar una mala decisión.

Cuando el auto cruzó la imponente reja de fierro forjado, dándole la entrada a la propiedad de los Uckermann, Dulce tuvo el fuerte impulso de pedirle al chofer que diera la vuelta y la llevara a casa, tentación que se intensificó cuando notó que su esposo la estaba esperando en el lugar donde el chofer la dejaría.

Christopher le abrió la puerta caballerosamente cuando el auto se detuvo frente a él. Le ofreció una mano para ayudarla a bajar, acompañada de una sonrisa galante y Dulce la aceptó sin darse cuenta de que aguantó el aire desde que rozó su mano con la de él. Cuando salió del vehículo no soltó su mano, en parte porque él la tenía firmemente aferrada y, también, porque sentía que de soltarlo, era muy probable que sus piernas, vueltas mantequilla por lo guapo que se veía, la dejaran en el suelo.

Ella o yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora