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Al anochecer, Jason estaba agotado de conducir, y además Annie tampoco se sentía demasiado bien. A mitad de camino había tenido que detenerse para comprar un trozo de gasa y cinta quirúrgica, y curarle la ceja partida al menos para detener el sangrado hasta llegar al Steel Cat, donde Rod le daría algunos puntos de sutura. También había tenido que quitarle con su alicate cortaúñas de bolsillo, los trocitos de cristales que se habían clavado a las palmas de sus manos, en el momento en que Ron la había ayudado a salir del Camaro accidentado. Luego de ello, continuó conduciendo un poco más, y casi a las siete y cuarto de la tarde Jason encontró una posada modesta al costado de la solitaria carretera, donde poder pasar la noche y descansar. Pagó una sola habitación, la cual consistía en un cobertizo con una cama, considerando que era suficiente para al menos dormir algunas horas y descansar los adoloridos cuerpos. En el dormitorio, ayudó a Annie a lavarse un poco la cara, ya que tenía las manos vendadas, le cambió el improvisado vendaje y revisó su hombro. Sin duda estaba dislocado, la hinchazón en la articulación iba en aumento.

—¿Se ve muy mal? —dijo ella.

—Un poco. Puedo ponértelo en su sitio, pero va a doler.

—Hazlo.

Jason la guió hasta una silla, la hizo sentarse y aferrarse con fuerza a ella. Entonces le sujetó el brazo.

—¿Lista?

—Dale —asintió.

—Voy a contar hasta tres. Uno... Dos...

Jason no esperó hasta el tres. Jaló hacia arriba y luego hacia atrás con fuerza, el hombro hizo un crujido sordo y Annie apretó los dientes para no gritar. En el instante en que la articulación ya estaba colocada en el lugar correcto, el dolor pareció irse como por arte de magia.

—Sostén el brazo, así —dijo, indicándole que se sujetara de la muñeca con su mano libre—. Improvisaré un cabestrillo.

Jason se quitó la chaqueta y luego la camiseta de Iron Maiden que llevaba debajo. Annie vio con admiración que tenía toda la espalda y la mitad del pecho cubiertos de tatuajes, algunos nórdicos, otros con calaveras y cartas de póker, incluso hasta mujeres desnudas sentadas encima de gigantes copas de alcohol. Rasgó su camiseta al medio convirtiéndola en una sola tira, y anudando ambas puntas, rodeó el cuello de Annie con ella y luego apoyó el brazo para que se lo sujetara. Finalmente, volvió a ponerse la chaqueta.

—¿Mejor?

—Mucho, gracias.

—No sé tú, pero yo quiero dormir. Ha sido un día intenso —dijo Jason. El hecho de haberse despertado tan temprano para irrumpir en la casa de Perkins, junto con su posterior persecución y haber conducido tantas horas, le habían agotado las energías—. Tendremos que compartir la cama, espero que no te importe.

—No hay drama —respondió. Ambos se recostaron vestidos en la cama de dos plazas, y al instante en que sintió la comodidad del colchón, Jason no pudo evitar dar un suspiro, cubriéndose los ojos con el antebrazo. En medio del silencio de la habitación, Annie volvió a hablar—. Estoy preocupada por Ron. Ha salido como un loco a buscar a Perkins, temo por él. ¿Y si era una trampa?

—Ron es un tipo duro, sabrá como cuidarse las espaldas. Aunque me preocupa la posibilidad de que lo hayan emboscado. Por desgracia, no podemos volver para comprobarlo, solo tenemos que seguir hacia adelante. Aún nos falta un día entero de camino.

—Lo amo —dijo, sintiendo un nudo en la garganta—. Si le pasa algo malo, me muero.

—Se nota, lo sé. Él lo sabe. Trata de descansar, Annie. Ha sido un día duro, no podrás resolver nada por mucho que te preocupes, y necesitas recuperar energías.

Honor y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora