Caballerosidad

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Cora

Lo único bueno de que el bebé se haya atrasado es que es más creíble que me haya quedado embarazada la noche de bodas, la cual pase comiendo chocolates con Esteban dentro de un jacuzzi. Por lo menos es un poco menos obvio, digamos que deja todo más a la interpretación.

Creés que estás preparada para estas situaciones, pero la verdad es que no, nunca estás preparada. Tengo todo lo que necesito y no conmigo. Porque no tuvimos la mejor idea de dejar todo en el auto de Esteban, quien esta noche decidió cenar con Cris , después de días esperando conmigo, encerrado como un esclavo... hoy, justo hoy. Estaba segura de que no iba a pasar todavía, aunque estuviera demorada y en fecha, pero creí que salir por un par de horas le iba a hacer bien y sobre todo pensé que iba a tener contracciones por un par de horas. Es lo que dicen del primer parto, que dura una eternidad.

Gimo otra vez mientras bajando de la ambulancia unos enfermeros me traen una silla de ruedas para que me siente. Me llevan por los pasillos del hospital mientras hago lo que puedo para mantener esta criatura dentro de mí, por lo menos hasta que Esteban llegue. Lo llamé, no debe estar lejos. El dolor me es insoportable y mientras me pongo a pensar en que no me afeité las piernas, tendría que haberlo hecho todos los días sin falta, ya que depilarme no era una opción. No quería soportar más incomodidades de las que ya tenía.

El sudor me recorre la sien y empiezo a sentir el agua correr por mis piernas.

—Rompió bolsa.

Dice una enfermera que me empuja por el pasillo, cuando su voz me impacta el oído me doy cuenta enseguida de quién se trata, pero tengo otros problemas, no quiero girarme y enfrentar a mi ex suegra, mientras me empuja por el hospital mientras me siento con un bebé que está a punto de rajarme en dos.

No quiero hacer esto sola. Dios, por favor. No sola.

Pregunta algo y la verdad no presto mucha atención, no solo estoy muriendo de dolor, sino también me aturdo a mí misma con mis gritos.

Alicia dobla en una esquina donde diviso un chico alto rubio. Tengo que hacer un esfuerzo para concentrarme entre cada contracción. Cuando tengo un segundo de respiro lo veo. Ian, parado en una esquina, solo, ahí como si alguien le hubiera avisado que yo iba a pasar por ahí buscando cualquier persona en quien pudiera confiar.

Cuando paso a su lado extiendo mi brazo y le tomo la mano, la silla de ruedas frena en el lugar.

—Ian.

Le digo, gimo y grito, todo de una sola vez. Es como si no me reconociera por unos segundos, él sacude la cabeza y me mira confundido. No sé quién de los dos está más aturdido en este momento, pero gracias al cielo, por lo menos él está acá.

—Acompañame, por favor. Por favor.

Todavía perdido empieza a caminar al lado de la silla de ruedas mientras me deja tomarle la mano, la cual estrujo con cada contracción. Me concentro en los dibujos que hay en las paredes, los carteles, las indicaciones para el personal.

—¿Cuánto hasta que nazca?

Pregunta Ian y Alicia responde con suma calma.

—Creo que ya tiene que salir, pero el partero va a saber decirte mejor.

No quiero hacer esto sola.

Llegamos a la sala de maternidad y otro enfermero me da una bata. Alicia con paciencia me levanta y me sienta sobre la camilla.

—¿Crees que podés cambiarte? Vas a estar más cómoda.

Ella sonríe y me seca el sudor de la frente como una madre, no como un auxiliar médico.

MomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora