Capítulo 6: Dos caminos

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Se quedó de pie al lado de la cama de Christopher, estática, sin saber qué responder. <<Novia>> resonaba en su mente y hacía que le zumbarán los oídos. Él la miraba con confusión, pero esta no se aproximaba ni un poco a la que ella misma sentía dentro de sí.

—Yo no soy tu novia, Chris —le aclaró, cuando fue capaz de hablar. Christopher la miró en silencio por unos segundos y luego se echó a reír.

—Claro —respondió él, como siguiéndole la corriente—. Entonces los nueves años que hemos estado juntos, hemos sido solo amigos, ¿verdad?

<<Precisamente>> dijo Dulce, para sí. Le mostró una sonrisa irónica, mientras él seguía riendo.

—Sabes que siempre me ha gustado tu sentido del humor —continuó él—. Pero, ¿no te parece que ahora es un poco cruel, dado las condiciones en las que estoy? —se señaló a sí mismo con la mano que tenía libre. La otra, unida a la de Dulce, la utilizó para jalarla hacia él con suavidad—. Mejor ven aquí y salúdame como corresponde, ¿quieres?

Dulce se acercó como imantada hacia él gracias a la sonrisa que le regaló. Amaba todo de Christopher, pero su sonrisa sencillamente la derretía y lograba que ella hiciera todo lo que él le pidiera. Se sentó a su lado en la cama y Christopher se inclinó para besarla, pero antes de que eso sucediera, Dulce puso sus manos sobre su pecho para frenarlo.

—Espérate —logró decir ella, con toda la fuerza de voluntad que poseía.

—¿Qué pasa? —dijo frunciendo el ceño—. Estás rara.

—¿No te acuerdas de lo que pasó la noche del asalto? —preguntó con cautela. Christopher volvió a acostarse mientras miraba el techo.

—Muy poco —confesó—. Recuerdo que salí de tu departamento y estaba molesto, pero no me acuerdo por qué. Comencé a caminar hasta llegar al parque; estuve ahí un rato y luego se me acercaron dos tipos para pedirme dinero —sacudió la cabeza, pues desde ahí todo se tornaba muy borroso—. Ya no importa —dijo para tranquilizarla, pues notó como ella se había puesto tensa con el relato—. ¿Qué pasó esa noche, Dul?, ¿rompimos o algo así?

—Algo así —respondió ella con una sonrisa triste. No era del todo mentira, se consoló.

—Dulce —dijo acariciando su mano, la cual no había soltado ni por un instante desde que ella llegó—. Sabes que eres lo más importante en mi vida, lo que sea que haya dicho, no lo dije en serio. Te amo.

La pelirroja sintió como el corazón le daba un vuelco al escucharlo decir esas dos palabras. Se lo había dicho antes, pero siempre con una entonación fraternal. Esta era la primera vez que él se lo decía como si se lo dijera a una mujer de verdad.

—Y yo te amo a ti —no pudo evitar responder, pues las palabras salieron sin permiso de sus labios.

Christopher le sonrió con tanto amor, que agradeció estar sentada, de lo contrario sus piernas no la habrían podido sostener. Ella le sonrió de vuelta, permitiéndose una pequeña licencia de lo que estaba pasando. Pero duró muy poco, pues inmediatamente resolvió que todo era muy confuso todavía como para bajar la guardia.

—¿Y de todo lo demás? Tu vida, quiero decir, ¿te acuerdas de todo? —preguntó Dulce.

—No sé, supongo que sí —se encogió de hombros—. Yo me siento bien.

—¿Cómo nos conocimos? —lo interrogó e, inmediatamente, él bufó con fastidio.

—Dul, ¿esto es necesario?

—Completamente —aseguró firme—. Ahora, respóndeme.

—A veces, eres realmente una latosa —mencionó, luego de resoplar molesto—. Nos conocimos cuando yo llegué al vecindario —sonrió instintivamente al recordar—. Tú eras la bonita pelirroja que vivía al frente. Tu mamá nos invitó a mis papás y a mí a cenar. Al principio, reconozco, fui un poco brusco contigo, pero después nos hicimos amigos.

Ella o yoWhere stories live. Discover now