Capítulo 1

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La música sonaba en toda la calle, las chicas de Lola Índigo bailaban llamando la atención de cuanto pasaba por donde ellas estaban. La oscuridad envolvía el paisaje, era noche cerrada, lo único que la iluminaba eran las luces de las farolas y las de los coches que pasaban.

—Mimi, tenemos problemas.— informó Claudia a su amiga cuando vio a lo lejos la otra pandilla líder en la calle.

—¿Quienes son?— preguntó con una sonrisa de lado—. ¿CNCO?

—Efectivamente, de izquierda a derecha: Erick, Richard, Christopher, Joel y Zabdiel.— se mordió el labio inferior—. Y bueno, las chicas que los acompañan son sus ligues de la semana.

A Mimi no le sorprendió, ellas también tenían hombres diferentes cada semana. En su defensa, ninguno era capaz de seguirle el ritmo de su estilo de vida.

—Rubia, tenemos más problemas.— dijo ahora Ricky, quien era de sus mejores amigos—. Los que viven en ese piso han llamado a la policía porque la música le molesta, es cuestión de veinte minutos que lleguen así que debemos de retirarnos si no queremos ganar una denuncia.

—O una noche en el cuartel.— añadió Saydi—. Y a mi, honestamente, no me apetece.

—Bien, recoged todo y cada quien para su casa.— indicó mirándose las uñas, estas estaban pintadas de color negro y tenían ciertos detalles que a Mimi le fascinaban. Se le había hecho el día anterior y podía asegurar que habían costado más que la ropa que llevaba puesta.

Y eso que la ropa no había sido para nada barata, podía ser de calle pero vestía de marca.

—Buenas noches, bonita.— dijo una masculina voz que ella desconocía, alzó la mirada para encontrarse a los cinco hombres que tanta fama tenían por las calles.

—¿Bonita?— preguntó burlona alzando una de sus cejas.

—Bueno... Estás muy guapa así que, ¿por qué no llamarte bonita?— preguntó con una sonrisa coqueta en los labios.

—Estoy buenísima.— lo corrigió encogiéndose de hombros—. ¿Sueles lugar mucho con esa sonrisa? Porque déjame decirte que conmigo no funciona.

Ahora fue ella quien sonrió, si había algo que le gustaba era dejar a la gente sin habla y más si se trata de personas egocéntricas como ellos.

—¿Qué es lo que queréis, CNCO?— se cruzó de brazos sobre su pecho mirándolos de forma desafiante.

—Hablar con el líder de vuestra banda.

—Soy yo.— respondió con simpleza, loa cinco chicos rieron al escucharla—. ¿Cuál es el chiste?

—¿Una chica es la líder de una banda callejera?— preguntó irónico—. Nena, se te pueden romper las uñas.

Mimi rió, a su lado llegaron las cuatro chicas restantes; Claudia, Laura, Saydi y Mónica.

—Si, pueden...— les mostró sus uñas mientras hacía un mohín con sus labios—. Pero tengo cuidado con ellas. Vosotros también deberías de tenerlo.

—¿Por las uñas?

—No...— dijo Laura al darse cuenta del plan de su amiga—. Por la policía.

Un coche patrulla se acercaba con las luces encendidas, el color rojo y azul de estas alertó a todos y fue suficiente para que corrieran hasta sus motos para salvarse. Con un poco de suerte y acelerando, no llegarían a meterse en problemas.

Mimi vio a sus amigas imitar la acción de todos los presentes; huir.

Ahora llegaba su turno de hacer lo mismo.

Intentó caminar en dirección a su moto pero alguien se lo impidió tomándola del brazo. En un movimiento brusco lo obligó a soltarla para después tomar distancia.

—No puedes dejarme aquí como si nada.— dijo Christopher frunciendo ligeramente el ceño, sus amigos habían sido rápidos en correr para esconderse pero él se había quedado mirando por más tiempo a la rubia que medía un metro setenta, que de su cabello resaltaban mechones de color rosa que combinaban con el top que llevaba bajo la chaqueta de cuero.

—¿Ah no?— cuestionó alzando sus cejas—. Discúlpate y tal vez podría llevarte lejos de aquí.

Christopher tensó su mandíbula y miró de reojo a la policía acercarse, no era la primera noche que pasaba en la cárcel así que no se trataba de algo nuevo para él.

—No tengo toda la noche.— dijo ella caminando hasta su moto, esperó de pie al lado de esta hasta que él se acercó.

—Lo siento, toda la mierda que dije fue muy machista.

—Discúlpame tú a mi.— respondió Mimi posando una mano en su hombro, él la miró con completa confusión.

—¿Por qué?

—Por esto.— dijo antes de que su rodilla impactara en su entrepierna, él rápidamente cae al suelo retorciéndose de dolor.

—¡Alto ahí, policía!— gritaron estes.

—Suerte, muñeco.— le guiñó un ojo subiéndose a la moto y huyendo de allí, no estaba orgullosa de lo que había hecho pero alguien tenía que ponerle los pies en la tierra al chico.

Y así era como se iniciaba la rivalidad entre dos bandas de calle: CNCO y Lola Índigo.

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