Capítulo 11: No quiero que te vayas

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Ninguno de los dos supo cuánto tiempo estuvieron besándose bajo la lluvia, pero fue suficiente como para que quedaran completamente empapados bajo ese cielo gris que los albergaba. Fue un beso apasionado, que duró hasta que se quedaron sin aliento y Christopher se apartó, intentando recuperar la respiración y el control de sí mismo.

—Llevo toda la fiesta deseando besarte —le confesó con voz entrecortada, mientras miraba su rostro empapado y concluía, una vez más, que Dulce era la mujer más hermosa que él había visto en su vida, incluso ahora.

—¿De verdad? —preguntó Dulce, escéptica.

—Sabes que eres irresistible para mí —dijo con voz lasciva, logrando que ella sonriera sonrojada.

Su boca volvió a buscarla una vez más, si era posible, con aún más profundidad. Dulce sintió que el tiempo se detenía y como entraba en un pequeño mundo íntimo, solo de los dos.

—Será mejor que entremos —dijo Christopher cuando se separó de sus labios, haciendo uso de todo su autocontrol, pues la temperatura había subido considerablemente y había prometido no presionarla más en este ámbito.

Dulce asintió con la cabeza y él la tomó de la mano para guiarla dentro de la casa. Subieron al segundo piso por la escalera de servicio, así ninguno de los invitados vería lo empapados e impresentables que habían quedado gracias a su encuentro bajo la lluvia. Lo siguió admirando la fachada de la hacienda, pues cada espacio estaba decorado con pulcritud, elegancia y estilo. Luego de cruzar un largo pasillo ingresaron a una de las habitaciones. Pintada de un inmaculado color celeste, contaba con un par de cuadros campestres, una enorme cama y baño privado. La decoración era simple y elegante, pero lo que más llamó la atención de la pelirroja fue el gran ventanal, el cual otorgaba una vista perfecta a los predios del fundo.

—Siempre me quedaba en esta habitación cuando era niño —le contó cerrando la puerta una vez que ella estuvo dentro. Luego se acercó a la gran cómoda ubicada frente a la cama y sacó dos toallas, una se la entregó a ella y la otra la tiró sobre la cama—. Si quieres date una ducha mientras voy al auto a buscar nuestras cosas.

—No —dijo ella en apenas un susurro, mientras soltaba la toalla que él le había entregado y lo tomaba de la mano para que no se fuera. Guió la mano de él hasta su rostro e inclinó la cabeza en esa dirección para sentir su calor—. No quiero que te vayas. Quiero que me hagas el amor, Christopher.

Él sintió que una ola de deseo lo invadía, al tiempo que con el brazo que tenía libre le rodeaba la cintura y con la mano que tenía en su rostro le acariciaba los labios con el dedo pulgar. Cuando vio que temblaban, inclinó la cabeza y la besó.

Dulce sólo necesitó que la rozase con su boca para ponerse a temblar, aquel contacto hizo que todo pareciera completamente natural, pero a la vez sentía que era la primera vez que haría el amor con Christopher. Levantó la mano y enterró los dedos en su pelo alborotado y se perdió en la pasión de aquel beso, luego empezó a desabrocharle la camisa empapada y cuando llegó al último botón se la abrió para después deslizársela por los hombros. Abandonó sus labios para regar besos por su mandíbula y su cuello y con sus manos acarició su trabajado torso, sintiendo como sus manos frías contrastaban con el calor que emanaba de él.

Christopher le acariciaba el cuerpo por sobre el vestido, que al estar mojado se le pegaba como una segunda piel y escuchó como un suave gemido se escapaba de los labios de Dulce cuando con sus manos cubrió sus pechos y los acaricio con fervor. Descendió sus manos por los costados del cuerpo de la pelirroja, hasta llegar a la cintura y ejerció un poco de fuerza para voltearla entre sus brazos, logrando que la espalda de ella chocara con su pecho y su incipiente erección se frotara contra su trasero, lo cual hizo que gruñera de satisfacción. Apartó el cabello de Dulce hacia su hombro izquierdo y desabrochó el vestido anudado a su nuca, el que cayó rápidamente al suelo, dejándola a ella solo en ropa interior. Se inclinó y con besos húmedos cubrió su cuello descubierto, mientras que con las manos acariciaba su plano vientre desnudo hasta ascender a sus pechos. Frotó los pezones a través de la delicada pieza de encaje, pero pronto sintió que aquello le estorbaba, así que con pericia llevó sus manos hasta su espalda y le desabrochó el sujetador.

Ella o yoWhere stories live. Discover now