Capítulo 24: Revelaciones

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Firmó el último documento que esperaba por ser atendido en su escritorio y cerró la carpeta que lo contenía. Luego dejó caer la pluma sobre la fina cubierta de roble macizo, como si aquel objeto pesara toneladas, pues se sentía realmente cansada luego de una larga jornada laboral.

Miró su reloj de pulsera, el cual indicaba las cinco pasadas. Suspiró, deseando tomar sus cosas lo antes posible para partir a su casa, pero lamentablemente aquello no sería posible, ya que Sofía, muy amable ella, la había invitado a su última prueba de vestido de novia.

Tenía media hora para llegar a la casa de modas que había recibido su vestido desde Francia, según le había contado la morena. Y, sinceramente, no sabía si sería capaz de lograrlo, ya que su auto había escogido el peor momento para tener un problema eléctrico y declararse inutilizable.

Le daba un sorbo al espresso que hace poco se había preparado, con el fin de ahuyentar el cansancio y darse ánimos para lo que quedaba de día, cuando el sonido del intercomunicador la sacó de sus lamentos.

—Dime —dijo Dulce, luego de apretar el botón para comunicarse con su secretaria.

—Christopher está aquí —anunció Maite—, ¿le digo que pase?

Abrió los ojos instintivamente ante la sorpresa, pues no esperaba para nada la visita de su esposo. Era muy rara la vez en que él la visitaba sin avisarle primero.

—Claro.

Se levantó y con rapidez se alisó la falda del vestido gris perla, acomodó el grueso cinturón negro que le marcaba la cintura y con los dedos se peinó el cabello. Rodeaba el escritorio cuando Christopher entró, dejándola sin aliento debido a su imponente presencia. 

Vestido con un traje negro de dos piezas, se acercó a ella sin decir nada. Dulce notó su camisa blanca, con el primer botón desabrochado y la corbata azul oscuro aflojada, probablemente por el descanso al terminar la jornada. Christopher le rodeó la cintura con los brazos y la besó en los labios a modo de saludo, mientras ella se abrazaba a su cuello.

El hombre capturó el labio superior de su mujer entre los suyos y lo delineó con la lengua, logrando que un calor familiar se alojara en la piel de Dulce y la hiciera querer más, haciéndola olvidar el lugar en el que estaban. Ansiosa por el contacto, enterró sus dedos en el ya alborotado cabello de Christopher y él aferró sus manos a las caderas de ella, como si sus dedos pudieran atravesar la tela del vestido y acariciar su piel.

La besó un rato más, negándose a frenar la acompasada danza que reproducían sus labios en aquel suave y apasionado beso, hasta que se dio cuenta de que si no se detenía en ese momento, era muy probable que no pudiera hacerlo después. Se separó de ella sin dejar de abrazarla y se deleitó con el precioso color de sus ojos.

—hola, tú —dijo Dulce en su familiar saludo, mientras le sonreía.

—Hola —respondió Christopher, desviando la vista hacia los labios de la pelirroja, tentado de besarla otra vez.

—¿Qué haces aquí?

—Te vine a buscar, para llevarte al asunto de Sofía.

—¿Por qué? —preguntó extrañada, mientras jugaba con las ondas que a Christopher se le formaban en la nuca.

—Supe que tu auto te dejó tirada esta mañana y que está en el taller.

—¿Y cómo te enteraste?

—¡Tanta pregunta, mujer! —dijo exasperado y Dulce se rió —. ¿Quieres que te lleve o no?

—Te lo agradecería —alzó el rostro y le dio un suave beso en los labios.

Ella o yoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن