Capítulo 32

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Capítulo dedicado a Dianelayev

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Capítulo dedicado a Dianelayev

Sunghye

La puerta nunca me había parecido un impedimento tan grande como en ese momento. Me mordí las uñas acabando con mi manicura y luego tiré de algunos cortos mechones de cabello con desesperación. No se suponía que Taehyung vendría a verme, tampoco se suponía que me besaría.

Su beso, su toque, su olor, incluso hasta las palabras que quería decir pero no me dijo, todo aquello había hecho que la pequeña coraza que me había encargado de elevar esas semanas.... se desintegrara en fragmentos. Me reparé en el espejo. El cabello corto y negro azabache hacía resaltar mi color de piel, y no se veía mal. Siempre dicen que un cambio en el físico ayuda mucho en un cambio emocional. Pues yo había decidido cambiar física y emocionalmente. Dejé de mirarme en el espejo y me acerqué a la puerta, cuando iba a abrir la misma, las voces de mi madre y el Señor Smith hicieron que me quedara estática.

—Si no se lo dices tú, se lo diré yo. —se escuchó la gruesa voz de mi profesor de Deportes.

—¡No me amenaces, maldito! —la voz de mi madre es escuchaba amortiguada, como si estuviera susurrando pero gritando a la vez.

—¿Así como tú no me escondiste que Sunghye era mi hija? —era un notorio sarcasmo.

Me paralicé. Quieta y anonadada en mi sitio. Mis oídos no podían haber escuchado lo que yo creía haber escuchado, eso ya habría sido demasiada mierda en mi vida.... ¿No?

—Deja de recalcar que te escondí que era tu hija. No te la vas a llevar de mi lado y punto. —volvió a imponer la voz de mi madre.

1... 2... 3.... 4...

Toda mi vida, toda mi maldita vida siendo tratada como una inútil, como una inservible por la mujer que me había traído al mundo. Había pasado cada maldito año de mi existencia, recalcándome que no debía molestar la memoria de mi padre porque yo era solo una carga para él.

Park Junghyun había sido todo lo que yo había querido en mi niñez, y aún, es todo lo que yo sigo queriendo. Sus canciones me sacaban sonrisas incluso cuando solo quería llorar, sus historias me llenaban de admiración, y sus abrazos llenaban el vacío de mamá. Cuando lo perdí, perdí todo lo que tenía.

Ahora, toda esa bonita imagen, y hasta el poco respeto que me quedaba hacia SoEun, se había ido a la mierda. Mi madre no solo había pasado toda mi vida haciéndome sentir mal, Sino que también me había ocultado, que Park Junghyun no era mi padre. Me imagino que debe haber sido divertido, que me halla visto la cara de estúpida por tanto tiempo. No pienso, actúo. Salgo de mi habitación cerrando la puerta detrás de mi con un gran portazo. Me detengo frente al Señor Smith quien ahora sé que es mi padre, y también frente a ella. Mi cara debe decirlo todo, porque sus ojos me reparan con temor.

—Así que... a esto se debía que fueras una madre ejemplar estos últimos días... Solo tenias miedo de que tu pequeña mina de oro te fuera arrebatada. —digo cada palabra con un desdén casi palpable.

Toda mi vida siendo engañada, usada, y siempre por las personas que más amo.

—Sunghye... —intenta hablar pero la corto.

Dirijo mi mirada hacia mi profesor de Deportes, él me observa en silencio y parece bastante afectado por mi forma de actuar, pero algo me dice, que él también es de sufrir estos ataques de ira como el que estoy teniendo yo en este momento.

De alguien tienes que haberlos heredado.

—¿Por que está aquí, Señor Smith? —pregunté pero luego aclaré—: Además de lo obvio, claro está.

Pareció pensárselo por un momento.

—Venía a decirte la verdad... —murmura— pero ya las has descubierto tú sola.

No dije nada y me di vuelta dispuesta a marcharme.

—Sunghye...

Me detuve y le miré por encima del hombro.

—También vine porque estoy interesado en que pasemos tiempo juntos...

Se le veía demasiado interesado en el tema, y usaba un tono que demostraba que no estaba conforme con la manera en que yo había descubierto todo. No podía quejarse, no podía hacer nada.

—Espero que comprendas que ahora mismo quiero tener tiempo a solas.

Salí de casa luego de ser sincera con cada palabra en esa oración.

Nuevamente el cielo era testigo de las lágrimas. No me consideraba alguien que llorara por cualquier cosa, de hecho, solo lo hacía cuando la impotencia era grande y alguna situación me sobrepasaba.

Estaba sola. Me sentía traicionada nuevamente, y ni siquiera tenía alguien a quien poder contarle. Yoongi aún me dolía y no quería ser mucho más dura con él.

El camino se forjaba solo. Mis pies caminaban en esa dirección y no me negué a continuarlo. Volvía a caer en lo mismo, a recurrir a lugar que consideraba un templo lleno de tranquilidad y paz interior. Lo que más me dolía era que incluso, ese templo, me había sido arrebatado con el gran poder de la dolorosa verdad. Observé el lugar como siempre. Se veía solo, incluso más de lo que yo me sentía. Tétrico, decadente, triste.

Silencio por todos lados y el gris tomando el papel principal. Recorrí el largo sendero y terminé cayendo arrodillada frente a la lápida de Park Junghyun, de nuevo, solo que esta vez, sabía que el que estaba allí dentro no era mi padre, no biológico. Ese hombre siempre tendría un gran lugar en mi corazón.

Estoy corriendo... no puedo detenerme... sigo corriendo... —canté de forma saltada una parte de la canción y sollocé.

De nuevo Run, de nuevo los recuerdos. Parecía un círculo vicioso, como algo en lo que... de una forma u otra acabaría.

—Quiero ser feliz por completo una sola vez en mi vida, quiero saber que se siente sentir demasiada felicidad, tanta como para no saber lidiar con ella. —me sorbí la nariz— Quiero saber que fue lo que hice mal para que Taehyung terminara haciéndome eso... —volví a sollozar— y quiero entender por qué mamá me odia tanto...

Me abracé a mi misma mientras leía una y otra vez el nombre que tantas veces había dicho en mi niñez.

—Mi pequeña solo necesita un muñeco de jengibre. —murmuró agachándose frente a mi y secando con su dedo índice mis lágrimas— Y papá se lo dará. —me tomó en brazos y me acercó a su pecho.

Abrió el horno, y de su interior, sacó una bandeja con galletas en forma de muñeco. Sonreí en grande mirándole a los ojos para besarle la mejilla.

—Te amo papá. —sollocé besándole repetidas veces la nariz.

Rió zarandeándome un poco para luego besarme la frente.

—Yo también te amo, mi niña mimada.

El recuerdo dolía, pero sonreía mientras lloraba. Cada que me sentía mal, no importaba cuando ni donde, él estaba para mi, para sonreírme y decirme que las niñas bonitas no debían llorar, y que la felicidad estaba al final del camino.

En serio... felicidad... ¿Donde estás? Creí que te tenía, pero como arena, te escabulliste entre mis dedos hasta perderte completamente.

Nos leemos ❤️👀

STALKER ; Kth ¹ ©Where stories live. Discover now