Respeto

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Ian

Andy entra a mi casa como si fuera la suya, golpea un par de cosas mientras camina, siempre fue algo torpe pero esta vez noto que está cansado. Cansado de pelear con Teo y con sus intentos de escapar de la casa.

—Está con Rocío. No me mires así. No lo voy a dejar solo. Necesito que me prestes algo, no es como si hubiera planeado quedarme tanto tiempo, solo traje una mochila.

Andy se señala la remera que tiene vómito, probablemente de Teo. Asiento con la cabeza y lo dirijo al placar.

—¿Querés bañarte?

—Sí. Me gustaría no ir por la vida oliendo a comida regurgitada.

Cuando llegamos al placar, Andy empieza a desarmar las pilas en búsqueda de algo que no solo le entre sino que le guste.

—Sacá lo que quieras.

—Estaba pensando llevarme un par de cosas. Así dejo de lavar una y otra vez lo mismo.

Vuelvo a hacer un gesto afirmativo.

—¿Cuánto calzas?

Andy me mira los pies después de mirarse los suyos.

—Cuarenta y tres. ¿Vos?

—Cuarenta y cinco.

—Monstruo.

Susurra.

—Va con la altura.— Andy tira un par de remeras sobre su hombro. —No te puedo ayudar con los pantalones.

—Supuse que no me iban a quedar.

—¿Por qué no compras algunos?

—Estoy sin trabajar y sin vender nada, además que dentro de poco... lo de Teo no va a salir barato.

—Si necesitas plata, Andy...

Él me para con la mano frente a mi cara.

—No me patrocines.

—Creo que estás usando mal ese término.

Andy agacha la cabeza y cuando tiene todo lo que necesita sale del closet, lo sigo de cerca para entregarle una toalla.

—No quiero comprar cosas que tengo en mi departamento, nada más. No necesito nada.

—Igual.

—Ya te avisé, no me jodas. Estoy perfectamente, papá.— Cierro la boca y lo contemplo mientras busca algo para ponerse después de la ducha. Elige lo que quiere y me lanza el resto de ropa sobre el pecho. —Buscame algo para poner todo.

Se lleva dos remeras, dos shorts y tres pares de medidas de mi placar. No me molesta, tengo más ropa de lo que realmente necesito, y tal vez si usa mi ropa, espero que empiece a vestirse un poco mejor. Puede seguir usando el mismo par de botas, siempre las usa hasta que se deshacen y se tiene que comprar otro par. Pero definitivamente va a tener que comprarse pantalones, los míos no le van a quedar nunca, son muy grandes y sé que lo suelto le molesta. Con una idea en la cabeza voy hasta el closet y encuentro un jean de B que no usa más. Lo dejo encima del bolso en el que meto la ropa con poco cuidado.

—¿De quién son?

Dice sosteniendo los pantalones con una toalla en la cintura.

—De B.

—¿Vos estás buscando que tu novia bruja me mate?

—No los usa. Probalos.

Tengo que cubrirme la boca para sostener la carcajada que está a punto de explotar en su cara cuando veo que los jeans de B le quedan perfectamente. Cortos, muy cortos, pero es algo.

MomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora