Capítulo 5

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Christopher removió su café con una cucharilla mientras una sonrisa se dibujaba en los labios, los recuerdos de anoche se pasaban una y otra vez por su mente y, aunque le jodiera admitirlo, no le desagradaba pensar en la rubia durante toda la mañana.

—¿Tenemos algún plan para hoy?— preguntó Zabdiel sentándose frente a él.

—Mis padres tienen una de esas fiestas de negocios donde solo acude gente rica que no sabe que hacer con su vida, me han invitado para quedar como una familia perfecta pero todos sabemos que eso no pasará.— dijo el chico del pelo rojo encogiéndose de hombros.

Zabdiel y Erick compartieron una mirada que no pasó desapercibida para él.

—Ya podéis decir eso que estáis deseando.— incitó alzando sus cejas.

—Es muy probable que Miriam vaya a la fiesta de pijos.— opinó Erick—. Proviene de una familia como la tuya, gente superficial donde la apariencia y el dinero importa más que nada.

Christopher dio un sorbo al café mientras asimilaba la información, por algún motivo no se le hacía difícil de creer. Y más teniendo en cuenta su reacción de la anterior noche al decir su nombre completo. Que si, que había mantenido la cabeza alta y el paso firme. Pero él sabía mejor que nadie porque había sido, y es que esa era su misma reacción cuando le hablaban de su familia o de algo relacionado a ella.

—Guay, no contéis conmigo esta noche que ya tengo planes.— dijo terminándose el café y levantándose.

—¿Y ahora a donde se supone que vas?— preguntó el menor cruzándose de brazos.

—A comprarme un smoking.— le guiñó un ojo en forma de despedida.

Christopher conocía cientos de diseñadores que matarían por hacerle uno a la medida, pero no le daría el gusto a cualquiera. Tomó su teléfono y le envió un mensaje a Lucía, una chica seguidora de su banda en la calle que estudiaba diseño de moda. Quedó de reunirse con ella en su departamento en hora y media.

Se apresuró en llegar al lugar y no se molestó siquiera en ordenarlo un poco, no era la primera vez que ella iba al lugar.

—¿Puedo preguntar para qué quieres un traje de urgencia?— cuestionó ella entrando por la puerta—. He tenido que cancelar mis planes a último momento solo por esto.

—Es importante, no te quejes.— dijo poniendo los ojos en blanco—. Tengo un evento importante esta noche así que por favor, te pagaré el doble si es necesario pero quiero que seas tú quien lo haga y no un diseñador pijo.

Ella lo miró con una expresión aburrida, no iba a negar que le emocionaba la idea pero no en tan poco tiempo. Hacer un traje a la medida llevaba más de unas horas y, sin embargo, ella había logrado hacerlo en tiempo récord solo para que Christopher pudiera lucirse esa noche. Se tomaron una única pausa al mediodía para comer y luego continuar con el trabajo.

Él se miró en el espejo con una sonrisa en los labios, no era para nada su estilo pero aún así no podía negar que se veía muy bien en su cuerpo.

—Me siento orgullosa de mi trabajo.— opinó Lucía dejándose caer en la cama.

—Yo sigo enojado porque me clavaste al menos cuatro veces una aguja en el culo.

—¡Te dije que no te movieras y es justo lo que haces!— bufó cruzándose de brazos—. Agradece que fue en el culo y no en los huevos.

—No es necesario, últimamente en los jueves prefieren darme patadas.— dijo por lo bajo mientras arrugaba su nariz, no estaba seguro de si ella lo había oído pero no quiso repetirlo una vez más.

Peinó su cabello, como rara vez hacía, y dejó escapar un suspiro de sus labios.

Estaba listo.

Se despidió de la chica mientras tomaba su teléfono y lo guardaba, si no se daba prisa no llegaría a tiempo.

—Por el amor De Dios, Christopher...— murmuró su madre totalmente impresionada—. Estás irreconocible.

—Lo sé.— respondió brevemente mientras repasaba el lugar con la mirada buscando a una persona en específico—. ¿De casualidad sabes cuáles son los Doblas Muñoz?

—No sabía que ahora te interesaran los negocios familiares... Son aquellos que están hablando de forma animada con los italianos.— señaló sutilmente en su dirección con la mirada—. Y ella es su hija, esta noche viste un diseño exclusivo de Chanel.

Christopher centró su mirada en ella, llevaba un vestido de color rojo corto por delante pero largo por detrás. Su cabello ahora era totalmente rubio y no había ni una sola mecha de color rosa, estaba recogido en un moño bajo, tan solo dos mechones caían por su frente. Llevaba unos tacones negros, el mismo color que el pequeño bolso que había dejado en su mesa.

Él no disimuló cuando Mimi lo regresó a mirar, viéndose totalmente sorprendida al encontrárselo allí. Mucho menos se movió de su lugar cuando empezó a caminar en su dirección.

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