Molestia

505 96 36
                                    

Teo

Termino el desayuno y dejo la bandeja en la pila cerca del tacho de basura, donde se supone que debemos dejarlas después de tirar los restos en el interior.

Camino hacia mi habitación cuando veo a Ramona cerca de la ventana a lo largo del pasillo bailando con sus patas escuálidas y su pelo corto dando vueltas mirando a la nada. Necesito un par de cigarros más. Sin pensarlo mucho, camino hasta su lado y ella deja de dar vueltas para estirar su brazo en dirección a mí, como invitándome a bailar, yo me quedo con las manos en los bolsillos, mirándola fijamente.

No voy a decir que no me llama la atención su necesidad de llamar la atención.


Ella simplemente sonríe y se queda en su lugar, con sus ojos clavados en los míos, después de unos segundos vuelve a su mundo de delirio para seguir bailando.

—¿Por qué nunca comes? ¿No te obligan?

Le pregunto.

—Porque no quiero... y sí, me obligan. Cada tanto.

Dice ella despreocupada, como si me estuviera contando lo más normal del mundo, como nota que estoy al lado de ella como un estúpido sin hacer nada, ladea cabeza y su carré cae sobre su hombro izquierdo.

—¿Querés fumar conmigo esta vez?

—¿No podés solo dármelos?

—Sí, pero yo también quería fumar.

—Iba a ir al baño.

Le informo.

—Yo iba a ir afuera. Te puedo llevar...

No tengo mucho que hacer, en realidad no tengo nada que hacer en este lugar, solo caminar por ahí, pasar el rato. Hacer amigos no es una de mis prioridades... Se puede decir que Ramona es la única persona con la cual interactúo que no es un psiquiatra o psicólogo y solo es porque me consigue cigarrillos.

—Está bien.

Ella me toma de la mano y me empieza a dirigir por las instalaciones caminando con sus piernas de palo a toda velocidad. Cuando se da vuelta puedo ver la cara de Katia por un segundo pero la imagen se mezcla con una seguidilla de imágenes.

Últimamente, la veo siempre en todos lados.

Mientras caminamos por el pasillo, muchos de los pacientes nos miran con recelo, otros con curiosidad y otros con preocupación. Me hace sentir como si todos supieran algo que yo no, que soy la presa de esta chica escuálida que tira de mi mano llevándome a dónde solo el demonio sabe.

—Por acá pasaba tu novia muerta. Por si te da curiosidad.— Dice volviendo a captar mi atención, con ojos de lunática y la idea de Katia se siente como si un pedazo de hielo hubiera penetrado mi pecho. Ella nunca tiene esa delicadeza que tienen los demás cuando se trata de mencionar a Katia. Ramona toma su idea, la lanza por el aire y la arrastra por el suelo frente a mí sin que pueda hacer nada. —Para verte.

Completa y yo siento que me voy a desarmar por su simple acotación.

Ella sigue tirando de mí y yo dejo que me dirija a donde quiera porque estoy muy perdido en mi malestar como para racionalizar lo que estoy haciendo. Noto cómo mis manos comienzan a transpirar pero a Ramona no parece importarle.

Pasamos por un par de pasillos hasta llegar a lo que parece una parte abandonada del edificio con calderas, escobas y muebles viejos, rotos y llenos de polvo.

Un placar que está contra la pared, viejo, antiguo, de madera pesada y oscura; me llama la atención, es el único que no está abarrotado de cosas. Ramona abre la puerta del placar y puedo ver un pequeño agujero, rodeado de inscripciones y escrituras cavadas en la madera interior.

MomoOnde histórias criam vida. Descubra agora