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A la mañana siguiente, Ron se levantó muy tarde, casi cerca del mediodía. Se había acostado en uno de los cuartos comunes, y apenas había dormido en toda la noche. El único momento en que había podido conciliar el sueño, sufría de pesadillas, donde le disparaba al Duque una y otra vez. En sus sueños volvía a ver aquella sangre salpicada en el suelo, el lavamanos y el espejo, los grises trozos de cerebro que habían salido despedidos, el olor a pólvora, el peso del arma en sus manos, los ojos vidriosos y abiertos del cadáver que parecía mirarlo, juzgando sus actos. Finalmente, el cansancio y el estrés era tal, que cerca de las seis de la mañana pudo conseguir un sueño denso y continuo.

Para cuando despertó, pasadas las doce, tenía un hambre atroz. Se vistió y se encaminó a la cocina, pero allí no había nadie. En el living principal tampoco, entonces se dio cuenta por el sonido de las voces que estaban en otra habitación que no conocía, cerca del taller. Volvió a la cocina para prepararse el desayuno, pero al revisar las alacenas se dio cuenta que aquella gente no tenía absolutamente nada. No había café, no había azúcar, se habían acabado los huevos, y tampoco había leche. En el refrigerador solamente había un par de cebollas rancias, un pack de doce prepizzas, un paquete de pollo Crispy's a medio terminar, cuatro cervezas sin abrir y trozos de pizza envueltos en papel de periódico. Con un suspiro resignado, tomó una lata de cerveza y el paquete de pollo, pensando que en breve comenzaría a extrañar muchísimo sus desayunos saludables.

Limpió un rincón de la mesa para poder sentarse a comer, el pollo no estaba tan malo como pensaba, y se lo acabó con gusto, junto con la lata de cerveza. Sin embargo, el resto de los Rippers no salió de aquella habitación desde donde los escuchaba hablar. Trató de apretujar lo más que pudo el paquete de pollo frito y la lata de cerveza vacía en el atiborrado tacho de basura, y con curiosidad, se acercó a la pieza donde todos estaban reunidos. Golpeó con los nudillos levemente, antes de empujar la puerta, y entró. Y lo que vio lo dejó asombrado por completo.

El recinto estaba atiborrado de cajas, muchísimas cajas, y todas de diferente tamaño, recostadas a las paredes de un rincón. En el medio había una mesa de madera donde todos estaban reunidos a su alrededor, clasificando armas de grueso calibre. Allí había de todo, desde rifles de asalto M16 hasta ametralladoras Uzi, escopetas tácticas, rifles AK, granadas de fragmentación, pistolas tácticas y chalecos antibalas. En la pared opuesta a la mesa, había al menos unas doscientas cajas de munición de todos los calibres, estibadas en pilas como si fueran latas de conserva. Jeffrey, en aquel momento, manipulaba un Ruger 223 con total naturalidad. Lo miró, y sonrió al pasar.

—Buenos días, Ronnie. ¿Qué tal tu primera noche? —le preguntó.

Todos se dieron vuelta para mirarlo, y siguieron en lo suyo.

—Pero, ¿qué hacen? ¡Tienen un maldito arsenal aquí adentro!

—Es nuestro negocio, tráfico de armas —dijo Jeffrey. Se acercó a él y le extendió el rifle en las manos—. Sostén esto un momento.

Atónito, Ron lo vio abrir otra caja y controlar que el rifle que estaba allí dentro, estuviera en buenas condiciones.

—Vaya locura... —murmuró.

Jeffrey le hizo un gesto para que le entregara de nuevo el rifle, Ron se lo dio, y lo volvió a guardar en otra caja.

—¿Qué esperabas? ¿Qué vendiéramos productos de Herbalife? No seas ridículo —le respondió—. Ahora, ¿vas a ayudarnos o te vas a seguir cagando en los pantalones?

—Ni siquiera sé lo que están haciendo.

—Ven, acércate —dijo Jason. Se hizo a un lado para que Ron se integrara a la ronda y le señaló la mesa, donde realizaban algún tipo de plan, usando un mapa de la ciudad—. En menos de una semana teníamos que entregar la mitad de este cargamento a un grupo de narcotraficantes con los que tenemos alianza, pero el negocio se ha adelantado bastante. Tendremos que entregarlo en dos días, y estamos planificando donde concretar la reunión. Rod y yo tenemos pensado un lugar en las afueras de la ciudad, cerca de los viejos molinos.

Honor y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora