Final: Ella o yo (parte II)

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Un sencillo vestido corto de color rojo intenso moldeaba el cuerpo de la rubia, acompañado de unos zapatos negros de plataforma. Una triada de pulseras doradas adornaba su muñeca izquierda, mismo color del largo collar que colgaba de su cuello y en sus orejas se podían ver los elegantes pendientes de perla cultivada, gracias a la cola de caballo desenfadada con la que había elegido peinarse para la ocasión. Estaba despampanante, pensó Dulce, mientras la tenía al frente, luego de que se saludaron cortésmente y de que Sofía se marchara para dejarlas solas.

—¿Quieres conversar en otro lado? —se aventuró a preguntar Anahí.

Dulce asintió y, aprovechando que la mayoría de los invitados estaban bailando o tomando algo en la barra, se encaminaron hasta la mesa más lejana de todas. Ahí se sentaron una al lado de la otra. Permanecieron en silencio por un rato, pues ninguna de las dos sabía cómo comenzar a decir lo que tenían que decirse. Las dos miraban a los demás divertirse, Anahí mordía rítmicamente su labio inferior, mientras Dulce jugaba con sus manos, ambas en sus gestos de nerviosismo habituales. Se miraron a la vez y al identificarlos, sonrieron avergonzadas.

Entonces, Dulce se giró en la silla, poniéndose frente a Anahí y habló con todo el valor que tenía.

—Annie, de verdad lo siento —dijo la pelirroja, sintiendo cómo la garganta se le cerraba y las lágrimas se le comenzaban a acumular en los ojos—. Y no me refiero a lo que hice, porque sería una mentira si te digo que me arrepiento de haberme dado la oportunidad de demostrarle a Christopher lo que sentía por él.

—¿Qué sientes entonces? —preguntó Anahí confundida, también al borde de las lágrimas.

—Haberte herido —confesó y miró al cielo mientras respiraba profundo—. Siento haber jugado con tu confianza y siento haber perdido a mi mejor amiga. Porque yo... —un sollozo se escapó de sus labios sin que tuviera la oportunidad de retenerlo—... yo te extraño todos los días.

Anahí la miró, igualmente incapaz de retener su llanto y sin saber cómo responder, pues las palabras de Dulce habían calado hondo en su corazón.

—Dulce, hace tiempo que yo ya te perdoné —dijo entre lágrimas—. Lo que hiciste estuvo muy mal, pero si no lo hubieras hecho, creo que los tres nos habríamos quedado en la mentira en la que vivíamos antes de que me fuera a París.

—¿A qué te refieres? —preguntó Dulce, sorprendida por las palabras de la rubia y Anahí soltó el aire con una sonrisa.

—He tenido mucho tiempo para repasar nuestra historia. Y he llegado a la conclusión de que, inconscientemente, siempre supe que había algo entre Christopher y tú, solo que me rehusaba a verlo.

—Pero nunca hubo nada entre nosotros antes de que te fueras...

—Lo sé, lo sé —la tranquilizó—. No me refiero a que tuvieran una relación a mis espaldas, sino que era tan evidente que Christopher estaba enamorado de ti y tú de él, que yo simplemente quise hacerme la ciega. Y te pido perdón por eso.

—Annie, te equivocas. Christopher si te amaba, mucho. Y si yo no hubiese hecho lo que hice, él lo seguiría haciendo —dijo Dulce y Anahí negó agregando un gesto con la mano.

—Puede ser que Christopher y yo hayamos creído que nos amábamos, pero hoy los dos sabemos que no es así. Él podía estar conmigo y dormir conmigo, pero siempre hablaba de tí, siempre pensaba en tí y te traía a colación por las cosas más mínimas —suspiró—. Christopher te amaba a ti y ninguno de los tres quiso darse cuenta de eso.

Esta vez fue Dulce la que no supo cómo responder a lo que Anahí decía. Solo podía sentir su corazón latiendo desbocado y sus lágrimas mojando sus mejillas sin parar. Le costaba tanto creer en lo que la mujer a su lado le decía, pues aquello significaba aceptar que había desperdiciado nueve años de su vida, sufriendo al creer que el hombre al que tanto amaba, no la amaba a ella.

Ella o yoМесто, где живут истории. Откройте их для себя