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Ella no era tonta.

Su mirada estaba fija en el espejo, era su última prueba de maquillaje antes del gran día, a veces se preguntaba cómo fue posible llegar tan lejos, pues un amor adolescente había sido tan fuerte como para dar el gran paso hacia el matrimonio.

Estaba confundida.

Sabía que la mirada de su futuro esposo siempre estaba perdida, fruncía el ceño ante la constante preocupación si aquel muchacho extranjero se encontraba comiendo bien o si había controlado su vicio de tabaco.

Ella también tenia problemas.

Mark siempre intento escucharla cuando surgía algún problema, las veces en las que sus padres la golpeaban y le exigían tanto al punto de romperse a llorar y sufrir ataques de ansiedad; cuando lo conoció, el hecho de padecer ataques de ansiedad fue un gran alivio para Sana, pues no era la única, y poco a poco, fue acercándose cada vez más a él.

Pero nunca fue su centro de atención.

Cuando tomaron la decisión de ir a terapia para tratar su salud mental, Sana tenia curiosidad sobre lo que hacia reír tanto a Mark, pues sus carcajadas eran audibles hasta la sala de espera, sin embargo, no hubo necesidad de investigar mas allá, pues con el tiempo, descifró el constante balbuceo que repetía el estadounidense con la terapeuta.

"Jackson, Jackson, Jackson..."

Sana estaba acostumbrada a recibir toda la atención cuando sonreía levemente, cuando colocaba un mechón de su largo cabello detrás de su oreja, o cuando caminaba por los pasillos de la escuela, pero nunca pudo llamar la atención de aquel dúo extranjero, especialmente, del chico guapo y callado de su clase de algebra; pues cierto parásito le quitaba la atención de Mark, pero claro, la chica linda y amable de la escuela no se puede enojar. Pero grata fue su impresión el día en que Mark le dirigió la palabra.

Él la había mirado siempre.

Amaba cuando Mark se detenía en los pasillos para admirarla, ahora se había convertido como el resto de personas que la miraban, no obstante, Sana lo disfrutaba, pues la atención de aquel muchacho ahora le pertenecería por completo.

Pero ese tonto brillaba tanto...

A veces se preguntaba qué podía tener ese chico de Hong Kong que no tuviera ella, qué era lo que cautivaba tanto a Mark del chico, no era alguien destacable a excepción de algunos deportes, y ni siquiera se encontraba en los primeros lugares de la clase. Sin embargo, la manera en que Mark lo miraba como si fuera lo más hermoso que haya visto en la vida... eran esa clase de miradas que nunca podría dedicarle a ella por mucho que lo intentara.

Ella ya lo sabía desde antes.

La presión de sus padres fue tan alta que no tuvo otra opción más que llevar su relación con Mark al siguiente nivel, ella no perdería contra alguien como Jackson Wang. Así que primero debía separarlos, obligar a Mark para que pasara tiempo con ella, incluso si tenía que mentirle y explotar sus problemas de salud mental para llamar su atención, debía hacer todo lo posible para mantenerlo cerca de ella.

Quizá por eso no le sorprendía...

Ella repetía el video de seguridad una y otra vez en su celular, como si esperara a que le fuera a doler en algún momento, quería sentir decepción, enfado o tristeza, no una patética sensación de vacío. Ahí estaba la escena de Mark besando a Jackson como si fueran los últimos malditos labios en el mundo, como si no tuviera nada que perder, como si ella no existiera.

don't run away; markson/jackbeomWhere stories live. Discover now