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A la mañana siguiente, Jason decidió que era una buena oportunidad para desayunar todos juntos. Había recorrido un poco las inmediaciones del lugar, ya que para él siempre era una buena experiencia visitar una gran ciudad, y había visto varias cafeterías donde servían unas donas que pintaban exquisitas. Sin embargo, eran casi las nueve y media de la mañana y aún no tenía noticias de Annie y Ron. Cansado de esperarlos en el vestíbulo, decidió volver a subir y llamarlos directamente. Al llegar a su puerta, golpeó con los nudillos mientras hablaba.

—¡Ronnie! ¿Están ahí?

Del otro lado de la puerta pudo escuchar un "¡Mierda, que hora es!" y pocos segundos después, las pisadas de alguien que venía trotando hacia la entrada. Entonces Ron abrió la puerta, envuelto en las sábanas desde la cintura hacia abajo. Jason no pudo evitar mirarlo con una ceja erguida.

—¿Van a bajar a desayunar? —le preguntó.

—Enseguida vamos —dijo, y en aquel momento, el rostro de Annie asomó desde el recodo de la pared, junto con un pie descalzo y la pierna desnuda.

—¿Es el desayuno? —al darse cuenta que era Jason abrió grandes los ojos y se volvió a meter al dormitorio. Jason miró a su colega, aguantando la risa.

—Sin putos comentarios, cállate, no digas nada. Bajamos enseguida —respondió Ron.

—Tómense todo el tiempo que necesiten, con calma —bromeó, antes de que Ron le cerrara la puerta en la cara.

Riendo entre dientes, Jason bajó por el ascensor hasta la planta principal, y se sentó de nuevo en uno de los silloncitos del vestíbulo para esperarlos. Diez minutos después, Annie y Ron salían del ascensor. Annie lo observó cohibido, como si con la mirada le estuviera diciendo "Eh, me pillaste" pero Jason no dijo nada. Mientras salían del vestíbulo hacia la calle, Ron le tomó de la mano, y Jason sí sonrió al ver este gesto.

—Se nos pasó la hora por completo, hombre —dijo Ron.

—No te preocupes. Hay una cafetería a dos calles de aquí donde venden unos donuts que parecen ser la puta gloria. No me los iba a comer solo. Imagino que han dormido bien.

Ron y Annie se miraron de soslayo, mientras Ron asentía con la cabeza.

—De puta madre. ¿Y tú?

—Hombre, siempre se agradece dormir en una cama distinta a las que tenemos en el Steel Cat.

Caminaron en silencio mirando algunas vidrieras de las tiendas aledañas que encontraban al pasar, mientras Ron fumaba un cigarrillo. Al llegar a la cafetería, se sentaron en una de las mesas del fondo, y pidieron café negro con tres donuts de crema cada uno. Cuando la moza les trajo el pedido, Annie vio el tamaño de los donuts rellenos y dio un resoplido.

—No sé si me podré comer todo eso, eh —dijo.

—No te preocupes, tú come lo que quieras. Jason y yo nos batiremos en duelo por las sobras que queden —sentenció Ron, dándole la primer mordida a una donut. Hizo un gesto de aprobación con la boca llena y en cuanto tragó dio otro mordisco. No se había dado cuenta del hambre que tenía hasta que sintió el sabor.

—¿Cómo te fue anoche? ¿Pudiste dar con la dirección de Perkins? —preguntó Jason, dándole un sorbo a su café.

—La tengo. No está lejos, a unos veinte minutos hacia el este. Le he tomado fotos a la casa, está a media calle por Sam Lake St.

—Bueno, ¿cuál es el plan? —preguntó Annie.

—Si mal no recuerdo, a las siete de la mañana Perkins ya estaba llegando a la oficina, al menos en las épocas en las cuales todavía era un agente del FBI. Si eso no ha cambiado, tendremos que estar a las seis vigilando su casa, para entrar en cuanto se vaya —Ron sacó su teléfono celular, buscó la foto que había tomado de la fachada, y la amplió—. No creo que podamos entrar por la cochera, porque tiene puerta automática y parece ser bastante fuerte. Tampoco por la principal, ya que podría tener alarma y sería demasiado arriesgado. Si observan, aquí hay un pequeño portón que parece ser un acceso al patio trasero —dijo, señalando a un costado de la casa—. Jason y yo entraremos por allí, desde atrás. Annie, tú te quedarás vigilando, serás nuestros ojos mientras estemos dentro, y me darás la voz de alarma en caso de que las cosas se pongan feas.

Honor y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora