Capítulo 29

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El viento golpeando en su rostro le causó náuseas, su estado no era el mejor para salir al exterior ni mucho menos para ir a ciento veinte en moto por una carretera general en medio de la noche.

Se sintió aliviada cuando se detuvo, aunque eso significase que habían llegado a su destino y, por lo tanto, que en poco tiempo la vería quien menos quería que la viera.

—Has perdido la noción del tiempo, ¿no es así? —rió sarcástico—. Para ti tal vez han pasado unas cuantas horas por los efectos alucinógenos de las drogas, pero en realidad ya han pasado dos noches desde que acudiste a mi.

—Yo no acudí a ti —siseó entre dientes.

—Bueno, desde que viniste a verme, si prefieres llamarle así —se encogió de hombros para restarle importancia, no es como si le importara como fuese el asunto.

Mimi quiso rebatir una vez más, pero el sonido de su teléfono la interrumpió. No estaba en sus bolsillos. Así que solo quedaba una única opción válida: Roi lo tenía.

—Dame mi teléfono.

—¿Por qué debería de dártelo?

—Porque es mío y alguien me está llamando, dame mi puto teléfono o te llevarás una hostia... O una patada en los huevos, últimamente soy muy buena dándolas.

—¿Que me vas a hacer tú a mi, Mimi? —se carcajeó, metiendo su mano en el bolsillo para sacar el aparato electrónico. Una sonrisa se dibujó en sus labios al ver de quien se trataba—. Lo pondré en altavoz, ¿si? Ni se te ocurra decir una tontería porque te juro que te quedas sin teléfono, sin la persona que te llame y además, como extra, te dejaré al borde de la muerte para que veas lo que se siente.

—Estás siendo tan injusto...

Ignoró sus palabras, clicó el botón de color verde para responder y de inmediato puso el altavoz para que ambos pudieran enterarse de lo que decía la otra persona.

—¿Mimi...? —la temblorosa voz de Claudia llegó a sus oídos, haciéndola sentir escalofríos.

—Si, Claudia, soy yo —afirmó, carraspeando su garganta—. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás...?

—Ricky está muerto —interrumpió, soltando un sollozo.

Mimi se desestabilizó, dio un paso hacia atrás y chocó contra la moto de Roi, que si no fuera por esta ya habría caído de culo al suelo. Si la cabeza le dolía por toda la mierda que se había metido en el cuerpo, ahora sólo tenía un extra más.

—Me envió un mensaje hace poco pidiéndome que me pasara por su piso, Ricky nunca me escribe, no tenemos una relación tan estrecha, así que supuse que sería algo realmente importante. Le pedí a Joel que me trajera y le dije que se fuera, porque no sabía cual era la urgencia y por lo tanto cuánto tiempo iba a estar aquí —tomó una profunda respiración, tomando también el atrevimiento de seguir hablando—. Pero cuando llegué ya estaba muerto, te lo prometo, estaba sin pulso, creo que no ha sido un accidente... Tiene marcas alrededor del cuello, probablemente de forcejear.

—Sal de ahí, Claudia —pidió llevándose una mano a la frente—. Ricky no te envió ningún mensaje. Por el amor de Dios, vete de ahí inmediatamente porque van a matarte.

—Mimi, deja tus paranoias, ¿por qué habrían de matarme a mi?

—¿Y por qué habrían de matar a Ricky?

—Tenía deudas...

—Los yonquis no hacen estas cosas, reacciona... Mónica y Laura no tenían problemas con las drogas, no le debían dinero a nadie y, sin embargo, mira como han terminado. Esto no es un juego, dejó de serlo hace mucho... Si aprecias tu vida da media vuelta y corre, por favor, no podré soportar una más.

Se escuchó un suspiro, uno que hizo sonreír a Roi con malicia y que le hizo desconfiar a la rubia.

—Si eso te deja más tranquila entonces me iré.

Fue su turno de suspirar, casi aliviada, pero el alivio no le duró mucho porque un ruido en seco provino de la línea telefónica y a continuación un quejido doloroso que Mimi pudo reconocer al instante. Después silencio.

—¿Fabio?

—El trabajó está completado y con resultados exitosos, Roi.

—¿Resultados exitosos? ¿Qué mierda has hecho? —Mimi se alteró al escuchar esas palabras—. Roi, dime que lo has hecho lo que creo que has hecho.

—Ya has escuchado, yo no hice nada, quien lo hizo fue otra persona —sonrió con cinismo, colgando la llamada y guardando su teléfono en su bolsillo—. ¿Y sabes quien será la siguiente?

—¿Yo? ¡Venga, adelante!

—Tú eres el remate final, rubia —murmuró como si fuera obvio—. Todavía queda Saydi vivita y coleando, aunque no por mucho tiempo porque hoy es una noche larga a la que le daremos utilidad.

—Como le pongas un dedo encima...

—¿Me vas a matar? ¿Tú? ¿A mi? —se carcajeó al tiempo que negaba con la cabeza—. No, corazón, en tu estado dudo mucho de que puedas hacerme nada. Prometí destruirte y eso estoy haciendo, poco a poco, viendo como cada golpe te duele más. Suplicarás por tu muerte, créeme que te tendré de rodillas pidiéndome que te mate.

—Creo que eso solo lo harás tú, yo antes de arrodillarme ante ti, me mato, ¿escuchaste? ¡Me mato! No te daré a ti el lujo de hacer semejante cosa porque no te lo mereces... Ya has causado demasiados estragos, si me hubiera matado desde un principio ya nada de esto habrá pasado, podría evitar muchas muertes y...

—No lo hiciste, así que es evidente que todo es tu culpa —le guiñó un ojo—. Ahora ven conmigo, tienes una muerte que presenciar, vas a verla en directo con tus propios ojitos así sufrirás más. Tres muertes en una noche. Eso no pasa ni en las películas, ¿eh?

—Cuatro —corrigió—, no te olvides de la tuya.

—De la tuya, querrás decir, porque dije que serías el remate del juego. Uhm... O quizá deberían de ser cinco muertes, así nos cargamos al niñito eso que te follabas, ¿que te parece?

No sabe ni de dónde sacó las fuerzas pero logró escupirle en la cara en cuanto terminó de hablar. Su vida ya no le importaba, ya no tenía salvación ni esa noche ni ninguna otra, pero había personas inocentes en juego que terminarían mal por ella. No quería eso.

Calle Where stories live. Discover now