Epílogo

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[Contiene claras explicaciones sobre la sobredosis. No incito a nadie al consumo de la heroína por obvias razones. Si necesitas ayuda con el tema de las drogas, no dudes en pedir ayuda, es un tema sensible pero de todo se sale. Esto es ficción.]

1. Etapa de la negación

La negación puede amortiguar el golpe de la muerte de una persona que te importa y aplazar parte del dolor, pero esta etapa no puede ser indefinida porque en algún momento chocará con la realidad.

Pero mientras dura, vives en una realidad paralela en donde "no ha pasado", "no ha podido ser verdad", "él no está muerto".

2. Etapa de la ira

En esta fase son característicos los sentimientos de enfado y resentimiento, donde se culpa una y otra vez por lo sucedido.

La ira aparece ante la frustración de que la muerte es irreversible, no tiene vuelta atrás, quien se va no vuelve.

Es el momento de "todo ha sido mi culpa", "si yo hubiera hecho las cosas de otra manera, esto no habría pasado", "él no merecía morir por mi".

3. Etapa de la negociación

En esta fase se fantasea con la idea de que se cambiar el hecho de la muerte. Es común preguntarse "¿qué habría pasado si...?", "si yo hubiera hecho esto y no lo otro...".

4. Etapa de la depresión

La tristeza profunda y la sensación de vacío son protagonistas.

No nos referimos a la depresión mental en sí, sino a un conjunto de emociones vinculadas a la tristeza naturales ante la pérdida de alguien importante. Algunas personas pueden sentir que no tienen incentivos para continuar viviendo en su día a día sin la persona que murió y pueden aislarse de su entorno, como es el caso de Mimi.

La quinta es la etapa de la aceptación, donde se aprende a convivir con el dolor de la ausencia. Pero Mimi no llegó a esta fase, se quedó estancada en la anterior, donde seguía lamentándose, culpándose, llorando por las noches y tratando de sobrevivir por el día.

Era difícil. Cada día era peor que el anterior cuando debería de ser al revés. Se había quedado paralizada y se negaba a seguir avanzado, dolía, dolía más de lo que podría siquiera imaginarse. Pensaba estar viviendo un recuerdo, pero con Roi no había dolido tanto.

—Mimi, tienes que dejar esta mierda —señaló Zabdiel, viendo las jeringas encima de la mesita.

—Es lo único que me mantiene viva, no me prohíbas de esto también.

—A él no le gustaría...

—Ya lo sé, soy más que consciente de eso —admitió—. Pero él no está.

—Terminará matándote —suspiró frustrado, sabiendo que nada le haría cambiar de opinión—. Si no lo dejas más a morir, cada día te inyectas dosis más elevadas, el siguiente paso es la muerte.

—¿No has pensado que tal vez eso es lo que busco? —negó con la cabeza—. Él se merecía vivir, yo no. Mira que injusta es la vida.

—¿Y por qué no has de merecer tú vivir?

—Yo también he matado... Y no fue solo una vez, soy igual que ellos.

—No, no lo eres, lo hiciste porque no pensabas con claridad.

—Él tampoco habría querido que matase a Roi, ¿ves? —se pasó una mano por el cabello, frustrada.

—No hay vuelta atrás, Mimi —susurró, ladeando la cabeza—. Tú... Haz lo que quieras, ya lo vas a hacer igual. Pero te recomiendo que vayas olvidando las drogas, puedes empezar de cero, ir a un centro de rehabilitación y hacer las cosas bien esta vez. Esta recaída ha sido muy fuerte y vas de mal en peor, ya apenas hay rastro de la Mimi que eras antes.

—Esa Mimi murió el día que lo hizo Christopher, no mentí cuando se lo dije a Roi y no te mentiré ahora a ti. Me fui con él, aunque siga en cuerpo presente aquí.

Zabdiel la miró con pena, sabiendo que tenía razón y que no aguantaría aquí mucho más. La conocía lo suficiente como para saber que no iba a durar mucho más, ya tenía la decisión tomada. Se despidió de ella poco después, intentando no tocar demasiado el tema, e informó a los chicos de la situación nada más salir de su piso.

Mimi suspiró aliviada y buscó con la mirada la heroína que se inyectaría. Es conocida por ser la droga más dañina. Cuando alguien consume heroína hay un ataque inmediato. Enseguida, el cuerpo siente una forma extrema de relajación y una sensación de reducción del dolor, por eso era una de las más consumidas.

Esperó a la noche, pues de provocar  una sobredosis hacerlo de la manera correcta. La heroína en sí no mata, lo que mata es olvidarse de respirar. Si consumes demasiada entonces puedes dormirte, y cuando te duermes tu impulso respiratorio se apaga. Usualmente cuando duermes, tu cuerpo recuerda respirar naturalmente. En el caso de una sobredosis de heroína, te duermes y esencialmente a tu cuerpo se le olvida.

Así que eso hizo, clavando la jeringa bien en su vena para asegurarse de que fuera una muerte segura y no solo un intento de suicidio.

No sufrió, no lloró, no le dolió.

Al día siguiente fue Zabdiel quien encontró su cuerpo sobre la cama, sabedor de lo que había pasado y por qué. No le pareció extraño, no cuando se veía venir desde tiempo atrás.

Se habían marcado un Romeo y Julieta, con menos historia de amor, con menos cultismos; con mucho sexo, con muchos vulgarismos.

Quizá en el fondo no eran tan diferentes, al fin y al cabo habían tenido un mismo final, ninguno relacionado directamente con la calle pero sí vinculados a ella.

Fueron un amor de calle, que dolió en todos los lugares.

|| F I N A L ||

Calle Where stories live. Discover now