Abuso

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Teo

La primera mañana tomo a Ramona de mi cama. Ella se cuelga de mi cuello y la ayudo a rodear mis caderas con sus piernas mientras sostengo su poco peso con mi mano en su espalda. La llevo a su cama y la dejo ahí antes de que vengan a despertarnos a la mañana. Solo minutos antes, con miedo a que la descubran fuera de la cama, pero con más miedo de cruzarme a Monseñor con ella en brazos.

La segunda noche no es distinta, Ramona sólo se acomoda en mi cama y yo me siento en la punta con la espalda contra la pared esperando. Nada pasa, nadie viene. Ignoro las ganas de ir al baño para no tener que cruzarme con el viejo asqueroso y tener que suprimir las ganas de partirle la cara con mis puños.

La tercera noche sé que no es el turno de Monseñor, por lo que no busco a Ramona en su habitación. La dejo dormir en su cama. Es la noche que puedo recobrar el sueño perdido. Toco la almohada con la cabeza y pierdo completamente la conciencia después de un par de días de estar alerta. No sé si Monseñor hace estas cosas con alguien más, no puedo salvar a todos, pero algo en mí me dice que no. Algo en mí sabe que la única que consigue cigarrillos es Ramona, es por eso que tiene tanto poder para intercambiar favores a cambio de los cigarros sueltos que reparte por ahí.

Repartió varios estos últimos días. Un par de cada paquete. Yo no toqué ninguno.

No puedo llevarme un cigarro a la boca y no tener esa idea en la cabeza.

Me giro en la mitad de la noche sobre mi cama y siento algo frío contra mi pecho, se extiende desde mis abdominales hacia mis pectorales y después algo toca mi clavícula izquierda. Perdido y entre sueños, suspiro.

Katia.

La abrazo para cubrirla del frío y nos tapo a ambos un poco mejor con las sábanas, ella desaparece por debajo de ellas y la dejo. La protejo con mis brazos y una mano la mantiene contra mi pecho por encima del acolchado.

Se siente tan bien tenerla en mis brazos otra vez, la abrazo con fuerzas y me prometo no dejarla ir. Me pierdo en su aroma, me pierdo en su cuerpo. Sus piernas se entrelazan con las mías y me relajo contra ella. Rogando que la noche no termine nunca, que esta vez todo dure para siempre.

Vuelvo a perder la conciencia hasta horas después, cuando un estornudo me despierta. Estoy por preguntarle a Katia si se resfrió otra vez, si esta vez fue por caminar descalza por la casa sin sentir el frío producto de las drogas cuando quito las sábanas del camino para encontrarme con una cabellera negra.

—¿Ramona?

No puedo ver bien por la oscuridad de la noche que parece que no tiene luna.

—Teo

Dice ella entre dormida y yo me siento en la cama de repente.

—¿Qué hacés en mi cama?

Ella se reacomoda y sigue abrazando mi cadera intentando buscar más calor con su cara contra mis abdominales. No responde, solo se queda en su lugar con los ojos cerrados a la fuerza. Está pretendiendo estar dormida pero es más que obvio que no lo está.

—¿No podés dormir?

Ramona niega con la cabeza con un gesto inocente.

—¿Vos?

—Estaba durmiendo antes de que me despertaras.— Suspiro y vuelvo a verla, sus ojos se asoman por encima de mis abdominales. Está esperando que la rete. —No podés dormir en mi cama.

—Lo vengo haciendo.

—Pero no conmigo.

—¿Por qué no?

MomoWhere stories live. Discover now