Capítulo 30

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Christopher volvió a darle una calada al cigarrillo que tenía entre sus dedos, mientras escuchaba a Joel hablar sobre lo increíble que había sido su día con Claudia.

—La dejé en casa de Ricky antes de venir para aquí, decía que era importante —mencionó, encogiéndose de hombros para restarle importancia—. Pero creo que cuando se refería a algo importante quería decir algo grave, no sé en que anda metida... Esa banda callejera es rara, deberían de aprender un poco de la nuestra, ¿no?

Aunque quiso sonar a broma, sus compañeros no se lo tomaron a bien. Zabdiel, con su brazo escayolado, estuvo tentado a romperle el yeso en la cabeza. Richard solo le dio una mala mirada y después fingió que no acababa de decir eso.

—¿Dónde está Erick?

—Con Saydi.

—No sabía que ellos dos salían.

—No, es que no salen —aclaró Zabdiel mientras negaba con la cabeza—. Lo hacen como amigos y así, no te creas que hay una relación amorosa o carnal entre ellos porque no es así. Saydi andaba saliendo con otro chico de pascuas en viernes y Erick... Ya sabes cómo es Erick, todavía no ha cambiado su estilo de vida, le gustan más las mujeres que a nosotros las motos.

Christopher rió entre dientes, tranquilamente podría haber dicho eso de él, pero ahora las cosas estaban un tanto complicadas y no quería seguir metiendo el dedo en la herida mientras no estuviera sanada.

Tiró la colilla al suelo al escuchar el ruido de una moto acercarse, sabía que le resultaba familiar, pero no tanto como para ser la de Erick. Sin embargo, antes de divisarla la escuchó aparcarse.

—¿Es cosa mía o alguien más andaba por ahí?

—Yo también he escuchado algo —admitió Zabdiel, mirando sobre su hombro—. Hay que tener cuidado, no nos olvidemos de que hay personas que nos quieren hacer daño y que son capaces de hacer cualquier cosa... Cada muerte es más creativa que la anterior, si os dais cuenta, ¿que nos espera a nosotros?

—No inventes, Zabdiel —pidió Richard—. Lo que ha pasado, ha pasado.

—Esto no es una canción de Daddy Yankee, aquí no es un "lo que pasó, pasó" —espetó—. Han matado a gente, son asesinos.

—¡La puta líder de Lola Índigo es más de lo mismo, joder, pero de ella nadie dice nada!

—¡Cuida tu maldito lenguaje para referirte a ella! —advirtió Christopher, agarrándolo por uno de los brazos—. Ella no es una asesina, si hizo algo fue en defensa propia, cualquiera lo habría hecho en su lugar, incluso tú. Dejemos de echarle la culpa a quien no le tiene.

—Deja tú de defenderla —siseó forcejeando para soltarse—. ¿Te jode que esa maldita haya roto tu corazoncito? Pues lo lamento, para que veas que no es tan buena persona como la quieres hacer ver. Es igual que ellos, si no lo recuerdas ella también formaba parte de su banda hace unos años.

—Richard, cállate de una jodida vez, es una recomendación.

Él soltó una risa irónica y, aunque quiso responderle, se calló al ver llegar la moto de Erick. Pero este no venga solo, traía consigo a Saydi. Los cuatro lo miraron con las cejas alzadas, sin poder creerse que estaban viendo sus ojos.

—Chicos, ya os conocéis —chasqueó su lengua mientras se bajaba de la moto—. Ha ocurrido algo...

—¡Estamos al completo! —Roi interrumpió al ojiverde, riendo como si la situación fuera de lo más graciosa del mundo, tirando de su acompañante para que caminase a la par de su cuerpo—. Por fin, chicos, por fin. Siempre quise conoceros y no en esta situación pero aquí mi compañera no me lo puso muy sencillo, así que tuve que actuar por mi propia cuenta.

—¿Mimi? —el tono de voz de Christopher denotaba preocupación, por muy cabreado que estuviese con su actitud le dolía en el alma verla en ese estado.

—Ni se te ocurra acercarte —advirtió, sacando de su cintura una pistola ilegal, comprada hace apenas unos días en el mercado negro, para presionarla en el costado de la rubia, que ni se inmutó ante esta acción— o la mato.

Se detuvo en seco. No iba a dejar que la matase por nada del mundo, no si él podía evitarlo.

—Tú me has estado robando una vida que debería de tener yo —señaló—. Llegué de entre los muertos y la única persona que me importaba ya estaba con otro en la cama, ¿sabes como me sentó a mi eso?

—Mira, hijo de puta, ya hemos hablado de esto, no vuelvas a sacar el tema que es algo entre tú y yo —gruñó Mimi.

—No, Mimi, no lo provoques —pidió su amiga—. Ya sabes como es cuando lo haces.

—¿Ya sabe como soy? ¿y como soy, eh?

—Un loco.

—No estoy loco, no digáis tonterías —negó con la cabeza.

—Estás loco, es para encerrarte en un psiquiátrico, si tanto te importa habrías intentado recuperarla por la buena vía y no matando a aquellos que le importan. ¡Eso es aprovecharse de la vulnerabilidad de las personas y solo lo hacen los más ratas del mundo!

—¿A ti no te han enseñado a callarte la boca? —puso sus ojos en blanco y despegó la pistola de Mimi para poder dispararle de frente a Saydi.

—¡No! —gritó al ver cómo cerraba sus ojos con fuerza y se llevaba las manos al estómago—. Suéltame, suéltame...

—Si te suelto, te caes.

—Prefiero comer suelo a que tus manos toquen mi cuerpo —espetó, endureciéndolo todavía más. La soltó con fuerza, empujándola para que aterrizase en el suelo tal y como me había dicho. Ella se quejó pero no más que eso.

—¡Oye! —gruñó Christopher—. No la trates así.

—No te metas, muñequito, tu juego no es este.

—Mi juego será el que yo quiera que sea —escupió, acercándose sin importar que estuviera armado. Se dejó caer de rodillas frente a Mimi y la analizó—. ¿que te has hecho? Pensé que nos habíamos prometido que nada de drogas...

—Yo no quise —admitió, sintiendo como las lágrimas picaban en sus ojos al ver su rostro de preocupación—. Me drogó a la fuerza no sé cuantas veces, estoy en la mierda...

—No, no digas eso, ya has salido una vez y...

—Escúchame —pidió en voz baja—, las recaídas son todavía más fuertes. De esta o muero o me quedo siendo adicta toda la vida, ¿comprendes? No es momento de centrarnos en mi, haré lo posible para distraerlo o algo, necesitamos que Saydi vaya a un hospital cuanto antes. Está sufriendo y perdiendo mucha sangre.

Apretó sus labios, queriendo decirle que le importa lo que pudiera pasar con ella, pero sabía que tenía razón. Una vez más, tenía razón.

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