Capítulo 22

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Las sospechas de Mimi eran ciertas. Todo iba demasiado bien y no iba a suceder nada malo con ellos, pero si con los que estaban corriendo.

La moto de Zabdiel falló, sus frenos no funcionaron al llegar la curva. El pánico le invadió el cuerpo al saber que vendría a continuación, pero se preparó para el impacto. La desventaja de no llevar casco pudo llegar a ser mortal, por suerte supo recibir la caída. No murió, pero si perdió mucha sangre y se rompió una gran cantidad de huesos.

—Es mi culpa —lloriqueó Laura mientras la rubia la abrazaba contra su pecho.

—No, no lo es, nadie tiene la culpa de esto...

—¡Era mi moto! Decidimos intercambiarlas a último momento. Si yo hubiera corrido en la mía, él no estaría ahora en el hospital de esta manera.

Mimi suspiró y buscó con la mirada a los supuestos causantes de la tragedia, ni siquiera se sorprendió cuando ya los encontró mirando en su dirección. Claro. Nadie sabía que se cambiarían las motos, el daño no iba para él, iba para ella, y no porque quisieran lesionar a Laura, porque querían ver una reacción por parte de la líder de la banda.

—Yo me encargo —prometió besándole la frente—. Vas a ir con Christopher al hospital, ¿vale? Cuando te dejen ver a Zabdiel y veas que está bien, te tranquilizarás.

—Mimi, no quiero perderlo a él también...

—No vas a perderlo, Laura, hazme caso.

Miró a su compañero para indicarle que hiciera lo que acababa de decirle. En cualquier otro momento le habría dicho algo pero justo ese día prefería hacerle caso así sin más. Uno de sus mejores amigos estaba grave... Luchando por su vida. Lo mínimo que podía hacer era ir al hospital a acompañarlo, como habían hecho los demás chicos de la banda y como estaba deseando hacer la joven con la que tanto había compartido en tan poco tiempo.

Mimi esperó a que se fueran para poder acercarse a Roi y su banda, que parecían estar esperando lo mismo.

—¿Qué mierda pasa contigo?

—Shh, a mi no me hables así, se ten subido mucho los humos desde que te crees alguien. Mimi, que tus papis tengan dinero, que unas cuantas chicas te hagan caso y que estés buenísima, no te da derecho a absolutamente nada.

—¿Quieres saber a que me da derecho?

Antes de que Roi pudiera dar una respuesta, la rubia ya había estrellado su puño bien cerrado contra su nariz. Y aunque el golpe le dolió, sabía que más le había dolido a él.

Dos chicos fueron rápidos en cubrir a su líder e incluso hicieron un ademán de devolverle el golpe a la chica, pero este no se lo permitió.

—No la toquéis, esto es entre ella y yo.

—Si es entre tú y yo entonces deja de involucrar a los demás. ¿Le has cortado los putos frenos a la moto de Laura si o no?

—Si, pero porque sabía que Laura no se iba a matar encima de ella, las chicas tenéis más control con la velocidad que los tíos.

—Menudo cabrón —tras poner sus manos en sus hombros levantó su pierna con ganas para patear con fuerza en su entrepierna, haciendo gemir de dolor de inmediato.

—Un golpe más de esos y nos dejas sin hijos, rubia —apretó sus ojos con fuerza.

—¿Nos dejas? —repitió incrédula—. ¿Tú te crees que yo quiero tener hijos contigo? Para empezar no quiero tener hijos, no quiero, y mucho menos si son tuyos.

—Me encantan las chicas duras, son las mejores —les habló a sus compañeros, haciendo que Mimi encolerizase todavía más.

—¿Y lo de Mónica? ¿y lo de Exon?  ¿Qué mierda tienes contra la gente que quiero?

—Tú no deberías de querer a nadie más que a mi —susurró, mirándola con recelo—. ¿Sabes quien será el siguiente como sigas así?

—Tú —espetó—. Porque te juro por mi puta vida que te voy a matar con mis propias manos y disfrutaré de ello todo lo que tú has disfrutado matando a los demás. Acuérdate de esto.

Roi soltó una carcajada e incitó a sus compañeros de banda a reírse también de las palabras de Mimi. Si se lo hubiera dicho un hombre tal vez tendría los cojones de corbata, pero creía conocer a la mujer que tenía delante por lo que habían vivido en un pasado. Claro que el tiempo cambia a las personas, al igual que la compañía.

¿La veía capaz? No

¿Era capaz?

Era Mimi, por supuesto que era capaz.

—Tu banda callejera se está reduciendo a la nada, sabes que puedes unirte a la mía como en los viejos tiempos. Olvidemos que juegas a ser la líder, que te gusta mandar y hacerte la dura. Olvidemos todo eso. Vamos a centrarnos solo en tú y yo.

—El tú y yo está muy olvidado —siseó—. Mañana a la misma hora nos vemos aquí, aunque para ese entonces tú estarás llorando todo lo que yo lloré esta última temporada.

—Sigue soñando.

—Estás advertido, Roi.

—Tú no sabes jugar a esto.

—¿Es un juego? —inquirió poniendo sus manos en la cintura—. Yo creo que no lo es... Pero si lo consideras uno, entonces prepara la defensa porque Lola Índigo está lista para el ataque.

Le guiñó un ojo y se dio media vuelta para volver por dónde había venido. Tenía un plan, no habría dicho nada de no tenerlo. Sabía que correría mucha sangre a partir de ese día pero quería hacerlo por los que ya no estaban.

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