Apreciación

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Esteban

—¿Sacaste las pechugas?

Pregunta Cora y mis ojos se abren casi como si hubiera visto el cadáver de mi bisabuela.

—¡Mierda!

—¡Esteban!

Me reta ella y ambos salimos corriendo para ver cómo las pechugas que están perfectas de un lado, se desarman carbonizadas del que toca la bandeja para hornear cuando cora intenta separarlas de la superficie.

—No te preocupes, voy a cortarlas a la mitad y voy a recalentar un poco del puré que tengo en la heladera. Con las ensaladas y el risotto de entrada... creo que vamos a estar bien.

Informa ella mientras salta directamente a la acción, moviéndose por la cocina con esa destreza que la caracteriza. Ella me mira y con un movimiento de cabeza señala los cajones, sé que significa que me toca poner la mesa. Generalmente, es ella quien se encarga de todo lo que tiene que ver con la cena, pero como quemé la comida y no hay mucho tiempo, salto para acomodar todo como ella lo haría, aunque sé que se va a quejar de que algo no puse a la perfección.

—Usá las flores de centro de mesa, con el jarrón de vidrio.

Me exclama mientras entro y salgo de la cocina.

Cuando el timbre resuena en la entrada principal, ambos estamos listos. Como ya lo tenemos casi naturalizado, ella se aferra a mi pecho con su brazo sobre mi cintura y yo rodeo sus hombros cuando mis padres entran por la entrada principal. Cuando estoy por cerrar la puerta, Félix aparece entre las penumbras. Me saluda con un apretón en el hombro y abraza a su hija.

—¿Puedo ver a Emma? ¿Un ratito?

Pregunta mi madre apretando las mejillas de Cora en forma de súplica y creo que no revolea los ojos por puro respeto. Me río cuando le ofrece el monitor de bebé.

Una vez en la mesa, todos cerramos los ojos y como es costumbre, es Félix quien da la bendición.

—Que nuestra mesa sea lugar de intercambio fraterno, de afecto humano, de consuelo recíproco, de agradecimiento por todos tus dones y de honestidad, ya que la honestidad viene de un corazón sincero. "Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón, porque de él mana la vida". Amén.

Cuando abro los ojos, los de Cora están clavados en los míos. Yo estiro la mano por encima de la mesa y ella se aferra con fuerza. Una hora y media antes, esta casa mostraba su verdadera cara.

***

Andrés descansa en el sillón mientras Emma duerme sobre su pecho y Cora sentada en el suelo llora viendo una película romántica de las que siempre le gustaron a ella. De una forma u otra estamos haciendo que todo esto funcione a la perfección. Es difícil de admitir pero tener a Andrés en casa regularmente hace que todo sea más fluido, Emma no llora, Cora dejo de a poco de tomar tantos calmantes para dormir y yo me siento más tranquilo dejándolas con él.

Creo que de a poco empiezo a confiar más en el mono.

Cora solloza con la escena y apoya la cabeza contra el sillón. Andrés riendo le palmea la cabeza con delicadeza.

—Me voy a bañar. No voy a tardar mucho.

Digo desasiéndome la corbata parado al lado del televisor. Andrés hace un gesto con la mano y Cora muy metida en la trama de la película, me ignora.

—Suerte, Banana. Que sea un éxito.

Pongo los ojos en blanco y no se me van a la nuca porque es físicamente imposible. Subo la escalera de dos en dos levantando a mi paso un juguete de Emma que descansa en medio de los escalones, paso primero por la habitación de Emma para dejar el juguete perdido y veo que todo mi esfuerzo de ordenarla la noche anterior está detonado, el lugar vuelve a ser un desastre.

MomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora