diciotto

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Resignación, lo único que le quedaba a Taehyung

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Resignación, lo único que le quedaba a Taehyung.

Ilusión, desilusión, esperanza y ahora esto. Empezaba a creer que su estadía en Firenze se había convertido en una maldita caminata por colina tras colina, yendo de arriba para debajo de un momento a otro.

Como un niño, se había estado escondiendo entre las sábanas de su cama desde hace unos días, sin los ánimos necesarios para trabajar o convivir con su familia, aunque esto sume a su dolor angustiante. Su pecho se sentía pesado y le costaba respirar, sus manos simultáneamente fueron hasta sus cienes para dar pequeños golpes en éstas cuando pensaba en el pintor.

Jungkook, su nombre era tan lindo como sus ojos. No le encontraba sentido, se arrepiente de si quiera haber relacionado a aquel de mirada brillante con lo que se supone, es el amor.

No sabía mucho del tema, no quiere gastar más lágrimas en él tampoco, suficiente ha tenido en lo poco que ha vivido. Conocía que el sentimiento tenía muchas matices, formas y tamaños, cada relación le pertenecía a una especie de amor, el que les tenía a sus hermanas era muy diferente al que tendrá con quien pase el resto de sus vidas como había planeado.

La lista de quienes ha podido declarar amar es muy corta, limitándola hasta sus padres y Berenice. Algo muy triste y solitario para quien se cree tener un millón de conexiones, amistades o socios, alguien que siempre ha estado rodeado de personas. Un hombre el cual intentaba mostrarse seguro ante el ojo público, pero temeroso en la oscuridad de su habitación.

Simplemente era un extraño en ese vil territorio.

Así que debería de aprender de quienes sí conocían sobre esto, por ello, ahora mismo se encontraba sentado en un pequeño banco de madera mientras esperaba con paciencia a que Namjoon preparara un poco de vino caliente, en la casa del mismo.

— Hace mucho que no me visitabas — Taehyung sonrió apenado, recibiendo la taza que contenía el líquido —. Pensé que te habías olvidado de mí.

— He estado un poco ocupado, disculpa.

Había conocido al mayor hace muchos años, antes de la muerte de su padre. Se podrían decir que eran buenos amigos, lo suficiente como para que ambos hayan interactuado de vez en cuando a lo largo del tiempo.

Tenían el mismo estatus social, en algún punto de sus vidas, la familia Marcini y Galli fueron una sola, más cuando sus progenitores aún eran jóvenes, o así había escuchado. Por ello, el contrario se ha visto a su lado desde las sombras, a la distancia, ayudándolo cada vez que podía y si él se lo pedía, como la primera vez que preguntaba por el pintor.

— Puede estar en el centro del pueblo — le había indicado —. Cerca del mercado o en algún lugar alejado de la multitud, no le gusta estar rodeado y hoy escuché que las calles están repletas.

Tal vez, sólo tal vez, esa mañana había investigado un poco sobre él después de haber dicho que le importaba en lo más mínimo. Pero no de una manera sugerente, sino por las grandes advertencias que rodeaban al pelinegro sobre su comportamiento hacia personas extrañas.

Bella Mujer. | kth | jjk |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora