Capítulo 12

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La noche se estaba haciendo larga, hacía frío y Mimi no tenía ni pizca de sueño. La peor combinación posible. La calle estaba desierta a tales horas de la madrugada, cada quien se había ido a su casa después de las carreras y las celebraciones de dichos ganadores.

La rubia encendió un cigarrillo mientras apoyaba su peso en su moto, la nicotina le ayudaba a calmar su ansiedad. Por supuesto que también jodía sus pulmones pero eso era lo de menos en esos momentos.

—Tus gustos van de mal en peor.— alguien anunció tras ella, no le hizo faltar girarse para saber de quien se trataba. Había voces que aunque pasasen los años no se olvidarían—. Primero con los hombres y ahora con el tabaco, lo que estás fumando es de poca calidad.

—¿Ves que me importe?— inquirió tras soltar el humor por su nariz—. Una ya no puede estar dos minutos tranquila mientras fuma un cigarro.

—A ti no te gusta la tranquilidad, Mimi.— rió entre dientes—. Al parecer has cambiado mucho en estos años, ya no eres la niñita que solías ser, ahora eres toda una adulta.

—¡Sorpresa, Roi! Es el significado del paso del tiempo.— exclamó antes de poner los ojos en blanco con molestia—. ¿Qué ha sido toda la mierda de hoy?

—Puedo preguntarte lo mismo, ¿disfrutaste cuando ese niño te comió la boca?— se cruzó de brazos poniéndose enfrente de Mimi—. Te besaba con tanta delicadeza, tan lentamente... Al parecer tus gustos han cambiado bastante, si, porque recuerdo que te gustaban los besos agresivos y rudos.

—Deja de comparar de una maldita vez lo que era en el pasado y lo que soy.— espetó tirando el cigarrillo al suelo y pisándolo—. He cambiado, he madurado... Soy una mejor versión, Roi.

Él alzó una de sus manos hasta que sus dedos tocaron la suave piel de su mejilla, contuvo la respiración por un par de segundos, no recordaba que tocarla se sintiera tan bien.

—Demuéstramelo.— susurró mirándola a los ojos, desafiándola.

Ella dejó escapar una risa y acto seguido le dio un manotazo para alejar su mano de su cara. Fue ella quien envolvió la suya en su cuello y se acercó peligrosamente a su rostro. Vaciló con él unos instantes antes de unir sus labios. Ambos besaban de muerte. Roi olía muy rico, a alguna colonia cara de esas que tanto le gustaban y que a Mimi la enloquecían. Tenía picardía para saber muy bien como tocar por encima de la tela de la ropa sin pasarse.

—Mimi...— gimoteó contra su boca cuando sintió su polla hinchada, ella supo que había sido suficiente y se alejó—. ¿A dónde coño vas? Miriam, estoy hablando en serio, ¿qué crees que estás haciendo? No puedes besarme de una forma tan caliente y después irte como si nada.

—Oh.— dejó escapar al tiempo que se subía a su moto—. Tengo a un jovencito esperándome sin ropa en mi departamento.

—Espero que no sea quien estoy pensando...

—Uno de pelo rojo, tatuado y con flow de calle.— le guiñó un ojo antes de acelerar, dejándolo con las palabras en la boca.

Vivía en el centro, por lo que no le tomó demasiado tiempo en llegar allí. Ni siquiera estaba del todo segura de si él ya había llegado, aunque tenía la impresión de que si. Al llegar confirmó sus sospechas, la luz de su habitación estaba encendida y sabía que solo se podía tratar de él.

Caminó segura de sus pasos pero sin prisas, si por ella fuera la madrugada sería eterna.

Se apoyó en el marco de la puerta y observó a Christopher tumbado en su cama, semidesnudo y con una copa en la mano.

—Me tomé el atrevimiento de robarte una copa de vino.— le dijo nada más verla, sus labios estaban húmedos debido a lo que estaba tomando.

—No te preocupes por eso.—  le restó importancia caminando hacia él, fue rápido en dejar al copa encima de la mesita para llevar sus manos al cuerpo de la rubia—. Mantén las manos quietas.

—No pidas imposibles, Mimi.— ronroneó cuando sus manos se anclaron a sus caderas y tiró de ella para dejarla caer en el colchón.

La habitación estaba ordenada, aunque estaba segura de haber dejado por allí tirada alguna pieza de ropa antes de salir a la calle. Las sábanas estaban recién cambiadas; lo sabía por el aroma a suavizante que estas desprendían.

Christopher se tendió sobre su cuerpo, entre sus piernas, mientras que sus labios iban a parar a su cuello y sus manos acariciaban su cuerpo. Tenía los dedos hábiles y estaba dispuesto a usarlos, además, para su completo placer. Mimi estaba encantada, claro. Pocos hombres se había encontrado así a lo largo de su vida.

El niño del que Roi tanto hablaba no tenía comparación con el que estaba ahora atacándola. Era más experto de lo que se hacía ver en la calle, la rubia se sentía como una diosa estando con él, como si fuera la mujer más sexy sobre la faz de la tierra. Para él lo era.

No había sido dulce, ni lento, ni suave, ni agradable. Había dolido y a ella le gustó ese dolor. Quiso tomar las riendas del acto cuando supo que él estaba a punto de correrse, él dejó que lo montara. Alargó su orgasmo haciéndolo gemir repetidas veces su nombre, hasta que notó que también ella empezaba a estar a punto; no le molestó cuando él llevó sus dedos a su clítoris para ayudarla a alcanzar el orgasmo. Le habría molestado quedarse con las ganas de correrse.

Todo fueron fuegos artificiales durante minutos. Después todo volvió a comenzar, estaban sudados, en la habitación hacía cada vez más calor y a Mimi se le escapó la risa. Necesitaban un momento después del intenso polvo que acababan de echar.

Tuvieron sus minutos de relax antes de volver al ataque. Esta vez fueron más salvajes, para la sorpresa de ambos. Lo hicieron de muchas formas distintas en una sola noche, dudaban incluso de que el kamasutra tuviera tantas posturas.

Una noche de sexo. Sexo bueno, desenfrenado, rudo y hasta mórbido. Ahí, con sus cuatro letras y sus dos sílabas. Se-xo. Cama, pared, suelo, arriba, abajo, cuerpo con cuerpo, sudor, gemidos, jadeos...

Sexo. Compulsivo. Animal. Solo físico.

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