Capítulo 8

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Cuando Mimi abrió los ojos y lo primero que vio fue a Christopher caminando por la habitación se tuvo que tragar la sorpresa, sabía que sus padres no estarían allí, así que... ¿Por qué habría de estarlo él?

—Hey, veo que has despertado.— dijo acercándose a ella—. ¿Cómo te encuentras?

—No lo sé.— se sinceró—. Lo que ha pasado no ha sido nada comparado con lo que puede llegar a ser...

—¿A quien viste cuando estábamos bailando?— preguntó él sin rodeos, yendo directo al grano y a por la respuesta que él quería—. Porque puedes mentirle a todos ellos y decirle cualquier otra estupidez, pero yo soy consciente de como te pusiste cuando tus ojos se fijaron en alguien más.

Mimi apretó los labios, no debía de confiar en él, al fin y al cabo era de la banda rival y todo lo que le dijera podría usarlo en su contra.

Se levantó y buscó con la mirada sus zapatos, los encontró en el suelo cerca de la cama así que sin dudarlo los tomó y se los puso, lo que tenía muy claro era que no iba a caminar descalza.

—Me voy a casa.— anunció tras mirarse en el espejo y comprobar que no estaba demasiado despeinada y que su vestido estaba intacto.

—No, tú no te vas a ninguna parte.— dijo Christopher interponiéndose en su camino y no dejándola salir—. No permitiré que conduzcas después de haberte desmayado, imagínate que te vuelve a pasar... Tendrías un accidente.

Su cuerpo se tensó por completo ante la simple mención del accidente, tragó saliva con fuerza y se tambaleó en su sitio en busca de no verse demasiado obvia.

—Apártate, quiero irme.— exigió mirando hacia su lado izquierdo.

—No me apartaré de aquí, al menos no hasta que me dejes llevarte a tu casa.

Ella negó con la cabeza una vez más, estaba harta de aparentar que todo iba bien y que podría seguir adelante sin ninguna complicación.

Todos tenemos algo de nuestro pasado que no nos gusta contar, ya sea por miedo o por vergüenza, algo que no queremos compartir con nadie más que con nosotros mismos.

Mimi se encontraba en ese punto, donde sabía que debía decírselo a alguien para no ahogarse con las palabras y hacer frente a todo ella sola, pero que en el fondo sentía que era mejor así para no involucrar a nadie más.

—Solo si prometes no hacer preguntas al respecto.— murmuró por lo bajo.

—Está bien, aunque me joda tengo que aceptar porque con lo terca que eres estoy seguro que no habrá otra opción válida.— dejó escapar un suspiro al tiempo que abría la puerta y le dejaba salir a ella delante, caminó tan solo unos pasos detrás fijándose en cada pequeño movimiento.

—El pasado tiene que quedarse en el pasado.

Tal vez porque si revivía al presente terminaría influyendo en su futuro y ella no estaba dispuesta a eso, al menos no otra vez.

Él.

Ese alguien que había visto en la cena se trataba de una persona muy influyente en su vida, la persona que la introdujo a la calle, su ejemplo a seguir durante muchos años. Pero entonces pasó, su relación empezó a ir más allá de la amistad y ese fue su error.

Los golpes, los gritos, la presión...

Pídale al acelerador, dale gas, pista...

Corre, corre... Velocidad.

El no encajar en un sitio ni tampoco en el otro, la sensación de no ser suficiente y al mismo tiempo la adrenalina que su cuerpo sentía cuando de la calle se trataba.

Trató de alejar todos los pensamientos negativos de su mente y dejó que Christopher la llevara a su casa, él cumplió con su palabra de no hacer ninguna pregunta con respecto a ese tema y ella se lo agradeció porque de lo contrario terminarían las cosas peor de lo que ya estaban.

—¿Estarás bien?— preguntó cuando aparcó el coche y la vio sacarse el cinturón de seguridad.

—Desde luego que si, ya nos veremos por la calle un día de estos.— sonrió de forma fingida, no porque no estuviera agradecida con él sino porque no podía sonreír de forma sincera en esos momentos.

—Mimi, olvídate de que somos de bandas rivales, sabes que me tienes aquí para cualquier cosa.— le hizo saber—. Si necesitas hablar llámame, no importa la hora, el día... Te prometo que estaré aquí.

—Gracias.— susurró—. Pero creo que ahora necesito estar sola, tengo que hablar con alguien más...

—No te pongas en peligro.

—No puedo prometer cosas imposibles.— respondió antes de bajarse del coche y caminar en dirección a su casa, la puerta ya se encontraba abierta por lo que suponía que ya había alguien dentro.

Su corazón se saltó un latido al ver la luz del salón encendida, pero el aire volvió a sus pulmones cuando vio que se trataba de Sara.

—¿Qué haces tú aquí...?

—¿Te esperabas a alguien más?— preguntó soltando una risa—. Él todavía tiene mucho que asimilar, como por ejemplo, que tú has sido una perra traicionera que solo jugó con su confianza.

—Eso no es cierto.— siseó con rabia—. Amé a tu hermano muchísimo, no he vuelto a enamorarme después de él y tú eso lo sabes mejor que nadie.

—Si lo amaras tanto como dices no hubieras hecho lo que hiciste.— espetó—. ¡Lo dejaste muriéndose!

—¡Eso no es cierto!— gritó—. Yo jamás haría eso, el accidente fue provocado por otra banda, yo no tuve nada que ver... Hice todo lo que estaba en mis manos, lo vi desvanecerse en mis brazos... Su corazón dejó de latir, yo no entiendo como puede estar vivo...

—¡Pero lo dejaste allí tirado como si tratase de uno más! No tuviste la decencia de llevarlo a un hospital o...

—¡Estábamos siendo perseguidos por la policía!— la interrumpió—. Si no te sabes la puta historia deberías de callarte la jodida boca, no ha sido mi culpa, yo no fui la culpable.

—Eso, repítelo hasta que tú misma te lo creas.— dijo furiosa cruzándose de brazos—. No murió, estuvo a punto pero no lo hizo, no sería gracias a ti, desde luego...

Calle Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon