Ahogo

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Esteban

Después de dormir solo una noche, paso la siguientes dos semanas con Cora, turnándonos para de a poco intentar conciliar el sueño, aunque sea por media hora. Me tiro en la cama con ella y ambos nos miramos con ojos cansados mientras que de fondo el dulce sonido de la bella Emma nos arrulla: llantos agudos.

—Me tendrías que haber avisado que ibas a tener una hija tan gritona.

Le digo llevándome el brazo a la cabeza para cubrirme los ojos y tal vez así poder conciliar el sueño. Emma está entre nosotros, en la cama grande, con un enterito rosa y una vincha con un moño en la cabeza. Si no estuviera llorando y llena de mocos podría estar en la portada de una revista. Su pelo todavía crece como una pelusa color rubia en la base de su cabeza y por más de que Emma pocas veces abre los ojos completamente, por todo el llanto que la rodea constantemente, sus ojos son grises. Dicen que el color gris en los recién nacidos tienden a aclararse a un tono más claro, con suerte, va a tener los ojos verdes de Cora.

Ella se gira sobre la cama y acaricia a Emma en el estómago quien mueve las manos en el aire estresada.

—Si hubiera sabido, la hubiera devuelto.

Susurra con una sonrisa que marca todavía más sus ojeras. Termina sentándose en la cama, poniendo una almohada detrás de su espalda y acomodándose para después levantar y amamantar a Emma. Cuando se calla a causa de tener la boca llena, ambos suspiramos de placer.

—Cuando aprenda a caminar nos va a destrozar la casa. Va a ser de ese tipo... después va a intentar matarnos con un cuchillo mientras dormimos.

Digo sosteniendo mi cabeza con la mano. La mirada de desaprobación de Cora me para sobre la marcha, aunque me sigue pareciendo divertido.

—Espero que esté tan cansada de llorar que termine volviéndose una seda dócil.

Me giro sobre la cama y busco el control de la radio para reproducir una canción de cuna, espero que esto sea suficiente para que se duerma por lo menos por tres horas. Tres benditas horas completas, parece un sueño lejano.

—Esteban...— Dice Cora por lo bajo y yo levanto la cabeza para dejar de escanear a Emma con los ojos. —¿Te arrepentís? De lo que hicimos...

Yo me quedo mirándola a los ojos alunados.

—No. Es difícil convivir, no nos conocemos en ese sentido todavía, pero sos ordenada y responsable, encima de todo eso tenemos que superar la paternidad juntos. Creo que tenemos un enemigo en común y eso vuelve todo un poco más fácil. Nos metimos en una gran..."aventura", pero no me arrepiento. Sería el padre de Emma pase lo que pase.

—¿Y mi marido?

Asiento y mi mano se posa en su hombro para sobarlo por encima del camisón levemente.

—No elegiría a nadie más.

Ella se ríe.

—Qué suerte tengo, los gays me tienen como primera opción para ser la mujer pantalla.

—¿Vos? ¿Te arrepentís?

Ella niega con la cabeza.

—Es solo que a veces siento que es cuestión de tiempo para que algo malo pase... Es decir, no sé.

—Nada malo va a pasar. El paranoico soy yo, no me robes el papel.

Yo le estiro la mano y ella la toma con la que tiene libre.

—Tus papás podrían haber visto a Andy y a Cris el otro día.

—Mis papás son unos metidos. ¿Cómo van a entrar si nadie responde? Algunos días no los soporto, ni los entiendo. Si alguien hiciera eso en su casa, se sentirían completamente ofendidos.

MomoWhere stories live. Discover now