Capítulo 23

147 17 0
                                    


Era la misma hora del día siguiente.

Roi lloraba sin poder evitarlo, tal como la rubia había mencionado.

No se esperaba que Mimi jugase en serio, acababa de firmar la guerra con sangre al matar a su hermana de la misma manera que había matado él a Mónica. Pero claro. Era de su sangre y lo único que le quedaba, le dolía más de lo que se podría imaginar.

Mimi no se sintió mejor, todo lo contrario. Chirstopher tenía razón al decirle que se estaba rebajando a su nivel. Si tan solo le hubiera hecho caso no estaría ahora en esa situación.

—Zabdiel está bien —anunció Christopher al llegar al piso de la rubia—, lo he dejado a solas con Laura, tendrían mucho que decirse después de lo de anoche.

—Necesitas una ducha, hueles fatal.

—Si, Mimi, muchas gracias —murmuró divertido mientras se acercaba a besarle la frente—. ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien...?

Tragó saliva con dificultad. No sabía porque decirlo le iba a costar tanto. No debería de importarle para nada lo que él pudiese decir o hacer. Pero le importaba. Había pasado la línea muchas veces y ahora le empezaba a afectar todo demasiado.

—He matado a alguien —confesó, mirándolo a los ojos como si no acabase de decirle la peor cosa que había hecho en su vida—, es como si fuera la segunda vez... La primera fue con Roi, pero resulta que ahora está vivo y no fui yo directamente. Pero esta vez si, yo soy la única culpable y mi menor preocupación es la muerte o la cárcel.

—¿A quien?

—A su hermana —admitió en voz baja.

Christopher soltó un largo suspiro, estaba aterrorizado por lo que acababa de confesar pero no por eso iba a dejarla sola en ese problema.

—¿Por qué lo has hecho, Mimi, por qué?

—Porque necesitaba que por un momento sintiese todo lo que estoy sintiendo yo ahora... Quería hacerlo, tú lo sabes, tú me lo dijiste y yo no te hice caso porque soy una imbécil —rompió a llorar, sabiendo que necesitaba hacerlo para liberar toda la tensión que llevaba cargando—. He iniciado una puta guerra de sangre fría, nadie más merece morir y menos por mi culpa. Quiero que te alejes de mi, que tú y tu banda os larguéis lo más lejos posible, y que os llevéis a las chicas... Yo necesito hacerme cargo de esto, pero necesito hacerlo sola.

—Estás loca si piensas que voy a dejarte sola en esta carnicería —tomó su rostro con sus manos y limpió sus mejillas con sus pulgares—. Somos de calle, ¿no? Pues hagamos de las nuestras. En las películas parece fácil, vamos a ver en la vida real que tan mancos somos.

—No, no digas tonterías... Roi quiere venganza conmigo, no voy a dejar que te metas también en esto.

—¿Por qué?

—Porque sería injusto.

—¿Solo por eso?

—No te merezco, Christopher, al igual que tú no mereces mancharte de sangre por mi. Va a ir a por ti, cree que eres mi punto débil porque piensa que estoy enchochada.

Él sonrió, tentado a hacer una broma, pero se limitó a apretar los labios al saber que no era el momento indicado.

—Quiero que te relajes, todo va a salir bien si hacemos las cosas con cabeza.

—¿Crees que es mejor morirse o terminar en la cárcel?

—En la cárcel, tus padres tienen dinero y no les costaría nada sacarte de allí, pero sacarte del cementerio lo veo un poco más complicado y nos ahorramos muchas lágrimas.

—¿Te imaginas una banda callejera en el infierno?

—No me apetece imaginarme esas cosas ahora, vuelve a la realidad —apoyó su frente con la suya y la miró directamente a los ojos—. Todo en esta vida tiene solución... todo menos la muerte. Así que, por favor, hazme caso por una maldita vez en tu vida. Hoy no saldremos a la calle, no estamos en condiciones y nos falta gente para hacerlo... Pero cuando salgamos lo haremos con todo. Estoy seguro de que nadie te juzgará porque hiciste lo que muchos quisieron pero no se atrevieron, más que una banda se llama familia, van a entenderlo.

—Un asesinato no se puede entender.

—Una venganza si —susurró antes de besarle los labios despacio—. Ahora voy a darme esa ducha que tanto necesito, ¿quieres acompañarme?

Necesitaba mantenerla ocupada para que sus pensamientos no se fueran a otro lado así que eso hizo, distraerla con sexo, con mimos, con anécdotas, con cualquier pequeña cosa que le viniera a la cabeza para que estuviera al cien por ciento con su atención allí y no en lo que había pasado o en lo que pasaría más tarde.

Se necesitaban momentos de paz y tranquilidad antes de desatar la tormenta que arrasaría con todo y no dejaría nada.

Pero ni la calma dura mucho ni la catástrofe dura toda la eternidad.

Calle Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz